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Sian
Comunidad de Sian, Confederación de Capela
20 de marzo de 3029
Justin siguió a Candace Liao a través de las puertas lacadas en negro y entró en la fría y oscura sala de reuniones. Las puertas se cerraron a sus espaldas con el siseo de los chorros de vapor y un fuerte chasquido final. Justin se dirigió al extremo más cercano de la negra mesa de forma romboide. Ofreció una silla a Candace e hizo una reverencia al canciller Maximilian Liao.
El Canciller, sentado en un trono de mármol negro y respaldo alto, asintió con gesto cansado. Las vetas grises y blancas del mármol del trono eran similares a los mechones canosos que salpicaban sus desordenados cabellos y su largo y fino bigote. El único color que lucía el demacrado rostro del Canciller eran las manchas purpúreas que se extendían bajo sus ojos.
Justin sintió un escalofrío. La primera vez que lo vi, me recordó una araña, rodeada de patas colgantes y sentada en el centro de una telaraña cósmica. Ahora semeja un espantapájaros plantado en un campo yermo y azotado por el viento. ¡Diablos! Con ese uniforme negro, parece que se vaya a morir en cualquier momento.
Tsen Shang, sentado al otro extremo de la mesa, barajaba unos papeles sin cesar. Era alto y de cabellos morenos: tenía un aspecto similar al que debió de tener el Canciller en su juventud. Por orden de Romano, se había dejado crecer un bigote parecido al de Liao. Sin embargo, en un impulso de espíritu independiente, se había negado a cortarse las uñas. Siguiendo la moda, las uñas de los tres últimos dedos de Shang tenían una longitud de unos diez centímetros. La laca negra que las cubría escondía las fibras de carbono que las reforzaban; no obstante, Justin se acordaba bien de la ocasión en que Tsen desgarró una chaqueta de cuero con los afilados bordes de sus uñas. Candace tiene razón: debo ir con cuidado. Cuando Romano destruya los últimos sentimientos de amistad de Tsen hacia mí, se convertirá en un enemigo peligrosísimo.
Romano, sentada a los pies de su padre, miró a Justin como una gata salvaje. Sus verdes ojos sólo expresaban intenciones asesinas y la mueca que deformaba su cara sólo se intensificaba cuando miraba a su hermana. Sus cabellos de tono granate enmarcaban un rostro que habría sido hermoso de no ser por la malevolencia que lo distorsionaba.
—¿Me habéis mandado llamar, Maravilla Celestial? —dijo Justin, mirando al Canciller.
Liao asintió con un gesto seco y entrelazó con nerviosismo las manos, en vez de juntar las yemas lleno de confianza, como era su costumbre.
—Están ocurriendo cosas preocupantes, ciudadano Xiang. Muy preocupantes.
Justin miró a Tsen.
—¿Qué informes tenemos?
Tsen dejó sus papeles sobre la oscura superficie de la mesa.
—Las fuerzas de Davion no han avanzado todavía, pero están agrupándose a lo largo de la segunda línea de Highspire.
Al oír la mención de su antiguo territorio, Romano se agitó con irritación. Maximilian bajó la mano y le acarició sus cabellos granates con su huesuda mano. Como una niña, Romano reclinó la cabeza contra la pierna de su padre.
—¿Tenemos algún indicio sobre el día en que atacarán? —preguntó Justin.
—No —contestó Tsen—. Hemos ordenado la movilización de todos los reservistas. Se está reforzando la milicia con MechWarriors veteranos y hemos dicho a todo el mundo que hemos enviado tropas a reforzar las defensas. Hemos emprendido la creación de Escuadrones Juveniles y los entrenaremos en el manejo de lanzadores de cohetes infierno y MCA. Esperamos aprovechar los territorios urbanos para acosar a los invasores. A las tropas de Davion les costará mucho más ocupar nuestros planetas que en la primera oleada de ataques.
Justin sonrió.
—Bien. Entonces, ¿cuál es el problema?
El Canciller frunció el entrecejo con gesto sombrío mientras sacaba una hoja doblada de papel de un bolsillo de su guerrera.
