54 ¡Esta noche todos podrán tocarme!

A MARIJA le gusta contar esta historia porque significó un cambio radical para toda la aldea de Medjugorje.

Estamos en agosto de 1981, un verano muy “caliente” en todos los sentidos, ya que el calor extremo no tiene nada que envidiarle a la efervescencia que estremece el cerebro de los milicianos comunistas. En efecto, ¡unos fuegos misteriosos se encienden en la colina de las apariciones y desaparecen cuando uno se acerca, sin dejar rastro alguno! ¡Los chicos dicen que son “fuegos sobrenaturales”, señales dadas por la Gospa! ¿Pero qué más irán a inventar? ¡Y la cruz del Krizevac que todo el mundo ha visto girar y bailar... ahora desaparece para dejar lugar a un enorme brasero! En la aldea solo se habla de esto. Y los milicianos murmuran entre dientes: “¡Con todo esto, nosotros los comunistas parecemos estúpidos! ¡La que se nos viene encima!”.

—Su Gospa —les dicen a los videntes— tiene algo en contra de nosotros. ¡Quiere destruirnos!

—Pues estos ateos no se han equivocado —piensa el padre Jozo, que más adelante dirá: “Sí, eso mismo: la Gospa ha venido para liberar a nuestro pueblo del yugo comunista. Ha escuchado nuestras oraciones y tiene un plan para destruir el Imperio de la Mentira y devolver sus cautivos a Dios. ¿Acaso los demonios no temblaron ante la llegada de Jesús?: ‘¿Qué tienes en contra de nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido para perdernos?’ Sí, los comunistas lo han entendido; nuestra Gospa es más poderosa que ellos...”.

Además, nadie podrá hacer callar a los videntes. Sin embargo se les ha dado la orden formal de declarar que no han visto nada, que han mentido de la A a la Z y que en adelante no abran la boca. ¡Pero es inútil! Vicka es la más terrible. Intimidada a quedarse en casa y a hacerse olvidar, sube sobre el tejado para clamar los últimos mensajes de la Gospa, con los decibelios que ya conocemos... ¡Ninguna necesidad de micrófono! Por nada en el mundo ella se sustraería a la misión que la Gospa le ha encomendado, así como a los otros cinco videntes: “Decid al pueblo que...”.

Los milicianos que custodian su casa ya no pueden más. Además algunos de ellos se convierten al oír la voz de la Madre que traspasa sus corazones a veces mal blindados... Pero muy pronto estos son trasladados y enviados a otros destinos lejanos: a Zagreb, a Sarajevo o... ¡a la cárcel!

Como los videntes no se callan, los milicianos deciden prohibir a la gente que suba a la colina y despliegan cordones policiales al pie del Podbrdo, de tal forma que las muchedumbres no puedan llegar por millares allí arriba, para la aparición diaria.

Pero la Gospa es una “Virgen sabia”. Habiendo previsto el veredicto, Ella se organizó en función de sus hijos milicianos.

“Mañana”, les dice a los videntes, “apareceré en el campo de Gumno. Decid a los aldeanos que os acompañen hasta allí”.

El sol de agosto está todavía muy alto cuando la Gospa se aparece a los chicos, hacia las 18.40.

“Hoy”, dice Ella a los videntes, “todos aquellos que lo deseen podrán acercarse para tocarme”.

—Pero —responden los videntes—, ¡¿cómo podrán tocarte si no te pueden ver?! ¡Los únicos que podemos verte somos nosotros!

“Id a buscarlos y traédmelos vosotros mismos. Entonces sí podrán tocarme.”

Esto es algo nuevo... Los videntes, sorprendidos, obedecen (en la época, el grado de éxtasis no debía ser igual al de más adelante, ya que los videntes podían guardar una cierta conciencia del mundo exterior durante la aparición). Les explican entonces el regalo que les propone la Gospa y los ayudan, uno a uno, a acercarse a Ella.

Con gran sorpresa y maravillados, guiados por los videntes, los aldeanos posan su mano sobre el hombro de la Virgen, sobre su cabeza, sobre su velo o sobre sus brazos. Y cada uno siente su presencia muy real, a pesar de no verla u oírla. Incluso, algunos de ellos sienten calor al tocarla, otros, frío, y otros algo así como electricidad, una corriente indefinible. ¡La emoción es intensa e inolvidable!

Mientras se desenvuelve esta escena tan increíble, los videntes observan que aparecen unas manchas sobre el vestido de la Santísima Virgen. Las manchas aumentan de tamaño, hasta tal punto que su vestido se vuelve verdaderamente sucio... Y una gran tristeza ensombrece el rostro de la Gospa.

¿Qué está pasando? ¡Esto no es normal! Los videntes están desconcertados.

—¡Gospa! ¡Tu vestido se ha vuelto sucio!

“¡Son los pecados de aquellos que me tocan!”, responde Ella humildemente.

Como todos los niños, los videntes son categóricos. Además, son croatas y están enamorados de su Reina. Las cosas de Dios son santas, ¡ni hablar de ensuciarlas!.

—¡Dejad de tocar a la Gospa! —gritan ellos a la gente—. ¡Parad!

Entonces la Virgen les habló muy seriamente de la confesión, de la necesidad que cada uno de nosotros tiene de ese sacramento. “No hay nadie en el mundo que no necesite confesarse al menos una vez al mes”, aclara Ella.

Un hombre exclama:

—¡Vayamos todos a confesarnos para purificarnos!

Aquella noche, una oleada de pecadores se precipitó sobre la parroquia, ¡una oleada tan enorme que el pobre padre Jozo no entendía lo que pasaba! Tuvo que llamar a sus colegas de pueblos vecinos para responder a las peticiones de confesión. Esa noche, la misericordia divina fluyó a torrentes. La manifestación de la Gospa, en toda su sencillez, había tocado los corazones de sus hijos, más profundamente que cualquier gran discurso.

Desde entonces, Medjugorje abunda en pecadores en pos del perdón; tanto es así que se le confiere un atributo bien merecido:

¿Medjugorje?: El confesionario del mundo.

MENSAJE DEL 25 DE MAYO DE 1994

“Queridos hijos, os invito a todos a confiar más en mí y a vivir más profundamente mis mensajes. Estoy con vosotros e intercedo por vosotros ante Dios. Pero también espero que vuestros corazones se abran a mis mensajes.

Alegraos porque Dios os ama y os da la posibilidad de convertiros cada día y de creer más en Dios Creador.

Gracias por haber respondido a mi llamada.”

Medjugorje, el triunfo del corazón
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