82 ¿No es usted de Jerusalén?

CON sus paisajes tan parecidos a los de Galilea, Medjugorje y sus alrededores bien podrían situarse en las inmediaciones de Safed o de Caná. Misma flora, misma luz blanca y deslumbrante de los países mediterráneos, mismos valles ondulados, donde crecen, de lado a lado, arbustos espinosos, higueras, viñedos y granados y, por supuesto, mismas e inevitables piedras que atribulan, aún hoy día, a los campesinos israelíes. ¡La Virgen de Nazaret no podría sentirse allí fuera de su ambiente, como lo estaría, por ejemplo, en Noruega!.

Pero el extraordinario llamamiento bíblico ofrecido por las apariciones de Medjugorje no reside esencialmente en el parentesco exterior y visible de la Herzegovina con la tierra de Israel, sino en la persona de María, en su manera de obrar, en su forma de orar, en sus actitudes, y hasta en su vocabulario. Todo su ser refleja magníficamente a la mujer bíblica extraída de la raza de David.

Rita F., la asistente americana del padre Slavko, festejaba su cumpleaños. Queriendo hacer algo especial para ella, Marija, quien ignoraba que su amiga fuera de origen judío, la invitó a asistir a la aparición en su capillita, y Rita llevó una rosa para la Santísima Virgen. La Virgen apareció y, después de rezar el Magnificat que finaliza la aparición, Marija, sonriendo con aire travieso, explicó a los presentes lo que acababa de suceder:

—Esta tarde, la Gospa nos saludó y nos bendijo a todos. Y enseguida miró hacia la rosa. ¡Se veía tan contenta por esta rosa! ¡Pero después no entendí absolutamente nada, porque empezó a orar en su lengua materna!

¡Los amigos de Rita sí comprendieron el regalo! Sobre todo Bernard Ellis, nuestro amigo inglés proveniente de una familia judía muy practicante, y que se encontraba con nosotros ese día.

—¡Ella rezó en su lengua materna porque se sintió en familia! —le dije para hacerlo feliz.

Bernard tenía lágrimas en los ojos. Esa misma mañana él le había pedido a Dios una señal que le confirmara que Aquella que venía a Medjugorje sí era la Madre del Mesías. ¡Esta señal iba más allá de toda expectativa!

La Virgen habla perfectamente el croata. ¿Por qué entonces orar en su lengua materna con el riesgo de confundir a su pequeña Marija que no podría comprenderla? (La lengua materna de María era el arameo, pero muy probablemente también hablaba hebreo).

Nuestras traducciones no siempre reflejan el sentido original (en junio de 1996, Juan Pablo II dijo que el Hail Mary en inglés no expresaba el verdadero saludo del Ángel, saludo totalmente impregnado de alegría). En verdad, nos hemos alejado del significado de las palabras originales pronunciadas por Dios o por los ángeles, palabras que emanan de tres mil años de formación intensiva del pueblo del Libro y que llevan en sí el tenor inviolado del Corazón de Dios.

¡Qué alegría es para nosotros ver que, en sus mensajes, María utiliza las mismas palabras de la Biblia, las palabras de la Revelación! ¿Pero qué resonancia pueden tener estas palabras en nuestros corazones si su equivalente en nuestro idioma expresa una realidad muy diferente?

A título de ejemplo, recorramos juntos algunas palabras del mensaje del 25 de junio citado más arriba:

Conversión: La raíz hebraica de esta palabra que determina la historia del pueblo de Israel (por consiguiente la historia de cada una de nuestras almas) está a mil leguas de la connotación bastante dura que nosotros le atribuimos hoy en día, con todo ese desfile poco atractivo de renuncias y esfuerzos sobrehumanos. La palabra teshouva, “retorno”, expresa, al contrario, la idea positiva y tranquilizante del exiliado que retorna. Y que retorna... ¿a dónde? ¡A casa!

Vuelve finalmente a su tierra, con los suyos, a la casa donde su padre y su madre lo han concebido, allí donde es bueno vivir y amar, donde están todos sus orígenes. El ha vivido la dura experiencia de estar alejado de la casa paterna, la experiencia de las carencias, tanto a nivel del corazón como a nivel material, la experiencia de la esclavitud con pueblos bárbaros, y ahora se reencuentra con los suyos, retoma posesión de sus dominios y se siente al fin seguro, colmado en todo.

Mi conversión orienta nuevamente mis pasos hacia mi casa natal, y vuelvo a vivir con los míos. En la oración veo mi brújula interior, me doy cuenta de que estaba yendo por camino errado y reajusto mi dirección.

En Medjugorje, María nos dice que su mensaje más importante es la conversión. ¡Por supuesto! Si no habito en el seno del Padre (Jn 1,16) con Jesús, ¡soy un hombre muerto!

El mundo está lejos de Dios, por eso no existe la paz. “Vine para acercaros al Corazón de Dios”, nos dice. ¡Y lo hace!

