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Nueva Avalon
Marca Crucis, Federación de Soles
20 de julio de 3029
Hanse Davion levantó la mirada de su escritorio cuando Quintus Allard entró en su despacho. Al ver la sonrisa confiada de su ministro de Inteligencia, cobró ánimos.
—Creo que es la primera vez que te veo sonreír desde que empezó la guerra —le dijo a guisa de saludo. Salió de detrás de la mesa y le indicó que tomara asiento en un sillón de cuero pardo. El mismo se acomodó en el brazo forrado de otro.
El jefe de espionaje se dejó caer en el sillón y miró al Príncipe.
—Creo que es la primera vez que las operaciones han obtenido unos resultados tan buenos como cabía esperar.
Hanse sonrió. Tras la llegada de Misha ayer y el intento de asesinato de la Arcontesa, no me vendrá mal oír una buena noticia.
—Bueno, no te quedes callado —lo apremió.
Quintus miró su ordenador portátil para notas.
—En primer lugar, Alexi Malenkov consiguió transmitir un breve mensaje a uno de nuestros hombres en Solaris a través de los agentes de Liao. Aunque el mensaje ha tardado siete semanas en llegar, la Nave de Descenso que trajo a la señorita Auburn trajo también la noticia de que el holodisco que recuperamos en Bethel sí procedía de Candace Liao. Malenkov confirmó que lo había dejado Justin… Al menos, lo supone porque el agente de la Maskirovka muerto trabajaba para Romano Liao.
Hanse se acarició la barbilla mientras reflexionaba sobre la noticia. Una batalla intestina no ayudará mucho a Liao a seguir adelante con la guerra.
—¿Crees que Romano sabe que su hermana nos ha enviado lo que podría considerarse un comunicado amistoso? Tal vez envió a su agente con órdenes de que se apoderase del disco para que ella pudiese utilizarlo contra Candace.
—No. Por lo que sabemos de las acciones emprendidas por Romano en el pasado, no le preocupa tener pruebas de culpabilidad antes de actuar. Seguramente recordaréis el ataque terrorista en Kittery, que ella patrocinó, así como el atentado contra mi vida durante los preparativos de vuestra boda. Creemos incluso que la ausencia actual de Elizabeth Liao podría significar que está enfrentada con Romano. Esta es muy semejante a su padre… demasiado para que yo esté tranquilo. Es tan inestable y explosiva como la nitroglicerina.
—Lo entiendo, Quintus, pero me pregunto si es lo bastante fuerte para desplazar a Candace de su posición como heredera del trono. —El Príncipe se deslizó desde el brazo hasta acomodarse en el sillón—. El agente encargado de matar a Justin en Bethel ¿estaba por algo que éste había hecho a Romano? ¿O ella intentaba eliminar uno de los apoyos de Candace?
—No estoy seguro —repuso Allard—, porque no creo que Romano vea los problemas desde esa perspectiva. Ella ataca a la gente sin calcular las consecuencias. Es algo similar al intento de Maximilian Liao de colocar a un doble en vuestro lugar. Si no hubiera sido por Ardan Sortek, lo habría conseguido. Pero, si Liao hubiera imaginado lo que podía implicar un fracaso, nunca se habría atrevido a llevarlo a cabo.
Al recordar aquella conspiración y las desgracias que había supuesto para sí mismo y para Ardan, Hanse sintió una antigua, aunque persistente, furia. El plan de Liao era casi perfecto. Si los agentes infiltrados hubiesen podido desacreditar a Ardan, la Federación de Soles habría sido suya en un único y sutil movimiento. Por fortuna, Ardan pudo demostrar que yo era el auténtico Hanse Davion.
—Tengo una duda, Quintus… —dijo el Príncipe, esforzándose por esbozar una sonrisa—. ¿Es Max capaz de concebir que puede fracasar? Resulta difícil de creer que hubiera renunciado a un plan tan perfecto para eliminarme, sin que le importasen los riesgos.
