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Nusakan

Isla de Skye, Mancomunidad de Lira

24 de octubre de 3029

Desde su posición en la primera fila de los Demonios de Kell, Dan Allard se maravilló al contemplar la paz que irradiaba el rostro de Yorinaga Kurita. El MechWarrior del Condominio Draconis, flanqueado por media docena de guerreros de la Genyosha, caminaba en dirección al lado septentrional de la plataforma, montada de forma apresurada, donde lo aguardaba su hijo, y subió a ella. Parece alguien que acudiera a un agradable acto social y no al encuentro de la muerte.

Yorinaga se encaminó al lado occidental de la plataforma. Se quitó el ceremonioso shitagi gris, que lucía el emblema de la Genyosha en las mangas, los pectorales y la espalda, y se atavió con un kimono de un perfecto color blanco, con el que cubrió su torso desnudo. Saludó con una inclinación de cabeza al hombre que lo había ayudado a cambiarse de ropa, dio media vuelta y caminó hasta el centro de la plataforma. Dos tatami blancos habían sido extendidos allí en forma de T. Yorinaga se arrodilló de espaldas a Akira Brahe y mirando al sur.

Otro ayudante, vestido con el atuendo gris de la Genyosha, trajo a Yorinaga una bandeja con un frasco de sake y una pequeña taza. Yorinaga agarró el cuello del frasco con la zurda y sirvió el sake por el lado izquierdo, llenando la taza con dos movimientos. Mientras observaba cómo el guerrero kuritano se llevaba la taza a los labios, Dan recordó lo que le habían contado sobre aquella parte de la ceremonia. Apurará la taza en cuatro sorbos, dos más dos, porque la palabra japonesa shi significa «cuatro» y «muerte».

Yorinaga volvió a dejar la taza vacía sobre la bandeja y el ayudante se la llevó en silencio. Irguió la cabeza, se abrió el kimono para dejar al descubierto el pecho y el abdomen y se bajó el cuello hasta la mitad de la espalda. Luego dobló las mangas bajo los tobillos, para que el kimono impidiera que su cuerpo cayera hacia atrás en el momento de morir.

El anciano MechWarrior miró a los mercenarios y guerreros del Condominio presentes y les dijo:

—Os doy las gracias por honrarme con vuestra presencia en el día de hoy.

Con las manos sobre las rodillas, miró a su izquierda y asintió. El Tai-sho Palmer Conti subió a la plataforma con una bandeja blanca en la que había un cuchillo envuelto en papel, y la dejó en el suelo al alcance de la mano izquierda de Yorinaga. Hizo una reverencia y se retiró.

Akira Brahe, que actuaría como kaishaku de Yorinaga, se preparó para cumplir con su parte en aquel suicidio ritual. También iba vestido de blanco y estaba sentado. Se incorporó sobre la rodilla izquierda, desenvainó una katana de empuñadura blanca y la levantó por encima de la cabeza con la diestra. Sus ojos ambarinos midieron la distancia que lo separaba del cuello de su padre y cerró también la mano izquierda alrededor de la empuñadura.

Como ayudante, Akira debe cortar la cabeza a Yorinaga antes de que éste pueda deshonrarse mostrando la menor expresión de dolor. Dan escudriñó el resuelto semblante de Akira. Esto está destrozándolo, pero está decidido a no deshonrar a su padre.

Cuando Yorinaga empuñó el cuchillo del seppuku con la diestra, la luz del sol centelleó en su filo, que estaba orientado hacia la derecha. Hundió la hoja en su vientre por encima de la cadera izquierda y la movió hacia el costado derecho. Luego giró la hoja y realizó un jumonji, un corte en diagonal hacia arriba. Con el cuerpo inmóvil como una roca, sin haber perdido el control ni un solo instante, Yorinaga extrajo el ensangrentado cuchillo y apoyó de nuevo la diestra en la rodilla.

La espada de Akira descendió y segó la cabeza de su padre, poniendo fin así al insoportable dolor que Yorinaga no permitió jamás que se reflejase en su rostro. El cuerpo decapitado osciló por un momento y se inclinó había adelante.

Allard, Ward, Wilson y los demás Demonios de Kell habían contemplado horrorizados aquel ritual de muerte insensato y bárbaro. Por familiarizados que pudieran estar con la ceremonia del seppuku, no podían conciliarla con sus propios valores.

Del interior de su kimono, Akira sacó un papel de arroz blanco plegado en forma de triángulo. Agarró con él la cabeza de Yorinaga y la levantó en vilo. La mostró al Chu-sa Narimasa Asano, que asintió, confirmando la muerte de Yorinaga. En actitud reverente, Akira dejó la cabeza junto al cuerpo y limpió la hoja con el papel.

Regresó a su posición anterior y guardó la katana en su blanca vaina. Hizo una reverencia en dirección a su padre y, de acuerdo a la tradición, debería haberse retirado mientras los ayudantes se llevaban el cuerpo. Sin embargo, permaneció quieto y contempló a los soldados del Condominio Draconis allí reunidos.

—Es un pequeño consuelo para mí que, de acuerdo a las leyes y dictados de nuestra nación, no sea legalmente el hijo de Yorinaga Kurita —dijo el MechWarrior de cabellos broncíneos, atrayendo de inmediato la atención de los guerreros—. Esta decisión que voy a tomar cubriría de vergüenza tanto a mí como a su memoria, lo que no haría sin motivo. Todos ustedes lo han visto, y han sido testigos de cómo ha afrontado la muerte. Saben que era un hombre que merecía más respeto que el que recibió en los últimos años de su vida.

Aunque había comenzado con un débil susurro, su voz iba creciendo en intensidad y vitalidad.

