72 Un resplandor de ondas sucesivas
DENIS NOLAN (¡sí, el mismo!) fue criado en un rancho de California. Robusto, cincuenta y pico años, padre de ocho hijos, no es ningún soñador, sino un hombre bien insertado en la vida.
Un día, él se preguntaba qué podría suceder que fuera más hermoso, más fuerte para nuestro mundo destrozado, que esas tiernas visitas de la Madre de Dios a Medjugorje. La respuesta no tardó en llegarle, en el curso de una peregrinación.
Aquel día, Denis asiste a la misa vespertina y se instala lo mejor que puede entre dos mujeres croatas que cantan su fe a todo volumen y elevan las manos hacia Jesús, apenas aparece El en el altar durante la consagración. Denis levanta también los ojos hacia el altar y observa las ondas que emanan de la hostia y que se propagan suavemente por toda la iglesia. Es un resplandor de ondas sucesivas que ninguna palabra humana podría describir, pero tan reales que vienen a chocar contra él, hasta hacerle perder su equilibrio físico. Las ondas se suceden a un ritmo suave y regular, como las olas del océano en un día soleado.
Después de la misa, Denis hace discretamente una pequeña encuesta con otros hombres de su grupo:
—¿No has notado algo especial durante la misa?
—Sí, parecía como si una irradiación saliera por oleadas de la hostia. Hasta mi cuerpo se tambaleaba... Pero pensaba que yo era el único en darme cuenta, que Jesús quería tocarme a mí con su presencia real... Entonces, ¿tú también las viste?
Durante los ocho días de su peregrinación, esta experiencia se renovó cada vez que Denis asistía a misa u oraba frente al Santísimo. Las ondas llenaban toda la iglesia (o la capilla de la adoración); nada les escapaba. Aquella semana, todo un pequeño grupo de peregrinos experimentó la misma gracia.
Denis tenía su respuesta y, en su alegría, quería compartirla con todos: el don más grande ofrecido en Medjugorje no son las apariciones, sino la Eucaristía (de las apariciones y de los mensajes surge que María quiere centrarnos en Jesús, y en Jesús Eucaristía. El hecho de que aparezca veinte minutos antes de la misa vespertina es significativo. Su venida nos prepara para recibir infinitamente más que a Ella: al mismo Dios. Algunas enseñanzas que la Virgen ha dado al grupo de oración sobre el ayuno nos esclarecen en ese mismo sentido. El ayuno que más le gusta, dice Ella, es el ayuno de pecado. ¡Rechazad el pecado que habita en vosotros! Este ayuno nos permite recibir a Jesús con un corazón purificado. Pero la Gospa nunca ha hablado del ayuno a pan y agua como si se tratara de un sacrificio, nos dicen los videntes, y esto nos sorprende. En cambio, si María ha elegido hacernos ayunar el miércoles es para prepararnos para recibir al Pan Eucarístico. Ella nos vuelve a dar el sentido del pan como la alimentación de base, vital. Ese ayuno del miércoles nos evita la distracción de otros alimentos que halaguen nuestros sentidos exteriores. De esta forma, estamos pendientes del pan. Así, cuando llega el jueves (día en el que Ella quiere vernos vivirlo cada vez como si fuera el Jueves Santo), estamos preparados para recibir otro Pan, el del Cielo. Y si María nos pide que ayunemos también el viernes a pan y agua, es para darle gracias a Dios por ese Pan Vivo dado al mundo el Jueves Santo. De alguna forma, nos pide que comamos solo pan, para prolongar en nosotros y proteger ese don del Pan Eucarístico, lejos de otros víveres que alejarían de él nuestro corazón. Así, el gran don del Jueves Santo está, por así decirlo, engastado en un estuche de amor, a través de ese ayuno a pan y agua que Ella nunca asoció, observemos, a la memoria de la Pasión. ¡El ayuno es una alegre celebración del pan! Resulta así que el centro de nuestra vida es evidentemente la Santa Misa. Visto bajo este aspecto, nos es fácil comprender por qué el ayuno es tan poderoso contra los demonios).
“Adorad a mi Hijo”, nos dice la Gospa. “Adorad al Santísimo Sacramento sin cesar. Estoy siempre presente durante la adoración de los fieles; se obtienen entonces gracias particulares”.(15 de marzo de 1984).
(Sor Faustina escribía en su diario (9 de agosto, 1934): “Adoración nocturna del jueves. Hice esta hora santa, desde las 23.00 hasta medianoche, por la conversión de los pecadores más endurecidos, aquellos sobre todo que ya no confían en la divina misericordia. Meditaba cuánto Dios había sufrido, cuán grande es el amor que nos manifiesta, ¡y todavía dudamos en creer en ese amor! Oh, mi Jesús, ¿quién comprenderá? ¡Qué sufrimiento para nuestro Redentor! ¿Cómo nos convencerá de su amor, si su misma muerte no fue suficiente para convencernos? Yo invité al Cielo entero a reparar conmigo por la ingratitud de ciertas almas. Jesús me hizo comprender cuán dulce es para él la oración reparadora. El me dijo: ‘La oración de un alma humilde y llena de amor desarma la cólera de mi Padre y atrae torrentes de gracias’. Después de la hora santa, a mitad de camino entre la capilla y mi celda, me rodeó una jauría de perros feroces y negros que empezaron a saltar y a aullar como si hubieran querido despedazarme. De repente, me di cuenta de que no eran perros, sino demonios. Uno de ellos vociferó con rabia: ‘¡Te vamos a despedazar porque, esta noche, nos has arrancado tantas almas!’. Yo respondí: ‘Si esto le place a Dios, despedazadme, lo merezco. Solo soy una pobre pecadora, pero Dios es santo, justo e infinitamente misericordioso’. Al oír estas palabras los demonios rugieron: ‘Huyamos, porque no está sola, ¡el Todopoderoso está con Ella!’. Y desaparecieron como remolino de polvo sobre la carretera. Regresé tranquilamente a mi celda recitando el Te Deum y adorando la insondable Misericordia”).
Una vez más, la Virgen no se ha limitado a decir palabras, sino que para Denis, para sus amigos y para muchos otros, Ella ha levantado un poco un poquito, el velo...
MENSAJE DEL 25 DE OCTUBRE DE 1995
“Queridos hijos, hoy os invito a ir a la naturaleza, porque allí encontraréis a Dios Creador. Hijos míos, hoy os invito a dar gracias a Dios por todo lo que El os da. Dándole gracias, descubriréis al Altísimo y todas las cosas buenas que os rodean. Hijos, Dios es grande y su amor por cada criatura es grande. Por eso, orad para poder comprender el amor y la bondad de Dios. En la bondad y el amor de Dios Creador, yo también estoy con vosotros como un don.
Gracias por haber respondido a mi llamada.”