96 ¿Quién compite con el Santo Padre?

IMAGINAD a una adorable abuelita polaca que os invita a unos bizcochitos que ella misma ha preparado, mientras relata una historia sublime que resulta ser la suya.

Zofia nació en Wilno en 1930. Inútil describir las privaciones, las humillaciones y los desgarramientos que ha sufrido cuando millares de polacos fueron expulsados de Lituania en 1939...

Al casarse con Marek, Zofia se convierte en la mujer de un gran poeta polaco, llevando a la vez la vida de una fervorosa madre de familia, que se hace un deber de ser lo suficientemente hábil para proteger a su familia de la opresión comunista.

Ya en 1957, ella y su marido trabajaban estrechamente con Karol Wojtyla, entonces simple sacerdote, en un movimiento católico para los laicos. Nacía una profunda amistad entre ellos. Más adelante, Marek continuó colaborando con el Santo Padre en el Vaticano, sosteniendo con él una asidua correspondencia. Entre dos exquisiteces preparadas por Zofia, pude ver con mis propios ojos algunas de esas cartas...

En la Polonia de 1982, después de la gran esperanza suscitada por Solidarnosc, la censura fue nuevamente terrible. Zofia se entera de la existencia de Medjugorje el 1 de octubre de 1983. En medio de esa atmósfera de tristeza, esas tiernas visitas de María son el flash de esperanza que le hace decir: “¡Dios no nos ha abandonado!”. Una nueva ilusión de libertad nace en ella. A causa del cierre de las fronteras y de los controles de la correspondencia, no le es posible cultivar sus lazos amistosos en el extranjero. Pero ese 1 de octubre, una célebre pianista, que gracias a sus conciertos podía atravesar las fronteras, fue portadora de buenas noticias. Evocando las molestias infranqueables del régimen, Zofia le dice:

—Esto no va a seguir así mucho tiempo; ya verás cómo Dios hará algo para detener el triunfo del mal.

—Tai vez ya haya empezado —le responde la pianista con aire misterioso.

Y cuenta que en Alemania, de donde viene, ha escuchado decir que, desde hace ya dos años, la Madre de Dios se aparece en Yugoslavia. Hasta le han regalado un pequeño libro con las palabras de María a los videntes. Zofia le pide entonces que le preste ese libro. Las dos mujeres deciden encontrarse en el convento de Santa Faustina, y Zofia la recibe ante la tumba de aquella, el 5 de octubre, día del aniversario de su muerte.

—Leí el libro esa misma noche —cuenta Zofia—. A la mañana siguiente hablé de él con una amiga que conocía el alemán mejor que yo y que, me parecía, lograría traducir rápidamente algunas páginas, las más importantes, a fin de que los polacos se enteraran de que Dios interviene en el destino de nuestro mundo ¡y de qué manera! Mi amiga María pasó toda la noche leyendo el libro. Al día siguiente me dijo por teléfono: “No solo hay que traducir unas pocas páginas, sino el libro entero. ¡Empiezo enseguida!”. Le expresé mi temor de que la traducción tardara demasiado tiempo. Ella me respondió con tono decidido: “¡La haré en un mes!”. Y cumplió con el plazo. Su marido Stanislaw se enteró con alegría de que la Providencia hablaba al mundo por boca de María. Y emprendió enseguida la reproducción de ese texto en algunas decenas de ejemplares, en un lugar conocido solo por él, puesto que todas las publicaciones que no pasaban por la censura, aunque fueran de una sola página, estaban estrictamente prohibidas. Estos ejemplares circulaban en medio de nuestros amigos. Vivíamos en la euforia, en la alegría, esforzándonos por poner en práctica las recomendaciones de María y soñando con poder ir lo más rápidamente posible a Medjugorje. Mientras tanto, y no sé cómo, mi amiga María logró encontrar otro libro, esta vez en francés, sobre los acontecimientos de Medjugorje: Las apariciones de Medjugorje, del padre Svetozar Kraljevic. Ella lo tradujo en poco tiempo. Lo difundimos también, discretamente, en algunos ejemplares, y comenzamos a juntar los pocos artículos que existían sobre el tema en la prensa extranjera, así como fotos y vídeos. María, Stanislaw y yo queríamos ir a Medjugorje con la intención de orar allí, por nosotros y por nuestro país, pero sobre todo para poder agradecerle a María y alegrarnos en su presencia. Hacia el final del verano de 1984, Stanislaw se enteró de una excursión de precio accesible a Budva, en las Montañas Negras de Yugoslavia. Teníamos que pedir nuestros pasaportes de forma individual. Fui la última en recibir el mío, una hora antes de que se cerraran las inscripciones.