—Tal vez tengáis razón, mi Príncipe, pero no todos los miembros de la familia de Liao son tan irracionales. Su hijo, Tormana, ha procurado sobrevivir como prisionero de guerra en Nueva Avalon, y el afectuoso mensaje de Candace sugiere que ve las luces brillando en un monitor. —Pulsó un botón de su ordenador portátil—. De hecho, el programa de interpretación de datos, Data Interp, sugiere que Candace ha permitido que la provincia de St. Ivés quede privada de Naves de Salto para que nosotros no la ataquemos. Ha apostado a que un acuerdo tácito y unilateral de no atacar la Federación de Soles merecerá un trato similar por vuestra parte.
Hanse cerró los ojos para meditar. Si no hemos de temer un ataque de la Comunidad de St. Ivés, puedo trasladar las tropas estacionadas en Kittery e integrarlas en la fuerza principal de la invasión. Cuando levantó los párpados de nuevo, sonrió como un zorro contemplando un gallinero.
—Sí, creo que su gesto merece ser correspondido. Trasladaremos las fuerzas de Kittery para que colaboren en la sexta oleada de la invasión. ¿Llegarán a tiempo?
—Desde luego. Las apuestas en Solaris siguen pronosticando un ataque a primeros de septiembre. Si nos ponemos en marcha a mediados de agosto, pillaremos por sorpresa a todos los que esperan que atacaremos más tarde.
—¿Algo más? —preguntó el Príncipe, desperezándose.
—Hemos recibido el primer informe sobre los ataques de Ridzik a la Liga de Mundos Libres. Sus tropas han penetrado profundamente en el territorio de Marik y le han causado graves pérdidas. Creo que los de la Liga contraatacarán en Talitha, pero Ridzik preverá ese ataque y lo contendrá. La Mancomunidad de Lira se lanzó sobre los planetas del interior, detrás de las líneas de Ridzik, y acabó con las últimas resistencias con facilidad.
El Príncipe, nervioso, entrelazó los dedos.
—¿Habrá problemas en alguno de los planetas por los que viajará Melissa?
Quintus titubeó. Hanse comprendió de inmediato que estaba a punto de insistir en un antiguo argumento.
—No, Alteza —respondió—, no preveo ningún problema en los mundos de los territorios ocupados ni de la República Libre de Tikonov. Sin embargo, no me parece una buena medida que vuestra esposa regrese a la Mancomunidad de Lira mediante un circuito de órdenes que utiliza planetas habitados en territorio enemigo.
—¿Qué quieres que haga, Quintus? —dijo el Príncipe, con expresión sombría—. Me niego a enviarla por sistemas estelares no habitados. Si una sola Nave de Salto tuviera una fuga de helio, se quedaría aislada allí… Y con esta maldita Interdicción, nunca me enteraría. No. Debe pasar por mundos habitados, para que puedan efectuarse reparaciones en caso de accidente.
Quintus se frotó las sienes con las yemas de los dedos.
—Alteza, comprendo y respeto vuestra preocupación por las fugas de helio. Lo que yo temo es una traición de Ridzik, y podríamos evitar cualquier contratiempo enviando a Melissa por el Pasillo Terráqueo.
Hanse meneó enérgicamente la cabeza.
—¿Y arriesgarnos a otra incursión kuritana? En el mes de enero pasado, estuvieron a punto de cercarnos en aquella frontera. Sabemos que no todas sus fuerzas están empeñadas en la guerra contra los Dragones de Wolf, en el distrito de Galedon, ni en repeler las tropas liranas. ¿He de recordarte que Melissa y su Nave de Salto fueron secuestradas en Fomalhaut hace dos años?
»Ardan ordenará a Ridzik que aleje sus tropas de los sistemas por los que viajará Melissa —prosiguió, lanzando una mirada desafiante a su jefe de espionaje—. Así zanjaremos el problema. Kurita no atacará Tikonov, y Liao no es capaz de hacerlo tampoco.
Quintus se puso bruscamente en pie.
