35 Los ángeles custodios

ESTAMOS en octubre de 1987. Después de la fiesta de los Santos Ángeles Custodios, Marija hace una escapada a una isla a la altura de Split, con tres amigos, uno de los cuales es seminarista. Una tarde, los amigos observan su aire intrigado después de la aparición. En aquella época, los videntes se encontraban todavía siempre juntos para la aparición, y Marija daba ese día sus primeros pasos en una nueva situación: recibir sola la visita de la Gospa. Pero su asombro provenía en realidad de otra causa.

—¿Sabéis? —dice a sus amigos—, la Gospa ha hecho algo extraño esta tarde. ¡Nos ha dado tareas! Nos ha pedido que escribamos una carta a nuestro ángel custodio y que se la demos mañana.

Una de las amigas de Marija, M., me cuenta lo siguiente:

—¡Yo no podía creer lo que estaba escuchando! ¡No sabía que uno pudiera escribir a su ángel custodio y que a él le gustaran las cartas! Me sentía algo avergonzada, pues durante muchos años no le había dirigido la palabra ni una sola vez a mi ángel custodio. De niña, al enterarme de que tenía un ángel conmigo, le hablaba. Pero esto duró poco. ¡Y ahora, en veinticuatro horas, tenía que escribirle una carta! Con mucha aplicación, todos hicimos nuestros deberes. Al día siguiente, la Gospa vino acompañada por unos pequeños ángeles. Marija nos explicó que esos ángeles se parecían a niños de entre 1 y 2 años. No sabía si eran o no nuestros ángeles custodios, ya que la Virgen no había hecho las presentaciones, pero eran cinco y nos miraban a cada uno con mucha atención. Personalmente, yo sentí que mi ángel custodio era uno de ellos. Esa tarde, la Gospa nos invitó a entablar una amistad con nuestro ángel custodio y a recurrir a él en busca de ayuda. Ella nos dijo que podemos pedirle asistencia y favores.

Al día siguiente, nuestras cartas fueron depositadas a los pies de la Gospa y más tarde las quemamos. En los días posteriores, hablamos mucho entre nosotros de nuestros ángeles custodios, tomando conciencia de su presencia y de su ayuda. ¡Esto nos producía mucha, muchísima alegría! Cada uno de nosotros desarrolló un diálogo totalmente nuevo con su ángel custodio y realmente esto nos cambió la vida. Toda clase de aventuras comenzaron para nosotros, gracias a nuestros ángeles custodios. Esta es una de ellas:

Poco después de nuestra estancia en la isla con Marija, me quedé unos días en Munich (Alemania) con mi amiga Milona (que estaba también en la isla con nosotros). Mientras preparábamos nuestro itinerario de regreso a Medjugorje en coche, de repente pensé en un santo sacerdote a quien conocía en Verona (Italia), y sentí un fuerte deseo de pasar a visitarlo para que Milona lo conociera. Pero muchos factores me hacían dudar. Esta vuelta por Verona alargaría nuestro viaje cinco horas. Por otro lado, ese sacerdote sufría una grave enfermedad que lo obligaba a guardar cama, y ya hacía varios meses que no recibía a nadie. Además, tendríamos que pasar por dos puertas exteriores contiguas a la Catedral de Verona, para poder llegar a su departamento. Como era domingo, nadie nos abriría esas puertas y allí no existía ni timbre, ni campanilla.

Pero la intuición de que debíamos ir allá resultó más fuerte que todos estos obstáculos. Ese sacerdote era tan santo (se trata de Don Bozio, fallecido en 1995) que solo el hecho de mirarlo a los ojos nos transmitía a Dios de una manera extraordinaria. Teníamos que tentar nuestra suerte. Emprendimos camino, y después de algunos kilómetros tratamos de llamar a Verona. Un contestador nos respondió: “El padre Bozio no recibe visitas, pero contestará llamadas telefónicas entre las 16 y las 17 horas”. Como humanamente la partida estaba perdida de antemano, decidimos hacer trabajar a nuestros ángeles custodios. Primero les pedimos que fueran a ver al padre Bozio para preguntarle si podíamos ir a visitarlo, y que luego nos hicieran sentir la respuesta en nuestros corazones. Después de orar durante algunos minutos, una gran alegría nos invadió repentinamente, la que interpretamos como un signo positivo para emprender las cinco horas de viaje hasta Verona. Luego, cada media hora, le enviábamos nuestros ángeles al padre Bozio ya que, de acuerdo con nuestros cálculos, no podríamos llegar a Verona durante el lapso en el que estaría disponible, por lo menos por teléfono. Los ángeles tenían que cumplir dos tareas:

1º Cuidar que las gruesas puertas del claustro y del convento estuvieran abiertas, y que alguien respondiera en la casa del padre.