—¡Hoy ha llegado este mensaje del coronel Archibald McCarron! ¡Dice que va a trasladar a Palos los cuatro regimientos que le quedan y que tenía estacionados como guarnición en los planetas que tenía asignados! ¡Yo no he dado jamás una orden semejante! —Liao palideció y arrugó el mensaje con la mano—. A petición mía, Tsen Shang ha comprobado la orden y ha descubierto que fue transmitida con tu firma.
Pese a la ira que sacudía al Canciller, Justin se arrellanó en su silla.
—Bien, muy bien —comentó.
—¿Qué? —dijo Shang con un gesto de incredulidad—. Palos es un lugar desastroso para una unidad mercenaria de primera fila como la Caballería Blindada de McCarron. ¿Te has vuelto loco? Al alejarlos de la frontera de la Marca Capelense, Sian queda desguarnecido.
Justin se incorporó apoyando las manos sobre la mesa.
—No, señoras y caballeros, no me he vuelto loco. Sólo he evitado una catástrofe. —Miró a Shang—. ¿Qué le ocurrió al primer regimiento de McCarron?
La desconfianza que brillaba en los ojos de Shang se desvaneció en cuanto meditó la pregunta de Justin.
—Las fuerzas davionesas lo destruyeron por completo en las batallas de Arboris y Basal.
Justin asintió y una sonrisa astuta tiró de una de las comisuras de su boca.
—No se dio cuartel, por culpa de la incursión que había efectuado McCarron en la Federación de Soles hace seis o siete años. La Caballería Blindada de McCarron dejó entonces en ridículo a la Federación y Hanse Davion le devolvió el favor en la primera fase de su ataque. ¿Cómo debe de sentirse McCarron?
Shang se permitió una sonrisa.
—Está ansioso de demostrar que vuelve a ser el mejor y quiere vengarse.
Justin dio un suave golpe en la mesa con su puño metálico.
—¡Exacto! —dijo, y se volvió hacia el Canciller—. McCarron siempre ha sido un elemento incontrolado. Siempre lo hemos destinado a mundos que no necesitan protección para tenerlo a corta distancia de los planetas que sí la necesitan. Tal vez sea un sistema ineficaz, pero sirve para que una unidad mercenaria de elite luche bajo nuestra bandera a un precio reducido.
»Pues bien —prosiguió—, McCarron emprendió esa pequeña acción por su propia cuenta. Quería perjudicar a la Federación de Soles e iba a hacer algo tanto si le dábamos permiso para ello como si no. Me di cuenta de la situación y le transmití una orden de traslado.
El Canciller entornó sus oscuros ojos y asintió despacio.
—Comprendo la sabiduría de tu iniciativa. Encauzaste un torrente que sabías que no podías contener. Sin embargo, critico tu decisión de acantonarlos en Palos. Tal vez se produzca en ese planeta el mejor champán de los Estados Sucesores, pero no es un enclave militar que valga la pena defender.
—Estoy de acuerdo con vos, Señor del Universo. Por eso, la Caballería Blindada de McCarron está, en realidad, en Sarna.
Las palabras de Justin dejaron estupefactos a todos los presentes. El analista de la Maskirovka respondió a la pregunta que bailaba en todas las mentes.
—Sí, McCarron y yo elaboramos un código en clave. Está en Sarna, aunque el mensaje diga que está en Palos. Ahí es donde los hombres de Davion creen que está. Desde Sarna, McCarron puede llegar a cualquier planeta susceptible de ser atacado por Davion en su próxima oleada.
Candace hizo girar su silla.
—¿Crees que hay un espía entre nosotros?
Justin se humedeció los labios y reflexionó por unos momentos antes de contestar.
—No estoy seguro, pero creo que tenemos un traidor en nuestras filas.
—¿Por qué? —preguntó Shang levantando la cabeza.
Su pregunta, hecha sin hostilidad, indicó a Justin que también lo acuciaba aquella misma idea.
