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Tharkad

Distrito de Donegal, Mancomunidad de Lira

10 de agosto de 3029

Katrina Steiner se hallaba de pie frente a su trono cuando Frederick Steiner entró en la sala. El taconeo de sus pisadas resonó sobre el suelo de mármol pulido como un rítmico tamborileo; sólo vaciló cuando Frederick vio que Ryan Steiner se encontraba entre las sombras del trono. La Arcontesa vio la valiente pugna de Frederick por impedir que la sorpresa se reflejase en su rostro, y paladeó aquel espectáculo. Sí, idiota, estás perdido.

Frederick, deslumbrante con su gris uniforme del Décimo de Guardias Liranos, se detuvo al pie del trono. Dio un taconazo e hizo una reverencia a la Arcontesa, pero no le alargó la mano.

—¿Me habéis mandado llamar, Arcontesa? —preguntó.

—En efecto.

Frederick se sintió violento bajo la fría mirada de Katrina. Hizo ademán de acariciarse la cicatriz de la sien, pero se contuvo.

—¿Qué sucede, Katrina? —le espetó, mutando parte de su miedo en irritación—. Hay una guerra ahí fuera y ha llegado el momento de que mis tropas regresen al frente, de acuerdo al sistema de rotación. ¿Qué queréis?

La Arcontesa sonrió con crueldad y se sentó en el alto trono. Por encima y detrás de ella, los dos BattleMechs de tipo Griffin que pertenecían a su Guardia de Casa aparentaban mirar a Frederick como si fueran verdugos.

—¿Que qué es lo que quiero, Frederick? Si pudiera hacer realidad mis caprichos, ¡habría ordenado que me trajeran tu cabeza en una bandeja de plata!

Frederick dio un paso atrás.

—¿De qué estáis hablando?

—¡Imbécil! Por si fuera poco que planearas mezquinas traiciones con Aldo Lestrade, ¡también has colaborado con él de forma activa en su última conspiración! Hasta ahora, siempre supuse que los atentados contra mi vida eran obra de Lestrade, y sólo de Lestrade. —Katrina se volvió hacia Ryan—. Él me ha traído un holodisco que tú enviaste a Alessandro, en el que solicitas su apoyo en la situación que se crearía tras mi caída. ¿Cómo puedes haber sido tan torpe y estúpido?

Frederick se quedó boquiabierto.

—¿Aldo ha organizado un atentado contra vos? Sabía que habían existido otros, pero siempre pensé que habían sido llevados a cabo por disidentes, por Heimdall… o por Casa Kurita. Yo…

La dolida expresión de Frederick, sintiéndose traicionado, emocionó a Katrina. Frederick siempre ha sido hostil y rencoroso, pero he pasado por alto muchas cosas por su lealtad a la Mancomunidad y su habitual falta de imaginación. ¿Estoy equivocada al suponer que estaba lo bastante desesperado para aprobar este último atentado?

—Frederick, hace dos meses, unos asesinos estuvieron a punto de asesinarnos a mí y a Simón Johnson. Si no hubiera sido por una persona que era miembro de Heimdall, ahora tú estarías ocupando mi lugar. ¿Intentas convencerme de que no era éste el incidente que sugerías en el holodisco que enviaste a Alessandro?

Frederick palideció, pero el fuego seguía brillando en sus ojos. Lanzó una mirada de odio a Ryan y se volvió de nuevo hacia la Arcontesa.

—Juro por mi honor de oficial de las Fuerzas Armadas de la Mancomunidad de Lira, que no sabía nada de ningún intento de asesinato contra vos. Deponeros, sí. Lo he pretendido desde que usurpasteis el trono. Pero quería derrotaros en una batalla política, no destruiros como un ladrón ansioso de apoderarse de un botín.

—Tu honor de oficial de las FAML no significa nada, Frederick —replicó Katrina, hinchando las aletas de la nariz—. Pero es muy propio de ti ese deseo de luchar abiertamente. —Se arrellanó en el trono, apoyó los codos en los brazos de aquél y juntó las yemas de los dedos—. ¿A qué incidente te refieres en el mensaje?

Frederick se puso rígido, como si se dispusiera a negarle esa información, pero Katrina no le dio la oportunidad de recurrir al honor para defenderse.

—Sé realista, Frederick. Aldo Lestrade te ha traicionado un centenar de veces. Sé que él está detrás de esto; él ha tirado de tus cuerdas como un titiritero. ¿Qué utilizó esta vez para seducirte?

La determinación de Frederick se esfumó.

—Tras cualquier acción hostil de las fuerzas del Condominio, planeaba declarar la independencia de la isla de Skye —confesó—. Restringiría el comercio y os aislaría de la Federación de Soles. —Miró a Katrina con expresión suplicante, rogando que lo comprendiera—. Yo negociaría un acuerdo entre él y vos. Sería considerado como un auténtico líder y… —lanzó una feroz mirada a Ryan— con el apoyo de Alessandro, podría forzaros a abdicar. O, al menos, a que compartierais el poder conmigo en una coalición.

Katrina miró a Ryan y desdeñó la expresión sarcástica del joven. Lo mismo que me ha contado él, aunque era obvio a partir de la situación política y el holodisco. Lo bastante evidente como para que incluso Frederick sondeara sus profundidades y decidiera que podía ir bien. Sintió un escalofrío. Sí, con el pueblo irritado por el estancamiento de la guerra y el matrimonio de mi hija, probablemente habría funcionado.

