29 ¡La guerra! ¡Majko moja!

AQUELLA noche...

La puerta se abre estrepitosamente, y deja entrar en nuestra capilla una horda enloquecida de mujeres, niños y ancianos... Es la hora de completas, cuando el himno vespertino nos prepara para pasar la noche en la gran paz de Dios. Pero nuestros cantos son interrumpidos por sollozos y gritos estridentes. En un abrir y cerrar de ojos, unos biberones aparecen junto a nuestros cirios litúrgicos y los pañales se entremezclan con nuestras Biblias; el suelo se cubre de bolsas de plástico repletas de mil cosas recogidas a toda prisa, y en los rincones algunas mantas ya están extendidas para que los ancianos puedan sentarse. Dos o tres radios vociferan las noticias, a todo volumen, según la costumbre croata.

Es el 6 de abril de 1992; son las 21.30 horas ¡La guerra acaba de estallar en Bosnia-Herzegovina!

Hay que actuar rápidamente. Bernard y Maurice se quitan su hábito monacal para acarrear algunas bolsas de arena y obstruir todas las aberturas de nuestro sótano acondicionado en capilla. La gente del vecindario sabe que el nuestro es el mejor de todo el barrio de Bijakovici (¡no por el vino!); por eso viene a refugiarse aquí. Todas las alternativas son examinadas:

—Si las bombas caen desde el lado sur, será mejor acostar a los niños en este lugar.

—Si los estallidos provienen del norte, será necesario atrancar la puerta. Pero entonces, ¿cómo acceder al baño?

Discuten, se pelean un poco a la manera croata (mucho ruido, pocas nueces) y tanto en cuando se acuerdan de la Reina de la Paz, exclamando ¡Majko moja!, es decir, “Madre mía”. Algunas babas (baba: abuela en croata) atónitas rezan el rosario en silencio. Los niños, demasiado pequeños para comprender, se divierten: “¡Vamos a dormir todos juntos! ¡Es mucho más divertido que en casa!”. Las ocasiones de jugar se han multiplicado por diez... Todos los hombres aptos ya se han incorporado a su unidad de combate; algunos parten al frente esa misma noche. La angustia ya oprime el corazón de las esposas y madres: “¿Volverán?”. Transportamos algunos colchones para el improvisado dormitorio, y las mamás se acuestan junto a sus hijos sobre el mismo colchón, a la usanza croata. Detalle no premeditado: ¡es una Gospa ortodoxa (el icono de la Madre de Dios de Vladimir) la que vigila a toda esa gente aterrorizada por un enemigo ortodoxo! ¡Profecía viviente de la reconciliación de los hijos de Dios!

Tarde, durante la noche, las campanas de la iglesia tocan a todo repique: es la señal de peligro aéreo. Nuestros huéspedes nos recomiendan dormir con ellos en el sótano, todos acostados en hileras. Pero instalamos nuestros colchones bajo la escalera del sótano, pensando escapar así ai ruido continuo de la radio.

Después de una noche totalmente en vela y un difícil intento de realizar el oficio de laudes fuera de nuestra capilla-sótano-dormitorio-refugio, recomiendo a los hermanos que no salgan, mientras corro a la casa de los franciscanos en busca de noticias. La situación es clara: el ejército federal en manos de los serbios ha comenzado su ataque. Esto es solo el principio, ¡podemos temer lo peor! Cayeron bombas en Siroki-Brieg, a treinta kilómetros de Medjugorje. Y treinta kilómetros para un avión es una distancia fácil de cubrir en muy poco tiempo. Ya no debemos salir de casa.

Aquellos que han vivido la guerra conocen esta experiencia: en un tiempo récord uno debe tomar decisiones vitales muy serias, con múltiples incógnitas como elementos de discernimiento... Mis neuronas se entrechocan, mientras mi corazón permanece en una profunda paz y me dice que no tenemos por qué temer.

MENSAJE DEL 25 DE MAYO DE 1992

“Queridos hijos, hoy nuevamente os invito a orar, para que mediante la oración os acerquéis aún más a Dios. Estoy con vosotros y deseo guiaros por el camino de la salvación que Jesús os ofrece. Día a día, estoy más junto a vosotros, aunque no tengáis conciencia de ello y no queráis admitir que os habéis unido a mí tan solo un poquito.

Cuando surgen tentaciones y problemas, decís: ‘¡Oh!, Dios, ¡Oh!, Madre, ¿dónde estáis?’. Yo solo espero que me deis vuestro ‘sí’ para presentarlo a Jesús, a fin de que El pueda colmaros de gracias. Por eso, una vez más, aceptad mi llamamiento y comenzad nuevamente a orar hasta que la oración se convierta en gozo. Entonces descubriréis que Dios es todopoderoso en vuestra vida diaria. Estoy con vosotros y os espero. Gracias por haber respondido a mi llamada.”

Medjugorje, el triunfo del corazón
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