77 Un poco de cinta scotch y mucho amor
VÉRONIQUE D., de 40 años, está a punto de suicidarse. Ya lo ha decidido. “¡Basta de sufrir así; la vida es demasiado cruel!”. El ánimo por el suelo, ella vaga por París y camina lentamente junto a una fila de vehículos estacionados en la calle. Un papelito pegado a la ventana de un coche llama su atención, y ella se acerca:
“Mensaje de la Bienaventurada Virgen María en Medjugorje”, lee Véronique, pensando haber aterrizado en otro planeta.
“[...] Hijos, no temáis, porque estoy con vosotros, aun cuando penséis que no existe salida y que Satanás reina. Os traigo la paz. Soy vuestra madre y la Reina de la Paz. Os bendigo con la bendición de la alegría, a fin de que Dios sea todo para vosotros en la vida. Gracias por haber respondido a mi llamada.”
Véronique lee, relee y vuelve a leer, teniendo la impresión de estar bebiendo de una fuente invisible. Saborea lentamente cada palabra, y su corazón comienza a revivir, palpitando nuevamente, ¡libre de esa terrible perspectiva de muerte! Más tarde, ella busca la pista de ese famoso “Medjugorje”, nombre desconocido y extraño. Y un día llega a este lugar bendito... ¡para dar gracias! Es así como nos enteramos de su trayectoria.
La Gospa busca, a veces sin éxito, brazos y manos para ayudarla. Y cuando los consigue, Ella los utiliza plenamente. Estos sirven entonces de vía de escape para ese inconmensurable amor maternal que a duras penas logra contener y que solo piensa en salvar. El dueño del coche nunca conoció la historia de Véronique. Pero sabe que ha ofrecido sus manos a la Gospa, para pegar sus mensajes en su coche, entre otras cosas
MENSAJE DEL 18 DE MARZO DE 1996
(Aparición anual a Mirjana)
“Queridos hijos, quiero que reflexionéis detenidamente sobre el mensaje que hoy os doy a través de mi sierva. Hijos míos, el amor de Dios es grande. No cerréis los ojos, no os tapéis los oídos mientras os repito: ‘¡Grande es su amor!’. Oíd mi llamada y mi súplica que os dirijo. Consagrad vuestro corazón y haced de él la morada de Dios. Pueda El habitar siempre allí. Mis ojos y mi corazón estarán aquí, aun cuando ya no me aparezca más. Actuad en todo de acuerdo a lo que os pido y de la manera en que os guío hacia Dios. No rechacéis el nombre de Dios a fin de no ser rechazados. Aceptad mis mensajes para que podáis ser aceptados. Hijos míos, ¡decidios! Este es tiempo de decisión.
Tened un corazón justo e inocente para que yo pueda conduciros a vuestro Padre,
porque si estoy aquí es a causa de su gran amor. Gracias por estar aquí.”