—Lo primero que me hizo sospechar fue la facilidad con que, al parecer, Pavel Ridzik eludió a la asesina que le habíamos enviado. Era una agente perfecta. Excitó su libido y Ridzik dejó de pensar. La bomba utilizada destruyó la mitad de la manzana, pero el coronel consiguió huir del restaurante y alejarse de la vecindad. Debieron de avisarle. Además, su rápida alianza con Hanse Davion sugiere que es realmente el pago de una deuda.
—El problema es que había un gran número de agentes que trabajaban en ese asunto —comentó Shang—. Cualquiera de ellos pudo haberse ido de la lengua.
Justin hizo un gesto desdeñoso.
—Quizá, pero creo que la filtración salió de aquí, de Sian. Algún agente pudo contar a Davion que íbamos a atentar contra Ridzik, pero sólo una filtración realizada al inicio de la operación pudo haberle dado el tiempo suficiente para organizar la evacuación.
—Eso es cierto —reconoció Shang, que se volvió hacia el Canciller. Este asintió.
—Además de ese incidente —continuó Justin—, no dejo de dar vueltas a lo que afirmó Michael Hasek-Davion antes de morir. Dijo que Hanse le había suministrado datos falsos. Nosotros rechazamos esa sugerencia, porque sabíamos que la información fiable que nos había facilitado Michael no llegaba al diez por ciento del total. Pero ¿y si, por una vez, hubiese dicho la verdad? Hanse necesitaría tener a alguien infiltrado en la Maskirovka para asegurarse de que los datos buenos que recibiéramos serían subestimados, al tiempo que nuestra confianza en los informes de Michael nos dejaba en clara desventaja.
Romano se inclinó hacia adelante en la silla como un gato preparado para saltar.
—¿Quién? ¿Quién podría ser el traidor?
—Mi dama de Highspire, es más sencillo decir de quiénes no sospecho. —Paseó su mirada por la sala—. Confío en todos los aquí presentes y en Alexi Malenkov, pero en nadie más.
—¿Ni siquiera en la esposa del Canciller? —preguntó con acritud Candace.
Justin titubeó. Tsen, Alexi y yo sabemos que Elizabeth Liao tuvo una aventura con Pavel Ridzik, pero esa información debía mantenerse en secreto. Al mirar a Romano sintió que le flaqueaba la confianza, pero la expresión del Canciller le llamó la atención de inmediato. ¿Qué ocurre aquí?
El dolor y la confusión luchaban por apoderarse del semblante del Canciller.
—Dejadla fuera de este asunto —dijo—. Volverá.
—¡Padre, divórciate de ella! —se revolvió Romano—. Mándala a Corazón Desnudo. Siempre la perdonas cuanto te abandona, y siempre vuelve y te pide perdón. ¡Líbrate de esa puerca de una vez!
Maximilian Liao se puso rígido de ira. Aquella tensión pareció insuflar nueva vida a su cuerpo.
—No consentiré que una niña mimada me dé lecciones, Romano. ¡Todavía soy el canciller de la Confederación de Capela! ¡He demostrado mi valía a la nación una y otra vez! Lo que yo desee perdonar y olvidar respecto a la mujer con la que me casé tras la muerte de tu madre, es asunto mío. ¡No es una cuestión que yo quiera discutir con una aristócrata petulante y sin posesiones!
La mayoría de los presentes se habrían encogido de temor ante la violenta réplica de Liao, pero no Romano. Parpadeó con calma, con el mismo aspecto felino de siempre, y volvió a ocupar su lugar a los pies de su padre, pero no se reclinó sobre él.
Justin contempló el rostro encolerizado de Liao. Si la esposa del Canciller ha vuelto a marcharse, debemos encontrarla. Cuando se entere de su defección, el príncipe Hanse Davion brindará con champán. Entornó los ojos. Tendré que sugerirlo, pero no aquí ni ahora. Haré que Alexi se encargue de esto con discreción.
—¿Qué medidas has tomado sobre la cuestión del traidor? —le preguntó Tsen para romper el tenso silencio.
—He ordenado a Alexi que revise algunos registros de comunicaciones, pero es mucho trabajo para una sola persona. Estos días he estado muy ocupado devolviendo el cadáver de Michael a la Federación y preparando la Operación Comunión de Intrusos.