Una vez allí, sin que los demás se enteraran, dijimos al organizador de la excursión que queríamos aprovechar la oportunidad para visitar a unos amigos en Mostar, solo durante dos días. El aceptó sin hacer comentarios. Emprendimos el viaje el 4 de octubre en un autobús atiborrado de gente, con un calor infernal. Después de Dubrovnik cambiamos de autobús para ir a Mostar. Y de allí, tomando atajos, llegamos a nuestra meta.

Quince minutos antes de que empezara el rosario ya estábamos en la iglesia. Nos arrodillamos frente al altar, olvidando nuestro cansancio. Sabíamos que en pocos minutos la Santísima Virgen vendría, y esto era lo único que importaba. Mi amiga María apretaba su regalo contra su corazón (los dos libros en polaco). ¡Qué emoción para nosotros en aquel momento poder orar por primera vez con una multitud de peregrinos provenientes de tantos países, y esperar la llegada de los videntes y su encuentro con la muy Santa Madre! Estas vivencias son como secretos del corazón para cada uno en particular, y a la vez secretos compartidos por todos aquellos que acuden a Medjugorje con fe. No logro describirlo. Es simplemente indescriptible. Luego tocaron las campanas y oímos por primera vez el canto: “Doslismo ti Majko Draga “ que mi marido tradujo más tarde al polaco [...].

Es así como nació la extraordinaria misión de Zofia quien, apenas de regreso a Polonia, empezó a difundir las palabras de María en su país. ¡Y fue como un reguero de pólvora! Pero volvamos a su peregrinación de octubre de 1984 y al evento central que hizo de ella un incansable apóstol de la Gospa.

—Como no teníamos el tiempo suficiente para subir a las dos colinas —continúa Zofia—, y era un viernes, (y nuevamente un 5 de octubre, día de la entrada de Santa Faustina al Cielo), elegimos hacer el Vía Crucis subiendo al Krizevac. Al llegar a la cuarta estación, encontrándome un poco atrás de los demás, fui súbitamente invadida por la misericordia de nuestro Padre Celestial que, en una extrema compasión por sus hijos, envía cada día, desde hace algunos años, a la Madre de su Único Hijo para explicarles la paz, la fe, la conversión, la oración, el ayuno y la penitencia. Esta revelación de la ternura del Padre y de sus amorosos cuidados para con nosotros duró el tiempo de un relámpago, de un abrir y cerrar de ojos. Experiencia fulgurante que me colmó profundamente. ¡Mi corazón había encontrado al Padre! En cada estación, junto con otras oraciones, decíamos un Padrenuestro. Me di cuenta entonces de que esa primera oración de los cristianos, tan simple, habitaba ahora en mi corazón, y que podía rezarla con ternura y gratitud, en verdadera adoración... Nunca había experimentado este hecho anteriormente. ¡Y hoy en día conservo todavía esta gracia! Este es el don más grande que recibí en Medjugorje, un don que yo no esperaba y que hizo nacer en mí el deseo de conocer también un día al Espíritu Santo como persona; una persona de la cual se puede sentir la presencia. ¡Y esto es lo que me sucedió nueve meses más tarde! [...].

Después de esa primera peregrinación, escribí al Santo Padre lo que había visto y lo que me parecía más importante. Al final de mi carta, agregué que nunca había sido tan feliz, ni había estado tan llena de esperanza como en Medjugorje. El me contestó, de su puño y letra, con una extraordinaria bondad, que me agradecía esa carta y que yo debía siempre recordar las siguientes palabras: “Al final, mi Corazón Inmaculado triunfará”. Estas palabras me han sostenido enormemente en las dificultades (recordemos la Polonia de entonces). Cada vez que yo volvía de Medjugorje, agregaba algunas frases a las cartas que mi marido escribía al Santo Padre.

Un día, los miembros de la redacción del diario en el cual trabajaba mi marido viajaron a Roma con sus familias. ¡Pero yo me fui a Medjugorje! Marek se sentía algo incómodo por el hecho de que no lo acompañara para visitar al Santo Padre, pero este adivinó enseguida dónde estaba yo. Entonces, con una gran sonrisa, el Papa dijo que la Madre de Dios competía con él, pero que no tenía la pretensión de ser el ganador. Y tranquilizó a mi marido diciendo que yo había hecho una buena elección. Queriendo aclarar algunas cosas sobre Medjugorje, Marek aprovechó la oportunidad para interrogar al Santo Padre. Y recibió la siguiente respuesta: “Es un acontecimiento muy importante y muy positivo”.

Hoy en día, Zofia continúa dando su vida para que la voz de María se haga oír, pero el Señor está trazando para ella un nuevo camino. En efecto, durante su última peregrinación a Medjugorje, su mala salud no la dejó subir con su grupo por el camino pedregoso del Krizevac. Ella decidió entonces quedarse orando en la planicie. Sentada al lado de un viñedo, Zofia miró hacia la gran cruz de cemento, uniendo su corazón al Vía Crucis de sus amigos. Mientras rezaba así, una frase se estampó en su alma, como un sello en la cera: “¡En adelante te espera la cruz!”.