—Cuando los Demonios de Kell vencieron al Tercero de Regulares de Dieron, pusieron un serio obstáculo a ese plan. Lestrade ya no podía declarar que yo lo había abandonado, si los Demonios habían defendido uno de sus planetas, ¿verdad?

—No —admitió Frederick, bajando la mirada—. Dijo que el plan sólo había sido demorado, no desbaratado por completo. —Irguió la cabeza y añadió—: Ya habéis visto que mantiene la isla de Skye lo peor defendida posible, a excepción de Summer. Sigue temiendo que se produzca un ataque allí, aunque creo que tiene más miedo a los Demonios de Kell que al Dragón.

—Hace bien. Los Demonios de Kell han de preocuparse de sus propios asuntos y, después, no sé si podré convencerlos de que no arrasen Summer.

De hecho, pensó Katrina, si Yorinaga Kurita no hubiera enviado un mensaje a Morgan en el que le proponía una batalla en el mundo desértico de Nusakan IV dentro de dos meses, tal vez Morgan habría intentado matar a Lestrade.

Frederick Steiner se arrancó los galones de las hombreras del uniforme y los arrojó a los pies de la Arcontesa.

—Dimito como comandante en jefe del Décimo de la Guardia Lirana. Son las mejores tropas que un oficial podría desear tener bajo sus órdenes. —Miró a Katrina a los ojos y esbozó la más tenue de las sonrisas—. Pero eso ya lo sabéis. Fuisteis su jefe antes de convertiros en arcontesa. Son los mejores. No quiero que su reputación quede empañada cuando me juzguéis por traición y ordenéis mi ejecución.

Katrina miró los galones y, por unos momentos, se sintió hechizada por la luz que centelleaba en los diamantes gemelos que había en cada galón. Ojalá fuera tan sencillo. Los empujó hacia él con la punta del pie.

—Créeme, Frederick, me gustaría aceptar tu oferta. Si pudiese elegir, ordenaría que te fusilaran y que colgasen a Aldo Lestrade de la torre más alta de la Tríada. Pero es imposible. No puedo matarte ni aceptar tu dimisión.

Frederick, perplejo, frunció sus blancas cejas y arrugó la frente.

—No os entiendo.

—Al dejar la isla de Skye desguarnecida, Aldo Lestrade ha convertido sus dominios en una presa muy atractiva para el Condominio Draconis. Es cierto que intentaron realizar una incursión, que le habría proporcionado la excusa para independizarse; pero ese plan procedía de Luthien. Un plan nuevo y más mortífero ha sido elaborado por Theodore Kurita. En pocas palabras, planea una gran ofensiva con base en el planeta de Dromini VI. La ofensiva ha de comenzar a finales de octubre y penetrará profundamente en la isla de Skye.

Frederick cerró los ojos al proyectar en su mente un mapa de la región.

—Eso pone en peligro una media docena de planetas y hace vulnerables a muchos más en los saltos de la segunda y tercera etapas. —Abrió los ojos—. Con nuestras fuerzas concentradas en el Distrito de Rasalhague y combatiendo en la frontera con Marik, no tenemos tiempo de enviar tropas y suministros a Skye para detener la ofensiva.

—No, a menos que dejemos que nuestro frente se derrumbe como un castillo de cartas. Yo podría enviar tropas a los mundos de Skye, pero no dispondrían de los apoyos y abastecimientos necesarios. Con otro mes de tiempo, podría conseguirlo; y es otro mes lo que pretendo tener.

Katrina se inclinó hacia adelante, olvidando todo protocolo entre la Arcontesa y su súbdito. Describió su única esperanza a Frederick como un MechWarrior a otro.

—Theodore Kurita ya ha atacado Dromini VI con comandos que han eliminado la milicia del planeta. Comenzará a enviar tropas y suministros al planeta durante los próximos dos meses. Luego, a finales de noviembre, emprenderá la marcha. Las Naves de Salto utilizan un punto de salto pirata, situado a menos de trescientos mil kilómetros del planeta para reducir al mínimo las señales de actividad. Nuestra única esperanza de retrasar la invasión es impedir que se reúnan suficientes tropas y suministros. He de atacar la base de abastecimientos de Theodore.

Frederick asintió despacio, frotándose la barbilla.

—Una unidad de elite podría hacerlo. Podríamos destruir los almacenes, pero sería una misión suicida.

—Es mucho mejor ser recordado como un héroe que como un traidor que murió ejecutado.

Frederick se irguió cuan alto era.

—Prometedme que una Nave de Salto aguardará a los hombres que sobrevivan, para traerlos de vuelta. —Ella titubeó, pero Frederick entornó los ojos y agregó—: No temáis, Katrina; yo no estaré entre ellos.

La Arcontesa se incorporó y le ofreció su mano.

—Que así sea.

Frederick le besó la mano y echó un último vistazo a la sala del trono que tanto había añorado considerar como suya. Hizo una reverencia y dio media vuelta para salir, pero se detuvo y miró fríamente al otro Steiner presente en la sala.

—Lo que has presenciado, Ryan Steiner —le dijo—, es lo que sucede cuando uno pierde ante un vencedor generoso. Cuando llegue tu hora, espero que tu derrota sirva a la Mancomunidad tan bien como la mía.