Maximilian Liao cerró los ojos como un león tumbado al sol.
—Tsen Shang, tú te encargarás de investigar si hay un espía entre nosotros. Lo quiero vivo. Desarticularé toda la red de espías de Davion en Sian.
—Sí, Sabiduría Celestial.
Shang miró a Romano, que estaba tirándole de la manga. Su virulenta mirada lo sobresaltó. Intentó resistirse, pero a ella no le interesaban sus escrúpulos.
—Ese extravagante «circuito» que has creado para realizar tus propios planes —dijo Romano a Justin con una mirada asesina— está empleando demasiados recursos en forma de Naves de Salto. Por su causa, no podemos transportar tropas de modo eficaz. Vamos a perder esta guerra por tu culpa.
Justin apretó los dientes y los músculos le abultaron en las quijadas. ¡Zorra! Tus juegos sí que pueden ser nuestra perdición. Inspiró profundamente para limpiar de ira sus pensamientos y exhaló poco a poco.
—Su carencia de una suficiente capacidad de previsión ha vuelto a traicionarla, señora de Highspire. Todos sabemos que una Nave de Salto necesita un plazo de hasta dos semanas cerca de una estrella para recargarse, antes de que pueda efectuar uno de sus saltos de treinta años luz. Aunque este tipo de transporte es el más rápido de cuantos conocemos, la demora en la recarga hace que se necesiten más de dos meses para viajar de Sian a Bethel. Dada la velocidad actual del avance de Davion, sus tropas llegarían aquí cuando yo hubiera completado el viaje de ida y vuelta.
»La idea del circuito —prosiguió—, concebida por Hanse Davion para agilizar el movimiento de tropas, pretende tener una Nave de Salto cargada esperando junto a una estrella y lista para realizar la siguiente etapa del viaje. Así, el viaje de seis saltos hasta Bethel puede efectuarse en el plazo de tres días.
Romano miró a Shang. Este, incapaz de resistirse, se volvió hacia Justin.
—Nadie niega la necesidad de disponer de un circuito para llevarte a Bethel y las seis Naves de Salto reservadas están bien utilizadas. Lo que tenemos que preguntarte —miró de reojo a Romano— es por qué precisas ocho naves para regresar por una ruta opcional. Un mejor uso de esas ocho naves sería que transportasen tropas al frente.
Justin golpeó la mesa con su puño de acero y resquebrajó el recubrimiento petroquímico negro de aquella.
—¡Vamos, dejaos de rodeos! —dijo con la mirada clavada en Shang, que tenía el rostro enrojecido de ira. Luego dirigió la palabra al Canciller—. Ya hemos discutido en innumerables ocasiones por qué es necesario que vuelva rápidamente por otra ruta. En cuanto Hanse Davion descubra que hemos atacado con éxito su base secreta y robado la fórmula de los nuevos y mucho más fuertes músculos de miómero, no se detendrá ante nada con tal de impedirme regresar a Sian. ¡Incluso podría ordenar la destrucción de Naves de Salto!
Mientras pronunciaba aquellas palabras, Justin sintió un escalofrío. Nadie se plantea destruir Naves de Salto, ni siquiera en broma. Son la cumbre de la perditécnica y las necesitamos desesperadamente para que los seres humanos realicen viajes interestelares a gran velocidad. Todo el mundo sabe que pueden ser reparadas e incluso fabricadas, pero hemos perdido los conocimientos científicos precisos para saber cómo funcionan. ¡Destruir una Nave de Salto sería un sacrilegio!
El horror de perder algo que no podía reemplazarse no amilanó a Romano.
—No sólo quieres reservarte naves extras, sino que ahora nos dices que las que utilices pueden ser destruidas. —Se volvió hacia su padre—. ¡Esta misión es una barbaridad! Este hombre quiere manipularnos para llevar a cabo su venganza personal contra Hanse Davion.
Justin se rio con voz ronca.
