62 Vicka, un caso muy especial...

DE los seis videntes, Vicka es especialmente querida tanto por los peregrinos como por los habitantes de Medjugorje. Llueve, truene o relampaguee, tanto en verano como en invierno, ella se queda de pie bajo la parra de la casa paterna y repite incansablemente los principales mensajes de la Gospa a los peregrinos procedentes del mundo entero. ¿Quién, en contacto con ella, no ha “tocado” el gozo del Cielo, este gozo que ella “bebe” en la fuente, al estar dedicada de pleno a su querida Gospa? Desde que enfermó gravemente (luego fue sanada milagrosamente), Vicka goza de un régimen particular para las apariciones, y la Virgen se le aparece a una hora diferente que a los demás videntes, generalmente un poco antes, y durante más tiempo. A veces, cuando se sospecha que la jornada será pesada o que un viaje está previsto, la Virgen se le aparece por la mañana muy temprano.

Su disponibilidad y su acogida son legendarias pero, paradójicamente, nadie es admitido a presenciar la aparición que ella recibe en su casa de forma privada, tal como su primo Jakov. ¿Cuál es la razón? La ignoro, ya que a toda pregunta (¡inútil!) de esta categoría, Vicka, como buena croata, responde sonriendo: “¡Así es!”.

No hace mucho, sin embargo, me sorprendió. Yo estaba bajando de la colina y aproveché para pasar por su casa para ver si estaba allí, con la intención de pedirle una información. La encontré en manos de una mujer croata que no terminaba de contarle sus problemas, hasta tal punto que Vicka a duras penas lograba decirle de vez en cuando: “Confiaré todo esto a la Gospa”, con un tono de voz que quería decir que no valía la pena que siguiera hablando. Mi llegada fue su liberación, y le pregunté:

—¿La Gospa ha invitado a los peregrinos a unirse al grupo de oración de Ivan esta noche? (En ausencia de Ivan es Vicka, en efecto, quien lo sustituye).

—No, esta noche no —dijo ella abriendo los brazos, consciente de decepcionarme.

Entonces le tomé las manos y me puse a hacer mímicas diciendo, con aire de quien ha sido rechazado:

—Ya sé, ¡la Gospa no nos quiere; no quiere saber nada de nosotros! Hace varias semanas que no nos invita; se ha cansado de nosotros. ¡Apuesto a que no nos invitará nunca más...!

Vicka estalla de risa y me dice:

—Espera un poco, ¡tengo una sorpresa para ti!

Como era justo después de Navidad, pensé que quería darme una caja de ciertos caramelos que a veces traen los peregrinos y que no son muy apreciados por los croatas. Pero con un gesto de la mano ella me invitó a subir hacia la colina, y entró conmigo en la casa de sus padres, en el primer piso, en la habitación alta. Solo entonces comprendí: era casi la hora de la aparición y Vicka quería que me quedara con ella. ¡Increíble! Era la primera vez que ella me invitaba así, espontáneamente.

—Vicka, yo no esperaba tal sorpresa; ¡es un maravilloso regalo de Navidad!

—¡Es que yo también soy capaz de dar sorpresas! —replicó ella con el tono de voz de un niño travieso.

Nos pusimos a rezar el rosario, en medio de un desorden indescriptible. Toda la zona donde reinaba la imagen de Nuestra Señora de Lourdes tenía mucho que ver con la caverna de Alí Baba... Bolsas llenas, no de collares sino de rosarios para ser bendecidos; cadenas y medallas; imágenes de todos los tamaños y colores, y para todos los gustos; participaciones de boda y fotos llegadas de todos los continentes; crucifijos, Biblias, imágenes de San José, de Santa Rita, del padre Pío, de la pequeña y de la grande Santa Teresa, y sobre todo pilas impresionantes de cartas —cartas de amor y de súplicas a la Gospa— en las cuales todas las formas del sufrimiento humano estaban descritas y confiadas (en cada una de sus venidas, la Virgen bendice los objetos religiosos y ora con el vidente por las intenciones que los peregrinos le han confiado).

Vicka se movía con gran soltura en su dominio; en cambio yo tenía que mirar con atención por dónde caminaba para no arriesgarme a pisar a algún “Niño Jesús” que inadvertidamente se hubiera deslizado por ahí...

Al final del rosario, Vicka se puso de pie delante de la imagen cerca de la cual iba a aparecer la Gospa, y comenzó a rezar los siete Padrenuestros. En una fracción de segundo, su rostro se iluminó con una sonrisa indescriptible, y sus ojos maravillados se anclaron en Aquella que acababa de llegar. Al mismo tiempo, cayó muy bruscamente de rodillas, y un golpe sordo me hizo pensar que se había lastimado...El éxtasis había comenzado, así como una conversación muy animada que duró diecisiete minutos. Parecía que Vicka solo esperaba ese momento para poder contar a su Madre, tan tiernamente amada, una multitud de cosas que le eran importantes. ¡Y yo me preguntaba cómo la Gospa lograba decir una sola palabra!

En mi felicidad, cerraba los ojos para acoger yo también en mi corazón la visita que la Virgen me regalaba ese día de manera tan especial, conmovida una vez más (¡una nunca se acostumbra!) al ver las realidades divinas más sublimes venir a abrazar nuestras más pobres humanidades. Aquí está Ella. Abrió el Cielo para venir a ese pequeño encuentro de hoy en la casa de los Ivankovic, y este cuarto desordenado y helado se convierte en un Tabor. ¡Y nuestros míseros corazones en palacios en un día de fiesta!

—La Gospa nos ha bendecido —me precisa Vicka después de la aparición— y ha orado con nosotros. Nos pide que oremos por sus intenciones, y en particular por un plan que está realizando.

—¿Y cómo era su rostro?

—¡Alegre, muy alegre!

Nos separamos en silencio porque teníamos que destilar secretamente, en lo hondo de nuestros corazones, el gozo de que la Madre de nuestro Señor hubiera venido hasta nosotras...

Este mismo gozo varios enfermos lo experimentaron aquella noche, porque Vicka, antes de irse a dormir, todavía tenía que terminar una larga ronda por la aldea. ¡Para aquellos que sufren, ella también había preparado unas sorpresas!

Medjugorje, el triunfo del corazón
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