2 Soy el segundo Cura de Ars

AQUELLA mañana, en Medjugorje, me encontraba dando una charla a unos peregrinos franceses, en una salita de vídeo contigua a la capilla de la Adoración. Tras desarrollar ampliamente el tema del llamamiento a la santidad (“Sin la santidad, hijos míos, no podéis vivir; vine aquí para guiaros a cada uno de vosotros hacia la santidad total..”) hecho al mundo por la Santísima Virgen, pensé: “Ahora ellos necesitan un ejemplo muy llamativo, algo que recuerden fácilmente...”.Y me vino a la mente una anécdota sobre la vida del Cura de Ars (San Juan María Vianney).

—Todos ustedes conocen al santo Cura de Ars. Saben cómo él atraía a los más grandes pecadores del mundo y los encaminaba nuevamente hacia Dios. Su santidad era muy grande, y las numerosas victorias que obtenía para las almas irritaban enormemente a Satanás. Este venía con frecuencia para atormentarlo, con el fin de hacerle abandonar su labor. Incluso de noche, le impedía dormir con sus asedios, trataba de quemarle la cama... Un día en que el santo Cura le había arrebatado nuevamente un buen número de almas, Satanás no se contuvo más y, furioso, le hizo esta confidencia: “Si en Francia yo encontrara aunque fuera solo tres personas como tú, ¡no podría poner un pie aquí!”. ¿Quiere decir entonces que tres grandes santos como el Cura de Ars le hubieran impedido a Satanás llevar a cabo su siniestra tarea en Francia? ¡Pues qué inimaginable poder reviste la santidad de un solo hombre! ¿Un santo es más poderoso para su país y para el mundo que un presidente? Sí, pero en Francia no existían los otros dos santos que hubieran podido completar su protección.

Y, mirando al grupo frente a mí, me atreví a decir:

—¿Quiénes entre vosotros quieren ser estos dos santos que hacen falta?

Consternación general. ¡Nadie esperaba tal propuesta! Como yo aguardaba alguna reacción, mostrando claramente que no proseguiría con mi charla antes de ver dos manos levantarse, advertí en primera fila a dos voluntarias.

—¡Yo, hermana, yo!

—¡Y yo también!

¡Dos niñas de 7 y 8 años aceptaban el desafío! Ellas serían las dos santas indispensables para Francia. Tragué saliva para no llorar... ¿Tendrán que ser ellos, los niños, quienes respondan desde su tierno y puro corazón?

Después de la conferencia, les expliqué cómo volverse santas y qué feliz estaba la Gospa con su decisión; cómo ella las iba a ayudar, día tras día, sin abandonarlas jamás, y cuán generoso y precioso, infinitamente precioso, era su “sí” para Ella. Las niñas tomaron juntamente el compromiso de vivir los mensajes y de ayudarse mutuamente para ello. Y se marcharon...

Tres años más tarde, yo daba una conferencia cerca de Niza, en Francia. Una gran muchedumbre se había congregado. Mientras probaba el micrófono antes de comenzar, sentí una mano que tiraba de mi hábito. Al darme la vuelta, vi una carita de diez años que, sonriéndome de oreja a oreja, me dijo:

—Hermana, ¿se acuerda de mí? ¡Soy el segundo Cura de Ars!

¡Cómo podría olvidarla! Nuevamente se me hizo un nudo en la garganta y a duras penas contuve las lágrimas.

—¡Oh, fantástico! —dije a la ligera.

—Y a ella, hermana, ¿la reconoce? ¡Es el tercer Cura de Ars!

¡Esas dulces niñas habían cumplido su promesa a la Santísima Virgen, contra viento y marea, y tres años más tarde venían a contármelo con orgullo!

—Es duro —me dijo una de ellas después de la conferencia—, sobre todo en la escuela. Muchos se burlan de nosotras. Pero no cedemos; sentimos que la Santísima Virgen nos ayuda. ¡Es fantástico! A propósito, hermana, quiero preguntarle algo. El otro día, un chico me insultó delante de todo el mundo, y encima con maldad. ¿Cree usted que obtendré la corona del martirio?

El Reino de los Cielos pertenece a los niños y a quienes se asemejan a ellos.

La pequeña Sophie me sigue escribiendo. Ella tiene en mente una posible vocación. ¡Oremos todos por ella!