—Su mente, duquesa, es demasiado pequeña para que pueda comprender la auténtica profundidad de los sentimientos que albergo hacia el Príncipe. ¿Realmente cree que me considero vengado con un simple ataque a la Federación de Soles? No, señora de Highspire. No lo piense ni en sus sueños más descabellados. Quiero apoderarme de la fórmula de la nueva fibra de miómero para poder convertir nuestros ’Mechs en máquinas invencibles. La nueva fibra triplicará la potencia de nuestros ’Mechs. Los nuevos músculos les permitirán cargar con más armas y blindajes más gruesos. Así podremos detener el avance de Davion, aplastar el embrión de nación de Ridzik y obligar a los invasores a retirarse a su propio territorio. —Sonrió al Canciller y añadió—: A retirarse mucho.
Romano lo miró con expresión escéptica.
—Si esa fibra de miómero es tan poderosa, y en un estadio de desarrollo lo bastante avanzado para que podamos robarla, ¿por qué no equipa Hanse Davion a sus BattleMechs con ella? ¿Cómo sabemos que existe?
La sonrisa de Justin no flaqueó ni por un instante.
—El proyecto del nuevo miómero era un pasatiempo del profesor y general Sam Lewis. Le gustaba comentarlo de vez en cuando con los MechWarriors e incluso lo mencionó en una conferencia en la academia de Sakhara hace cinco años, pero nadie lo tomó nunca en serio. Al fin y al cabo, era conocido por sus investigaciones acerca del propulsor Kearny-Fuchida, no por sus trabajos en la fibra de miómero. La gente creía que hablaba de avances científicos que se producirían en el futuro; no obstante, mientras yo viví en la Federación de Soles, siempre hubo rumores de extrañas fibras nuevas en las Fuerzas Armadas. —Se volvió hacia el Canciller—. Una de las pocas cosas positivas de nuestro contraataque de enero fue la información que encontramos en el planeta Axton. La información incluía la ubicación de una sucursal del ICNA en Bethel, en donde se encontraba el propio Lewis. Cuando empezó la guerra, Lewis fue llamado a la sede central del Instituto de Ciencias, en Nueva Avalon, para supervisar nuevas investigaciones sobre el propulsor Kearny-Fuchida, encaminadas a minimizar la pérdida de naves en los combates.
»Después de su partida de Bethel, las medidas de seguridad en la base se relajaron de forma considerable. Entonces puse a trabajar a un agente que teníamos infiltrado. Averiguó que uno de los ayudantes de Lewis había seguido entreteniéndose con el proyecto del nuevo miómero, pese a haber sido trasladado a otro puesto. Hizo un descubrimiento con el que se reforzaban las fibras pseudomusculares, pero aún no ha podido comunicárselo a Lewis a causa de la densa red de seguridad que protege al profesor. Esto significa que Hanse Davion y su gente no se han dado cuenta todavía de lo que tienen; por eso debemos actuar sin perder tiempo. ¡El momento de actuar es ahora!
Romano quiso protestar, pero Maximilian Liao alzó la mano para acallar la réplica de su hija.
—Se han terminado las discusiones. Ya están hechos los planes y no vamos a cambiarlos a estas alturas. ¿Cuándo te vas?
—Por la mañana. Efectuaremos los saltos dentro de una semana y estaré de vuelta diez días más tarde. Dentro de medio mes, veréis la génesis de una nueva raza de ’Mechs: una raza de gigantes sometidos a vuestro control.
Shang levantó la mirada.
—Justin, te agradará saber que ya disponemos de informaciones sobre la unidad a la que te enfrentarás en Bethel. Es la compañía Delta del Primer Regimiento de la Guardia Ligera de Davion.
Una sonrisa feroz apareció en el rostro de Justin.
—¿Sigue estando bajo el mando de Andrew Redburn, y constituida por los alfeñiques del batallón de adiestramiento que dirigí en el pasado?
Shang hizo un gesto de asentimiento.
—¡Excelente! —exclamó Justin, y se frotó con la diestra los fríos nudillos metálicos de su mano izquierda—. Saldaré más de una cuenta en esta misión.
El Canciller, que ya no se sentía fatigado, sonrió como un buitre.
—El orgullo de la Confederación te acompañará, ciudadano Xiang. No conocerás la derrota.