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Desviar el tiempo en otra dirección
Imaginemos Suecia dentro de 40.000 años.
Todo es una pura suposición. Hacia atrás en el tiempo, los arqueólogos pueden partir en expediciones de diverso tipo. Y en la actualidad contamos con una tecnología genética sorprendente, que podemos utilizar como herramienta para comprender lo que ocurrió en el pasado.
El futuro no nos atrae tanto como el pasado, puesto que no hay en él nada de lo que podamos estar seguros, nada con lo que relacionar nuestras vidas. Sencillamente, la imaginación no soporta suposiciones demasiado improbables sobre cómo será la vida en un tiempo que sobrepasa todos nuestros horizontes.
Sin embargo, algo sabemos sobre lo que ocurrirá dentro de miles de años. Sabemos bastante, a decir verdad, al mismo tiempo que vivimos con un factor de inseguridad que las generaciones anteriores no conocieron: la cuestión de cómo el clima, alterado por los seres humanos, acelerará diversos procesos que no serán necesariamente naturales.
Dentro de 40.000 años se habrán producido ya grandes sucesos dramáticos. No podemos decir con exactitud cuándo, sólo que tendrán lugar. Vamos camino de esos sucesos, aunque el camino sea largo. Pero conduce en una dirección concreta. Hacia una glaciación que se producirá en algún momento dentro de, más o menos, 10.000 o 50.000 años, y que afectará a nuestra parte del mundo.
Cuando la glaciación se produzca, una capa de hielo de cerca de un kilómetro de grosor cubrirá Suecia. Debido a un peso tan tremendo el interior rocoso se verá presionado hacia abajo en la corteza terrestre. El paisaje que hoy vemos quedará sepultado a varios cientos de metros por debajo de nosotros, y todas las características que lo distinguen desaparecerán por completo. Prados, lagos, bosques, brezales, todo quedará pulverizado junto con los cementerios, los huertos y los robledales.
Debajo de ese hielo también quedarán sepultados y destruidos todos los edificios humanos. Casas, ciudades, puentes, pero también todos los objetos que hemos reunido en los museos y las bibliotecas, en los sótanos o en tesoros enterrados.
Todo quedará molido y convertido en una arenilla sin sentido y sin identidad.
Debajo del hielo yacerá un mundo mudo por completo.
Después de esta glaciación, de cuya duración no podemos estar seguros, el clima será más suave. El hombre, si queda alguno, podrá repoblar distintas parcelas del nuevo paisaje allí donde el clima sea soportable y la caza y la pesca sean posibles; se encontrará en ese punto donde todo empieza de cero. Volveremos a ser nómadas, cazadores, pescadores y recolectores.
Es imposible saber si el cerebro de esos hombres habrá sufrido algún tipo de cambio con respecto a épocas históricas anteriores. Pero todo el saber que el ser humano había atesorado habrá desaparecido. Si un móvil o un ordenador sobrevivieran a la glaciación, resultarían fenómenos totalmente incomprensibles. ¿Quizá algo que hubiera caído de un planeta desconocido del universo? ¿Algo que se les hubiera escapado de las manos a los dioses?
Nada impedirá que, cuando resuene el trueno, sea otra vez por culpa de un dios que cruce los cielos en un carro blandiendo el martillo en alto. Seguramente no se llamará Tor, tendrá otro nombre. Pero renacerán los viejos mitos. No como imitaciones, sino como algo que no haya existido jamás, dado que no quedará ningún recuerdo de los tiempos pretéritos.
El tiempo mismo habrá perdido su memoria.
¿Soy capaz de imaginar todo eso? ¿Como si fueran imágenes recreadas en el cerebro? ¿Como consecuencias lógicas que una investigación transversal puede argumentar? No lo sé. A veces creo que puedo ver lo que vendrá. Otras lo dudo.
¿Un iceberg de casi tres kilómetros de altura que cubra nuestro país, entre otras cosas? Basta con dar un paseo de tres kilómetros e imaginarse el camino como una escalera hacia el cielo para que lo incomprensible se vuelva visible.
Un día, todo ese hielo se derretirá otra vez. Si tuviéramos la oportunidad de ver por un instante el mundo después del deshielo, no reconoceríamos nada del paisaje. Nuevas montañas, nuevas playas, nuevas bahías, eso tendríamos ante nosotros. Un mapa completamente nuevo que habría dibujado el hielo. Y no hallaríamos la menor huella del pasado por mucho que buscáramos. Tan sólo la arena muda.
Pero esto no es del todo cierto. Siempre quedará algo después de la ruina de nuestra civilización.
Un vertedero subterráneo, o más de uno.