—¡Escuchad vuestras propias palabras, Alteza! Si se tratase de otra persona, pensaríais de una manera más racional. No le ha sucedido nada a Misha Auburn en su viaje a través del Pasillo Terráqueo. Ese camino es seguro… más, en mi opinión, que el que vos habéis elegido.
Hanse inspiró hondo y se esforzó por mitigar su cólera. ¿Cómo puedo explicarle que siento un fatal presagio cada vez que comenta que Melissa debería viajar por el Pasillo Terráqueo? Sé que sus objeciones son válidas y debería atender su consejo, pero no puedo, De algún modo sé que, si Melissa viaja por el Pasillo, no volveré a verla con vida.
—Quintus, viejo amigo —rezongó, espirando poco a poco—, por favor, trata de entenderlo. Sé lo que estás diciendo y que tienes toda la razón. —Movió las manos como si fuera incapaz de expresar lo que quería decir—. Confía en mí y haz lo que te pido. Ya he tomado la decisión y cambiarla ahora sería un desastre.
El tono implorante del Príncipe conmovió a su ministro, que capituló con un cansado gesto de asentimiento.
—Las órdenes fueron emitidas ayer a Ardan para que diera instrucciones a Ridzik; por tanto, sería difícil cambiar ya las cosas. —Brindó al Príncipe una sonrisa tranquilizadora—. Confío en vos y en vuestro buen juicio, mi señor. Pero, por el bien de la nación, debo asegurarme de que vos también lo hacéis.
El Príncipe se incorporó, ofreció su mano a Quintus y estrechó la suya con fuerza.
—Dudo que pueda, algún día, recompensarte por todos los servicios y sacrificios realizados por la familia Allard. Pero quiero que sepas que no serán pasados por alto. Tú representas un lujo que sólo el líder de un gran Estado puede apreciar de verdad: alguien en quien puedo confiar a ciegas.
Quintus irguió la cabeza.
—Y vos, Alteza, me habéis concedido esa misma dicha a mí. —Apartó la mano y agregó—: Por cierto, y cambiando de tema por completo, vuestra decisión de llevar a cabo una distribución al azar del licor y los alimentos llegados de la Mancomunidad de Lira, ha levantado prodigiosamente la moral en Nueva Avalon. La gente ya habla de «la lotería lirana» y el registro de votantes ha sufrido un espectacular aumento en los dos últimos días; ahora, hay más personas que pueden ser elegidas para el sorteo.
—¡Excelente! —dijo el Príncipe, dando una palmada—. Esperaba que esa medida diera buenos resultados. Hay dos cosas que no quiero que se produzcan en Nueva Avalon: acusaciones de elitismo entre la nobleza y un pujante mercado negro en bienes de consumo. Por eso me alegró tanto saber que tu hija y Morgan habían organizado una fiesta sorpresa para los pacientes del hospital.
Quintus sonrió, lleno de orgullo.
—A Riva le complació que la cobertura de la fiesta por parte de los medios de comunicación sirviera para aumentar el número de voluntarios en el hospital. Supongo que sirve de algo que la gente sepa que hay otros que sufren mucho más que ellos a causa de la guerra. —Se peinó sus blancos cabellos con los dedos—. La atención del programa de videonoticias ha conseguido que muchos comprendan que muchos guerreros heridos, ingresados en el ICNA, se encuentran lejos de sus casas, y que esa soledad es, a veces, peor que las heridas.
Hanse, meditabundo, tabaleaba con el dedo índice sobre su barbilla.
—Bien dicho. Creo que debemos fomentar los contactos entre la ciudadanía y los guerreros ingresados en el Centro Médico del ICNA. Hemos de mostrar que los habitantes de Nueva Avalon están preocupados por los hijos e hijas de los planetas fronterizos. Aunque haya desaparecido Michael, aquellos que lo apoyaron todavía podrían animarse a armar jaleo, ahora que la guerra ya resulta más difícil y costosa.
El ministro de Inteligencia, Información y Operaciones inclinó la cabeza.
—Consideradlo hecho, mi señor. Ya hemos descabezado la serpiente. Ahora debemos asegurarnos de que sus coletazos no vayan a causar ningún daño.