Santidad: Para la mayoría de los cristianos, la santidad, con sus seguidillas de renuncias, mañana, mediodía, tarde y noche, es algo horrible de lo que hay que huir. ¡No! ¡Nosotros queremos ser libres, sentir intensamente, vivir! ¿Habéis visto a esos pobres santos en sus nichos? ¡Cuántas pruebas habrán tenido que soportar! ¡Cuántas agonías del alma y del cuerpo...! ¡No! ¡Nosotros queremos gozar de la vida, queremos ser felices!

Y además, ¿quién pienso yo que soy? ¡La santidad es algo inaccesible, totalmente fuera de mi alcance! ¿Me pondré ahora a hacer milagros, levitar, multiplicar panes? ¡Seamos sensatos! Todo esto es para un puñado de gente, y gente muy especial que ha nacido en agua bendita. Yo soy normal, soy como todo el mundo. Y además, si pensara que un pobre tipo como yo puede llegar a ser santo, ¡sería un engreído de primera! ¡¿Y por qué no Superman, ya que estamos?!

“Queridos hijos”, decía María al grupo de oración, “sé que muchos de vosotros le tenéis miedo a la santidad...”.

Kadosh, “santo”, quiere decir “separado” en hebreo. Dios separó la luz de las tinieblas, como se separa el buen grano de la cizaña. Soy “santo” cuando no soy “del mundo”, aunque en el mundo. Me han “puesto aparte” desde mi bautismo, para pertenecer a Dios. Es El quien me da parte de su propia santidad, porque solo El es santo.

La Gospa pidió al grupo de Jelena que no imitaran a los otros jóvenes que van en pos de la búsqueda de los placeres. Lejos de implicar una privación, lo anterior alude a la idea de abundancia. ¿Por qué dilapidar estúpidamente los preciosos tesoros de mi herencia pactando con el Ladrón, el Mentiroso, el Homicida, cuando, al elegir la santidad, tengo todo lo que tiene Dios, por estar fuertemente unida a El? En Medjugorje, la Gospa tranquiliza magníficamente a todos aquellos que le tienen miedo a la santidad: lejos de ser un “amargado”, el santo es aquel que tiene en su corazón la plenitud del amor. ¿Y no es ese el deseo más visceral, más lancinante, más profundo de todo hombre? “¡Sin la santidad no podríais vivir!”, nos dice.

Con frecuencia, cito a los jóvenes la siguiente frase de María: “Os ponéis inconscientemente en las manos de Satanás”, y yo agrego: “¿Queréis conocer la mejor manera de ponerse en las manos de Satanás? ¡Es muy fácil! Solo basta hacer lo que hacen los demás. Esto no falla. En cambio, si obráis de acuerdo al Evangelio y a las palabras de la Gospa, tampoco falla: al ponerse así en las manos de Dios, tendréis todo lo que anheláis. Si vivís la santidad, el mundo hambriento de Dios será atraído hacia vosotros; la gente vendrá y os preguntará, como lo hicieron con Mirjana esos jóvenes comunistas ateos de Sarajevo: ‘Vemos que tú tienes algo que no tenernos: paz, felicidad... ¡Nosotros también queremos tenerlas! Dinos, ¿cuál es tu secreto?.

Corazón: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón...”. La palabra “corazón” en hebreo incluye tanto la buena como la mala inclinación. Este versículo del Deuteronomio citado por Jesús significa: en tu corazón existe carne y piedra. Ningún corazón humano es solo carne o solo piedra. Existe en cambio una dominante de carne o una dominante de piedra. Dios es quien hace brotar agua de la roca. Ama a Dios con todo tu ser y, poco a poco, El transformará en carne lo que en tu corazón es piedra. Esto es lo que quiere decir María en este mensaje.

¡Oh, estoy dándome cuenta de que podría escribir un segundo libro con todas estas raíces hebraicas! Debo detenerme... ¡Pero vosotros no! No aceptéis nunca más leer los mensajes pensando: “Esto es incoloro, sin olor y sin sabor...”. ¡No! ¡Buscad entre vuestros pastores a aquel que os inicie en el conocimiento de los tesoros de la Biblia, y os revelará el extraordinario sabor de la más pequeña “j”! Y cuando converséis con Nuestra Señora de Lourdes, Nuestra Señora de Fátima, Nuestra Señora de Guadalupe, Nuestra Señora de Czestochowa, Nuestra Señora de París, preguntadle:

“Pero en realidad, señora... ¿no es usted de Jerusalén?”

MENSAJE DEL 25 DE JULIO DE 1996

“Queridos hijos, hoy os invito a decidiros cada día por Dios. Hijos míos, habláis mucho de Dios, pero dais pocos testimonios de El en vuestras vidas. Por eso, hijos, decidios por la conversión, a fin de que vuestras vidas sean auténticas ante Dios, y para que, en la autenticidad de sus vidas, deis testimonio de la belleza que Dios os ha dado. Hijos, os invito nuevamente a decidiros por la oración, porque mediante la oración podréis vivir la conversión.

Cada uno de vosotros, en la sencillez, volverá a ser como un niño abierto al amor del Padre.

Gracias por haber respondido a mi llamada.”

Medjugorje, el triunfo del corazón
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