MENSAJE DEL 25 DE MARZO DE 1990

“Queridos hijos, estoy con vosotros, aunque no tengáis conciencia de ello. Deseo protegeros de todo lo que Satanás os ofrece y a través de lo cual quiere destruiros. De la misma manera como llevé a Jesús en mi seno,

hijos míos, quiero llevaros también a vosotros hacia la santidad.

Dios quiere salvaros y os envía mensajes a través de los hombres, de la naturaleza, y de muchos otros medios, que ciertamente pueden ayudaros a comprender que debéis cambiar el rumbo de vuestras vidas. Por lo tanto, hijos míos, comprended también la grandeza del don que Dios os da a través de mí, para que yo pueda protegeros

con mi manto y conduciros hacia el gozo de la vida. Gracias por haber respondido a mi llamada.”

Medjugorje, el triunfo del corazón
titlepage.xhtml
sec_0001.xhtml
sec_0002.xhtml
sec_0003.xhtml
sec_0004.xhtml
sec_0005.xhtml
sec_0006.xhtml
sec_0007.xhtml
sec_0008.xhtml
sec_0009.xhtml
sec_0010.xhtml
sec_0011.xhtml
sec_0012.xhtml
sec_0013.xhtml
sec_0014.xhtml
sec_0015.xhtml
sec_0016.xhtml
sec_0017.xhtml
sec_0018.xhtml
sec_0019.xhtml
sec_0020.xhtml
sec_0021.xhtml
sec_0022.xhtml
sec_0023.xhtml
sec_0024.xhtml
sec_0025.xhtml
sec_0026.xhtml
sec_0027.xhtml
sec_0028.xhtml
sec_0029.xhtml
sec_0030.xhtml
sec_0031.xhtml
sec_0032.xhtml
sec_0033.xhtml
sec_0034.xhtml
sec_0035.xhtml
sec_0036.xhtml
sec_0037.xhtml
sec_0038.xhtml
sec_0039.xhtml
sec_0040.xhtml
sec_0041.xhtml
sec_0042.xhtml
sec_0043.xhtml
sec_0044.xhtml
sec_0045.xhtml
sec_0046.xhtml
sec_0047.xhtml
sec_0048.xhtml
sec_0049.xhtml
sec_0050.xhtml
sec_0051.xhtml
sec_0052.xhtml
sec_0053.xhtml
sec_0054.xhtml
sec_0055.xhtml
sec_0056.xhtml
sec_0057.xhtml
sec_0058.xhtml
sec_0059.xhtml
sec_0060.xhtml
sec_0061.xhtml
sec_0062.xhtml
sec_0063.xhtml
sec_0064.xhtml
sec_0065.xhtml
sec_0066.xhtml
sec_0067.xhtml
sec_0068.xhtml
sec_0069.xhtml
sec_0070.xhtml
sec_0071.xhtml
sec_0072.xhtml
sec_0073.xhtml
sec_0074.xhtml
sec_0075.xhtml
sec_0076.xhtml
sec_0077.xhtml
sec_0078.xhtml
sec_0079.xhtml
sec_0080.xhtml
sec_0081.xhtml
sec_0082.xhtml
sec_0083.xhtml
sec_0084.xhtml
sec_0085.xhtml
sec_0086.xhtml
sec_0087.xhtml
sec_0088.xhtml
sec_0089.xhtml
sec_0090.xhtml
sec_0091.xhtml
sec_0092.xhtml
sec_0093.xhtml
sec_0094.xhtml
sec_0095.xhtml
sec_0096.xhtml
sec_0097.xhtml
sec_0098.xhtml
sec_0099.xhtml
sec_0100.xhtml
sec_0101.xhtml
sec_0102.xhtml
sec_0103.xhtml
sec_0104.xhtml
sec_0105.xhtml
sec_0106.xhtml
sec_0107.xhtml
sec_0108.xhtml
sec_0109.xhtml
sec_0110.xhtml
sec_0111.xhtml
sec_0112.xhtml
sec_0113.xhtml
sec_0114.xhtml
sec_0115.xhtml
sec_0116.xhtml
sec_0117.xhtml
sec_0118.xhtml
sec_0119.xhtml
sec_0120.xhtml
sec_0121.xhtml
sec_0122.xhtml