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Nusakan

Isla de Skye, Mancomunidad de Lira

24 de octubre de 3029

Daniel Allard envió un mensaje por radio a Morgan Kell cuando vio que su Archer se dirigía a la arena.

—¡Mi coronel, no! No tienes por qué hacerlo. No estamos en el Mundo de Mallory. Podemos vencerlos. Aun después de combatir contra la Quinta Espada, somos más que ellos.

—Gracias por la observación, capitán Allard —replicó la profunda voz de Morgan, en tono enérgico y sereno—. Lo que tú no comprendes es que, al final, había de llegar este duelo entre Yorinaga Kurita y yo. Es mejor que sea así.

Dan frunció el entrecejo, pero le faltaron las palabras cuando el Warhammer de Yorinaga, al avanzar hacia la arena, entró en su punto de mira. De manera automática, Dan centró el retículo en el gran BattleMech armado de CPP, pero el ordenador ni siquiera reconoció que existiera. Como Morgan en el Mundo de Mallory, y como el propio Yorinaga cuando mató a Patrick Kell.

Dan centró el punto de mira en el Archer de Morgan y vio que sus instrumentos también se desentendían de él. Los dos… El ordenador no le presta más atención que si fuesen fantasmas. Sintió un súbito escalofrío. Tal vez sea eso. Tal vez ambos debieron haber muerto en la batalla del Mundo de Mallory y así lo han comprendido los ordenadores. Sólo esperan que los seres vivos también se den cuenta.

La voz de Morgan resonó en el neurocasco de Dan, pero éste supo de inmediato que Morgan no se dirigía a él.

—Soy Morgan Kell. Le pido disculpas por no haber acudido a nuestra cita en Ryde.

—Yo soy Yorinaga Kurita. Perdone la intervención de esos otros guerreros. —Titubeó por unos momentos y añadió—: Si necesita tiempo para rearmar su ’Mech, podemos aplazar temporalmente el combate.

—Gracias por la cortesía, pero no es necesario.

Mientras el eco de la respuesta de Morgan seguía retumbando en sus oídos, Dan marcó una frecuencia de radio que sabía que «Gato». Wilson estaría sintonizando.

—«Gato», creía que Morgan había agotado sus misiles. ¿Lo has visto rearmarse?

—No —contestó «Gato». Su voz de bajo contenía un matiz de honda preocupación.

—¿Qué está ocurriendo?

—Morgan sabe lo que hace —replicó, pero su tono dubitativo rebajaba la confianza de sus palabras—. Este es su combate.

El Archer de Morgan efectuó una leve reverencia en dirección a Yorinaga.

—Hace trece años, en un duelo que libramos, descubrí algo en mi interior que podía hacerme invencible. Pasé los doce años siguientes en un monasterio, tratando de huir de aquella sensación.

Yorinaga devolvió la reverencia con su Warhammer.

—En aquella misma batalla, vi en usted la semilla de la invencibilidad. Durante mi exilio en un monasterio Zen, pasé los siguientes once años recordando, estudiando y trabajando para descubrir su secreto. Ahora creo que comparto su don, pero la única manera de verificar mi creencia es derrotándolo.

—Usted lo llama un don, pero ese don es una terrible carga. —La voz de Morgan destilaba una furia controlada—. Me he paseado por los campos de batalla de Lyons y de aquí, Nusakan, siendo consciente de que ninguno de mis contrincantes podría tocarme. ¡Mire este Archer! ¡Después de pasar un día en el mismo corazón de la batalla, sigue intacto! Por otra parte, no hay un solo ’Mech al que yo haya apuntado y que no haya quedado destruido. Para mí, eran como niños, como juguetes… No tenían ninguna posibilidad.

—¿Y considera eso una carga? —replicó Yorinaga, perplejo—. Usted es un guerrero, como lo fue su hermano y como lo soy yo. ¿Acaso nuestra vocación no nos exige ser tan grandes como nos sea posible? ¿No lo ve como la cumbre de todas nuestras aspiraciones? Nosotros honramos a aquellos que destruimos dándoles una muerte digna de un guerrero.

—La muerte no honra a nadie y, si combatimos, nos mataremos el uno al otro. Usted lo sabe tan bien como yo. Le ofrezco esta oportunidad. Seamos razonables. Separémonos y volvamos al exilio.

—Eso nos cubriría de vergüenza a ambos, coronel Kell.

—No me importa la vergüenza, Tai-sa Kurita. —La voz de Morgan se redujo a un susurro—. No voy a matarlo.

El Warhammer hizo una nueva reverencia.

—Entonces, yo debo matarlo a usted.

Como serpientes azules, unos rayos artificiales brotaron de los CPP montados en los antebrazos del Warhammer. Uno de ellos arrancó fragmentos de la cobertura de cerámica del virginal blindaje que protegía el brazo derecho del Archer. El segundo rayo de partículas incidió como un tajo de espada en la sección central del Archer y un chorro de coraza fundida se deslizó al ocre talud del pozo.

