71 El rosario a la americana

MI amigo Denis Nolan ejercía en la Universidad de Notre-Dame (Indiana) como profesor de Religión. Dotado de un extraordinario corazón de niño, Denis había conquistado a sus alumnos. Sus clases eran siempre escenario de innumerables anécdotas recogidas en su propia vida y la de sus allegados, mostrando así cómo Jesús y María están vivos y activos en las circunstancias de cada día. No estoy completamente segura de que él los convirtiera en buenos teólogos estudiosos, pero ciertamente sí en cristianos entusiasmados por su Dios y en excelentes testigos.

Sobra decir que a su regreso de Medjugorje, sus estudiantes tuvieron un relato de su peregrinación como Dios manda, con la inmediata puesta en práctica de las buenas cosas de la Gospa: todos decidieron de común acuerdo rezar una decena del rosario antes de cada clase. Muy rápidamente, los frutos de gracias y bendiciones empezaron a llover sobre los estudiantes, transformando las clases en un verdadero intercambio de las maravillas del Dios viviente. Muchas conversiones se produjeron en estudiantes de otras clases, y todo el tema Medjugorje se propagó rápidamente. ¡Denis se encontró con que protestantes, judíos y hasta ateos le pedían rosarios! (“Por ejemplo”, cuenta él, “el cajón de un escritorio del Departamento de Teología estaba lleno de rosarios. Yo no recuerdo un solo estudiante o un solo profesor que haya pedido un rosario durante los once años precedentes. Después de haber oído hablar de las apariciones de María en Medjugorje, no sólo se llevaron todos esos rosarios, ¡sino que yo ya no lograba satisfacer la demanda!”

En octubre de 1987, él se ausentó nuevamente para ir a Medjugorje y, apenas regresó, una de las estudiantes le confió:

—En su ausencia, señor Nolan, hemos rezado una decena del rosario antes de cada hora de clase. Los profesores sustitutos no estaban muy de acuerdo. Pensaban que queríamos restarle tiempo a la hora de clase. Y como no querían dirigir el rosario, rezábamos nosotros mismos nuestra decena. Hace unos días, cuando estábamos enumerando nuestras intenciones de oración, dije en voz alta: “Oremos para que Dios proteja a mi hermano Brian.”

Denis le preguntó entonces: “¿Por qué oraste por tu hermano?”. Ella le contestó que cierto día él había dicho durante la clase: “Si no tenéis intenciones particulares, orad por los miembros de vuestra familia”. Y ella simplemente había cogido la costumbre de orar por su hermano.

—A la mañana siguiente, mi hermano tenía una cita de negocios con una señora en el hotel Ramada Inn de Indianápolis, y se dio cuenta de que, por circunstancias imprevistas, llegaría con diez minutos de retraso. La llamó diez minutos antes de la hora fijada para preguntarle si podría esperarlo diez minutos. Ella le contestó: “Sí, de acuerdo”. Exactamente diez minutos después de la hora inicial de la cita, al estacionar su coche en el estacionamiento del Ramada Inn, mi hermano vio un jet estrellarse sobre el hotel (este accidente fue muy comentado en los diarios), clavando la punta del fuselaje en el cuarto donde esta señora lo estaba esperando. Ella murió en el acto.

Y Denis agrega:

—¡Qué suerte tuvo ese hombre al tener una hermana que había tomado por costumbre ponerlo cada día bajo el manto de la Santísima Virgen, rezando su decena de rosario antes de las clases! El reconoce —sus padres me lo han dicho más tarde— que la fe de su hermana le ha salvado la vida. (Y fue la llamada de la Virgen en Medjugorje lo que había aumentado su fe y la había alentado a rezar el rosario).

Denis cuenta también:

—Un día, otra estudiante (Linda F.) me confió que el mes anterior su padre había entrado en su habitación para anunciarle que su madre y él iban a divorciarse. Ella, alumna de último año, y su hermano, de segundo año, decidieron encontrarse todas las noches en el sótano para rezar el rosario por sus padres.

Una semana más tarde, la joven me dijo que su padre había entrado nuevamente en su habitación para decirle que ya no iba a haber divorcio. La semana siguiente, ella me anunció que había ido a misa con su familia ¡por primera vez en diez años! A la semana, me contó que su vida familiar era más feliz que nunca. ¡Todo esto provenía de dos hermanos que habían empezado a rezar el rosario cada noche y habían puesto a toda la familia bajo el manto de la Santísima Virgen!

MENSAJE DEL 25 DE SEPTIEMBRE DE 1995

“Queridos hijos, hoy os invito a enamoraros del Santísimo Sacramento del Altar. Hijos míos, adoradlo en vuestras parroquias, y de esta manera estaréis unidos al mundo entero. Jesús será vuestro amigo y no hablaréis de El como de alguien a quien escasamente conocéis. La unión con El será alegría para vosotros, y os convertiréis en testigos del amor que Jesús tiene por cada criatura. Hijos míos, cuando adoráis a Jesús, también estáis junto a mí.

Gracias por haber respondido a mi llamada.”

Medjugorje, el triunfo del corazón
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