2º Que el padre fuera avisado de nuestra visita.

A nuestra llegada, ¡la primera puerta estaba abierta de par en par..!, ¡y la segunda también! Empezamos a subir los escalones que llevan al departamento del religioso, y al mirar hacia arriba ¿a quién vimos? ¡Al padre Bozio en persona! ¡Estaba parado en el último escalón y desde allí nos observaba! Al vernos sonreír, nos dijo a modo de bienvenida:

—¡Ah, son ustedes dos las que me enviaron a sus ángeles custodios! ¡Entren! ¡Les quiero dar una bendición!

—Esta historia —agrega M. riendo—, es solamente un ejemplo entre muchas otras.

Que la Virgen se traslade con ángeles no es un hecho nuevo en la historia de las apariciones. Pero hoy día, en Medjugorje, gozamos de una gracia única: ¡quienes la ven cada día, quienes ven a los ángeles a su alrededor, están a nuestro alcance! Vicka y Marija describen a los ángeles de la misma manera (nunca hablé de este tema con los demás videntes). Según ellas, los ángeles tienen una apariencia humana, rostros hermosos, el cabello rizado y visten túnicas largas que esconden sus pies. La mayor parte del tiempo, la Gospa viene con ángeles que se parecen a niños de 1 a 2 años de edad, y a veces mayores. Miran hacia su Reina, a quien “devoran” con su mirada llena de amor y admiración. Lo más sorprendente en ellos es que imitan en todo a la Virgen. Si Ella se inclina hacia adelante, también se inclinan. Si Ella abre las manos, ellos abren sus manos. Si Ella habla con tristeza, se ponen tristes. Si Ella sonríe, ellos sonríen...

Marija nos dice que el menor gesto de la Gospa es pura expresión de la voluntad de Dios; la más pequeña de sus palabras, la menor entonación de su voz, todo refleja a la perfección el querer de Dios. Y la función de los ángeles custodios es precisamente la de ayudarnos a realizar plenamente el designio particular de Dios en cada uno de nosotros. Ellos son puestos por Dios a nuestro lado para llevarnos a cumplir su voluntad. Cuando acompañan a la Virgen, vemos la alegría de los ángeles aumentar a cada instante, porque todo en Ella realiza el plan de Dios. Si la Gospa permanece durante mucho tiempo, los ángeles desbordan de alegría y agitan sus alas estrepitosamente, cada vez más fuerte.

—Para nosotros, los videntes —nos dice Marija—, observar a los ángeles es una verdadera escuela. Aprendo de ellos cómo imitar a la Santísima Virgen y cómo vivir según su ejemplo. Cómo acogerla a Ella como Reina.

En Medjugorje, a veces la Gospa se aparece en la montaña rodeada por millares de ángeles. Creo que los videntes no saben de qué ángeles (¿o arcángeles?) se trata. Oí muchas veces a Ivan decir: “Esta tarde, la Gospa vino alegre y feliz, con cinco ángeles” o “con tres ángeles”. Esto sucede sobre todo en ocasión de las grandes fiestas de la Iglesia, pero también en otros días.

Si deseas vivir una relación privilegiada con el ángel que Dios ha puesto especialmente a tu lado ¡todavía estás a tiempo! ¿Por qué no escribirle una carta y depositarla a los pies de María durante su visita de las 18.40?. (En el siglo XX, entre aquellos que han vivido una gran intimidad con su ángel custodio, señalamos al papa Juan XXIII, Santa Faustina y San Pío de Pietrelcina -ver la obra de Giovani Siena: La hora de los ángeles, que relata los más hermosos testimonios del padre Pío-. El padre Werenfried van Straaten, fundador de “Ayuda a la Iglesia necesitada”, posee también testimonios maravillosos procedentes de cárceles comunistas donde cristianos del Oeste enviaban a sus ángeles custodios...)

MENSAJE DEL 25 DE NOVIEMBRE DE 1992

“Queridos hijos, hoy, como nunca, os invito a orar. Que vuestra vida llegue a ser una continua oración. Sin amor, la oración es imposible. Por lo tanto, os invito a amar ante todo a Dios, el Creador de vuestras vidas. Así podréis reconocerlo y amarlo en cada persona, como El mismo os ama a vosotros. Queridos hijos, mi presencia en medio de vosotros es una gracia. Por lo tanto, por vuestro propio bien, aceptad y vivid mis mensajes.

Os amo, por eso permanezco con vosotros, para instruiros y guiaros hacia una vida nueva de conversión y renuncia. Solo así descubriréis a Dios y todo lo que ahora os es distante. Por eso, hijos míos, ¡orad!

Gracias por haber respondido a mi llamada.”

Medjugorje, el triunfo del corazón
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