Morgan movió el Archer a la derecha, mas no levantó los brazos para utilizar los láseres medios que llevaba montados en ellos. Dan se maravilló al contemplar la agilidad y elegancia de la maniobra, pero la apatía ofensiva de Morgan lo dejó confuso. Atácalo, Morgan.

Antes abriste en canal los 'Mechs de la Quinta Espada como si fueras un cirujano. ¡Acaba con él!

El CPP derecho de Yorinaga lanzó otro rayo de energía azulada al Archer. Destrozó parte del blindaje que cubría el corazón del ’Mech y lanzó más escombros al suelo de la arena. Los láseres medios del Warhammer desgarraron otros pedazos de coraza del cuerpo del ’Mech de Morgan. Dos brechas paralelas se extendían desde el hombro derecho del Archer hasta el abdomen; masas fundidas y ennegrecidas de blindaje formaban bultos a ambos lados.

Una andanada de MCA surgió del afuste montado en el costado derecho del Warhammer y acribilló al Archer con una serie de explosiones que le deterioraron la coraza. Uno de los misiles impactó en el hombro derecho del ’Mech y destruyó el identificador de regimiento de Morgan; pero no logró atravesar su blindado pellejo.

Morgan embistió con el Archer, pero Yorinaga hizo retroceder el Warhammer y se desplazó en círculo a la derecha. Los dos láseres gemelos del Warhammer brotaron de su pecho e incidieron en el Archer. Uno de ellos abrió un cráter en el blindaje del brazo izquierdo del Archer, mientras que el otro desintegraba casi toda la coraza que protegía el corazón.

Yorinaga apuntó con ambos CPP al Archer, que seguía avanzando, y lanzó otro ataque de pura energía. Los cerúleos rayos desintegraron los restos de blindaje de su brazo derecho y consumieron los músculos de miómero que controlaban la pesada extremidad. Aún no agotada su vitalidad, los rayos redujeron el hueso de ferrotitanio a una argéntea bruma metálica y lanzaron el brazo por los aires.

El Archer, como había hecho trece años antes, se hincó de rodillas.

El corazón le subió a la garganta a Dan. Está sucediendo de nuevo, pero Morgan no replica a los ataques. Es como si quisiera morir, ¡morir como debió haberlo hecho en el Mundo de Mallory! Envió un mensaje urgente al Archer.

—¡Maldita sea, Morgan! ¡Haz algo! ¡Haz algo o morirás!

Morgan no contestó por la radio, pero Dan supo que lo había oído cuando se abrieron las toberas de los afustes de MLA del humanoide Archer, que llevaba montados en los hombros.

Yorinaga disparó al ’Mech con todas sus armas. Los misiles explotaron sobre el Archer y lo envolvieron en llamas y escoria. Una nube de plasma engendrada por los CPP rodeó el ’Mech y fundió la coraza con su calor infernal. Los láseres medios del Warhammer desgarraron la coraza del Archer como garras, mientras que los láseres pequeños abrieron dos orificios, como la mordedura de una víbora, en la pata izquierda del blanco. El arma montada en el pecho vomitó una ráfaga de balas en aquel torbellino de destrucción que arrancó pequeños fragmentos de armadura con sus metálicos dientes.

—¡Ahora, Morgan! —exclamó Dan, dando un puñetazo sobre el tablero de instrumentos—. ¡Dispara a los misiles!

El Archer cerró sus toberas vacías de misiles, se puso en pie y, con un movimiento más elegante y honorable de lo que Dan podría haber imaginado, hizo una reverencia. Tras unos largos momentos de horror y asombro, apartó la mirada del Archer hacia su enemigo.

De los hombros, las caderas y el cuello del Warhammer brotaban negras columnas de humo, que se alzaban en el sereno aire del desierto hacia los cielos. El ’Mech de Kurita intentó devolver la reverencia, pero el movimiento sólo produjo más humareda y el Warhammer quedó atascado con el tronco inclinado y la cabeza agachada.

Dan conmutó los sensores a infrarrojos y se protegió los ojos del resplandor de la pantalla. Con este calor, en el desierto, Yorinaga ha quemado su Warhammer. Dan miró el Archer de Morgan y comparó su silueta granate, relativamente fría, con la brillante figura blanca del Warhammer. ¿Esperaba esto Morgan?, se preguntó.

La voz del comandante en jefe de los Demonios de Kell restalló en la radio:

—Perdóneme por ser tan cobarde, Yorinaga-sama. Si lucháramos, sé que nos mataríamos el uno al otro. Me niego a mancharme las manos con su sangre. No quiero deshonrarlo.

La réplica de Yorinaga, llena de agotamiento pero, de algún modo, también más serena que antes, causó un escalofrío a Dan.

—Ahora comprendo lo que debí entender hace mucho tiempo: no hay ninguna vergüenza en ser incapaz de derrotar a un adversario superior. Estaba equivocado al creer que ser invencible es la cima del Camino de la Espada. Hacer lo que usted ha hecho, ganar negándose a combatir, es el triunfo definitivo. Mi vergüenza es no haber entendido esta realidad antes.