49 Los bebés-milagro
FEBRERO de 1995. Rémi y Claire viven cerca de París y llevan dos pesadas cruces en sus corazones:
1º Hace tres años que Rémi está en paro, lo cual obliga a su mujer a trabajar para proveer a la subsistencia de la familia.
2º A pesar de todos los tratamientos médicos posibles e imaginables, el diagnóstico es tajante: no podrán tener ese segundo niño con el que sueñan desde hace seis años. Para este tipo de esterilidad, según la medicina parisina, su única esperanza es la fecundación in vitro.
A este sufrimiento se suman las habladurías de sus parientes y amigos, así como algunas sonrisitas burlonas, cuando Rémi y Claire explican muy sencillamente su preocupación por mantenerse fieles a la ética de la Iglesia en cuanto a procreación y a manipulaciones genéticas. Por nada en el mundo quieren apartarse de las enseñanzas del Papa. Prefieren que quienes piensan que el hombre es más astuto que Dios en materia de vida los señalen con el dedo y los tilden de retrógrados. Por otro lado, ellos han visto a su alrededor a algunas parejas destrozarse después de varias tentativas de fecundación artificial, humillantes y costosísimas, que por otra parte habían fallado.
Rémi sufre cada vez más al ver a su mujer frustrada en sus aspiraciones de maternidad. Cuando se casaron, ¿acaso no deseaban tener muchos hijos? Y no pueden dejar de pensar: “¡Tantos abortos ocurren cada día (Imposible callar otro tipo de alegría: los proyectos de abortos anulados. Un 25 de junio, fiesta de María Reina de la Paz, un niño escapó a la muerte. En efecto, después de mi conferencia a unos peregrinos de habla francesa, un joven vino a preguntarme muy conmovido: —¿Dónde hay un teléfono? —Él había sido hondamente tocado por los mensajes de la Gospa acerca de la vida, los niños, el aborto... —Mi novia va a abortar en dos días, porque yo le dije: “Por mí, adelante.” Tengo que llamarla a toda costa, y explicarle los mensajes. ¡Y vamos a quedarnos con el bebé! En el fondo era lo que ella quería... Fue mi actitud de indiferencia la que le hacía rechazar al bebé. Ella no se sentía capaz de asumir completamente sola a este niño. Pero ahora, ¡quiero salvar y amar esta vida!. En estos tiempos, hemos visto cómo la Madre de Dios resucita a sus hijos y los libera de las cadenas del pecado, hasta de aquellas con las que se dejan atar inconscientemente. Este joven decía: “¡No me di cuenta!”) , y nosotros, que queremos tener muchos hijos, no podemos tenerlos! ¿Nuestra pequeña Inés nunca tendrá esos hermanitos y hermanitas tan ansiados?”.
Su pena es inmensa y punzante. Pero, un año más tarde, Claire me confía:
—Unidos en la fe, le hemos confiado nuestra congoja al Señor y, por medio de la intercesión de la poderosa y bienaventurada Virgen María nuestra querida Madre del Cielo, le hemos pedido que tenga piedad de nosotros y nos conceda nuestro deseo. Entonces pensamos en Medjugorje. Nuestras finanzas estaban a cero y las circunstancias parecían adversas Decidimos entonces que Rémi —aún en paro— iría solo, ya que yo no podía faltar al trabajo.
Nos enteramos de una peregrinación para la fiesta de la Anunciación, reservamos un lugar y firmamos el correspondiente cheque el 25 de febrero. ¡Y el 25 de marzo, mientras Rémi volaba hacia Split, yo me enteré de que estaba embarazada! ¡Increíble, pero cierto! Dios había escuchado nuestra petición aun antes de que Rémi partiera, y él pasó todo el tiempo de la peregrinación llorando de alegría y dando gracias a María. ¡Nuestra hija nació en noviembre! ¡La hemos bautizado Marie Laetitia, Alegría de María!
La historia de Claire hubiera podido pasar inadvertida en medio de una larga serie, ¡pues ya no se cuentan los bebés-milagro que pueden gloriarse de haber nacido gracias a una peregrinación a Medjugorje! En cuanto a las videntes Marija y Vicka, si les preguntáis sobre este tema, encontraréis que ellas tienen una lista inagotable de ejemplos, uno más conmovedor que el otro (¡traed pañuelos!). No es casual que la Gospa llevara a su pequeño recién nacido en sus brazos cuando apareció por primera vez en la colina, el 24 de junio de 1981. Al igual que Jesús, ¡Ella vino para darnos vida!
Sin embargo, no todas las parejas estériles vuelven sanadas de Medjugorje. Como María ya lo ha dicho repetidas veces en Fátima (ver: Memorias de sor Lucía, o Lucía cuenta Fátima): “Yo sanaré a algunos, a otros no”. Lo mismo sucede en Medjugorje. ¿Por qué?
Me gastan estas humildes palabras del padre Emiliano Tardif, (cassettes del padre E. Tardif: Eucaristía y sanación y Sufi'imiento y sanación; y el libro Jesús es el Mesías, que relata cómo sana Jesús (capítulo 4). Publicaciones Kerygma S.A. de C.V. Manzanillo #90, Colonia Roma, México DE, tel.: 55-84-32-41 - www. kerygmaenlinea.com.) confrontado él mismo constantemente con esos “¿por qué?”, ya que durante la Eucaristía algunos enfermos se sanan y otros no:
“Estamos ante el misterio del amor de Dios. Si es cierto que el Señor solo sana a algunos de nosotros, nos ofrece a todos la sanación definitiva: la vida eterna, cuando ya no existirá ni la enfermedad, ni el luto, ni las lágrimas. Recibimos gratuitamente la sanación, pero ¿quiénes somos nosotros para preguntarle a Dios por qué sana a este y no a aquel? Uno no es sanado porque se lo merece; es puro don de Dios.”
Lo vi con mis propios ojos: ninguna mujer que viene a Medjugorje para implorar la gracia de la fecundidad parte estéril. A una le es dado un niño que llevará en su seno de carne, a la otra le es concedida otra forma de maternidad, no menos real y concreta ¡porque la Virgen no es una amable idealista “con la cabeza en las nubes”! ¡No! María llevará a esa mujer a reconocer rápidamente en su vida, con señales muy perceptibles en su corazón, la maravillosa maternidad que le fue preparada. Ella le dirá en silencio: “¿Ves a ese pequeño que me pertenece pero que no tiene a nadie que lo ame, que le hable? ¿Ves a ese joven? ¿Ves esa vida destrozada...? ¡Te los confío!”.
Porque cuando una mujer toma realmente la mano de María para mirar el mundo como Ella lo ve, descubre que germina en lo más hondo de su ser un fruto de amor insospechado, y ante cada ser humano en la Tierra se dice a sí misma: “¡Este es mi hijo!”.
¡Las entrañas de la Madre de Dios están en ella!
“Quiero que améis a cada hombre sobre la Tierra con el mismo amor con que los amo”, dice la Gospa.