—Yorinaga Kurita sólo quería una cosa: resolver lo que consideró como su vergüenza personal durante los últimos trece años —prosiguió—. Hace dos, el Dragón, Takashi Kurita, le ofreció esa liberación si creaba y adiestraba la Genyosha. Le dio carta blanca para que reuniera a los mejores MechWarriors de todo el Condominio y, con nuestro adiestramiento, creó una unidad de elite, que superaba en técnica y capacidad incluso a los afamados regimientos Espada de Luz.

El tono mordaz de Akira al mencionar los regimientos Espada de Luz hirió a Conti, pero el joven MechWarrior no dio al Tai-sho la oportunidad de responder.

—¿Qué obtuvo a cambio? En Northwind fuimos tratados como ronin o bandidos; o, peor aún a ojos del Dragón, como mercenarios. La Genyosha, las tropas que habían evitado que los mercenarios arrasaran el cuartel general del Tai-sho Conti, recibimos la orden de ejecutar a los prisioneros como ashigaru. No somos soldados novatos a quienes se puedan asignar tareas tan humillantes. ¡Somos samurais! Merecemos que se nos trate con mayor honor.

»Ese hombre —continuó, mientras señalaba a Palmer Conti— trajo su regimiento aquí para robamos la gloria de destruir a los Demonios de Kell. ¡Mírenlo! Incluso ahora está planeando ardides y manejos. Encontrará el modo de echar la culpa a mi padre de la destrucción de su unidad. Dirá al Dragón que llegamos demasiado tarde, o que nos negamos a atacar, o que sus hombres murieron al tratar de salvarnos de los Demonios de Kell. No importa lo endeble que sea su invención: gracias a ella, se salvará.

»Y se salvará porque Takashi Kurita creerá todo. El Dragón está viejo y preocupado. Su venganza personal contra Jaime Wolf lo impulsó a ordenar que matáramos a todos los mercenarios que viésemos. Como pretexto, nos recordó que los mercenarios combaten por dinero y, por tanto, carecen de honor. No pueden ser auténticos guerreros a causa de este defecto y deberíamos considerarlos como una afrenta a nuestra sensibilidad.

Akira se volvió hacia Morgan Kell y agregó:

—Ahí tienen a ese mercenario sin honor. Mi padre mató a Patrick Kell en Styx, pero Morgan no lo odiaba por ello. El año pasado, en la Tierra, Morgan Kell y Jaime Wolf, bribones ansiosos de oro a ojos del Dragón, ayudaron a mi padre a superar una situación muy peligrosa, en la que me salvaron la vida y probablemente también la suya. Y aquí, tras un día de combatir en este desierto, Morgan Kell honró el deseo de mi padre de celebrar un duelo; sin embargo, se negó a avergonzarlo en él.

»Encuentro más honor en un coronel mercenario que en el Coordinador del Condominio Draconis. Por esta razón, dimito como miembro de la Genyosha y, si Morgan Kell me acepta, vinculo mi honor personal al de los Demonios de Kell.

El Chu-sa Narimasa Asano ocupó su lugar en el borde oriental de la plataforma. Hizo una respetuosa reverencia a Akira y se volvió hacia los hombres de la Genyosha.

—He escuchado las palabras de Akira Brahe y encuentro que hay mucha verdad en ellas. Yorinaga Kurita fue el mejor y más competente líder bajo el que he servido en el Condominio. El cúmulo de indignidades que padecieron tanto él como la Genyosha, sólo han servido para avergonzar al Coordinador.

»Una vez dicho esto, y sin ninguna intención de deshonrar al coronel Kell ni a sus valientes guerreros, no puedo jurar lealtad a una compañía mercenaria. Estoy convencido de que la locura del Coordinador pasará, de una manera u otra. El verdadero Dragón, el propio Condominio, seguirá adelante. De los líderes militares que tiene el Condominio, sólo uno mostró respeto a Yorinaga, sólo uno trató a la Genyosha como la organización de elite que es.

El MechWarrior del Condominio paseó su mirada por las tropas y continuó:

—No guardaré rencor a aquellos de ustedes que comparten la manera de pensar de Akira Brahe. Si desean seguirlo a los Demonios de Kell, o tomar su propio camino, los respeto por su decisión. Por mi parte, renunció a servir a Takashi Kurita y me someto a su heredero, Theodore. El príncipe Kurita es un guerrero a quien puedo seguir, y su destino es el único que deseo que prospere.

Quizás una docena de MechWarriors de la Genyosha, la mayoría de los cuales parecían proceder del Distrito de Rasalhague, avanzaron hasta la plataforma. Uno a uno, ejecutaron sendas reverencias, hondas y respetuosas, primero al Chu-sa Asano y luego (prolongada un par de segundos más que la anterior) a la estera sobre la que se había arrodillado Yorinaga. Luego se pusieron frente a Morgan Kell y se inclinaron ante él. Morgan devolvió los saludos y dio la bienvenida a cada guerrero con un cordial apretón de manos.

Akira se volvió hacia Narimasa Asano.

—Gracias, Chu-sa, por su sabiduría —dijo—. Espero que no haya una nueva ocasión en que se enfrenten los Demonios de Kell y la Genyosha.

—Yo también lo espero —respondió Asano, y sonrió con afecto a Akira—. Usted es la viva imagen de su padre. No lo olvide jamás.

Tras aquellas palabras, hizo una profunda reverencia, se irguió y bajó de la plataforma.

Akira se marchó también. Se inclinó por última vez ante el lugar donde había muerto su padre y caminó hacia Morgan Kell.

—Le estaría agradecido si pudiera encontrar un lugar en su unidad para un humilde MechWarrior —le dijo.

Morgan le ofreció su mano.

—Su petición es un honor para nosotros. Bienvenido a los Demonios Kell.