Efectivamente, las enfermedades, operaciones y otros sufrimientos le indican que, aquí en la Tierra, sus ojos de carne no volverán a ver Medjugorje. Pero la luz sobrenatural que emana de todo su ser no hace más que aumentar y habla más fuertemente que todas sus audaces iniciativas, conferencias y libros. ¡Atraviesa todas las fronteras! Y para nosotros, “pequeños apóstoles de buena salud”, Zofia representa una de las más espléndidas victorias de los acontecimientos de Medjugorje en un corazón.

¡Alabados sean Jesús y María!.

MENSAJE DEL 25 DE SEPTIEMBRE DE 1997

“Queridos hijos, hoy os invito a comprender que sin amor no podréis entender que Dios debe estar en el primer lugar en vuestras vidas. Por lo tanto, hijos, os llamo a todos a amar, no con un amor humano, sino con el amor de Dios. Así, vuestras vidas serán más hermosas y desinteresadas. Comprenderéis que Dios se os da de la manera más sencilla, por amor. Hijos, para poder comprender las palabras que os doy por amor, orad, orad, orad, y seréis capaces de aceptar con amor a los demás y de perdonar a todos aquellos que os han hecho algún mal. Responded con la oración; la oración es un fruto del amor hacia Dios Creador. Gracias por haber respondido a mi llamada.”

Medjugorje, el triunfo del corazón
titlepage.xhtml
sec_0001.xhtml
sec_0002.xhtml
sec_0003.xhtml
sec_0004.xhtml
sec_0005.xhtml
sec_0006.xhtml
sec_0007.xhtml
sec_0008.xhtml
sec_0009.xhtml
sec_0010.xhtml
sec_0011.xhtml
sec_0012.xhtml
sec_0013.xhtml
sec_0014.xhtml
sec_0015.xhtml
sec_0016.xhtml
sec_0017.xhtml
sec_0018.xhtml
sec_0019.xhtml
sec_0020.xhtml
sec_0021.xhtml
sec_0022.xhtml
sec_0023.xhtml
sec_0024.xhtml
sec_0025.xhtml
sec_0026.xhtml
sec_0027.xhtml
sec_0028.xhtml
sec_0029.xhtml
sec_0030.xhtml
sec_0031.xhtml
sec_0032.xhtml
sec_0033.xhtml
sec_0034.xhtml
sec_0035.xhtml
sec_0036.xhtml
sec_0037.xhtml
sec_0038.xhtml
sec_0039.xhtml
sec_0040.xhtml
sec_0041.xhtml
sec_0042.xhtml
sec_0043.xhtml
sec_0044.xhtml
sec_0045.xhtml
sec_0046.xhtml
sec_0047.xhtml
sec_0048.xhtml
sec_0049.xhtml
sec_0050.xhtml
sec_0051.xhtml
sec_0052.xhtml
sec_0053.xhtml
sec_0054.xhtml
sec_0055.xhtml
sec_0056.xhtml
sec_0057.xhtml
sec_0058.xhtml
sec_0059.xhtml
sec_0060.xhtml
sec_0061.xhtml
sec_0062.xhtml
sec_0063.xhtml
sec_0064.xhtml
sec_0065.xhtml
sec_0066.xhtml
sec_0067.xhtml
sec_0068.xhtml
sec_0069.xhtml
sec_0070.xhtml
sec_0071.xhtml
sec_0072.xhtml
sec_0073.xhtml
sec_0074.xhtml
sec_0075.xhtml
sec_0076.xhtml
sec_0077.xhtml
sec_0078.xhtml
sec_0079.xhtml
sec_0080.xhtml
sec_0081.xhtml
sec_0082.xhtml
sec_0083.xhtml
sec_0084.xhtml
sec_0085.xhtml
sec_0086.xhtml
sec_0087.xhtml
sec_0088.xhtml
sec_0089.xhtml
sec_0090.xhtml
sec_0091.xhtml
sec_0092.xhtml
sec_0093.xhtml
sec_0094.xhtml
sec_0095.xhtml
sec_0096.xhtml
sec_0097.xhtml
sec_0098.xhtml
sec_0099.xhtml
sec_0100.xhtml
sec_0101.xhtml
sec_0102.xhtml
sec_0103.xhtml
sec_0104.xhtml
sec_0105.xhtml
sec_0106.xhtml
sec_0107.xhtml
sec_0108.xhtml
sec_0109.xhtml
sec_0110.xhtml
sec_0111.xhtml
sec_0112.xhtml
sec_0113.xhtml
sec_0114.xhtml
sec_0115.xhtml
sec_0116.xhtml
sec_0117.xhtml
sec_0118.xhtml
sec_0119.xhtml
sec_0120.xhtml
sec_0121.xhtml
sec_0122.xhtml