36 ¿Qué dice María del aborto?
PARA las familias croatas que me rodean, el nacimiento de un niño es una gran alegría. Un niño es deseado, recibido con amor, mimado, llevado en brazos. Es motivo de una verdadera felicidad para todos y un don de Dios. La Gospa no podía conquistar mejor el corazón de los videntes de Medjugorje que mostrándoles al Niño Jesús en sus brazos.
En Medjugorje, el aborto no existía. Al igual que la droga, el suicidio o el divorcio, el aborto pertenecía a otro planeta. Los videntes eran tan inocentes que la Virgen misma tuvo que revelarles algunos aspectos del mal que obra en el mundo actual, para que tomaran conciencia y comprendieran la apremiante urgencia de la oración...Por ejemplo, Ella le habló a Marija de la masonería, de las consagraciones a Satanás, de ciertos proyectos secretos para destruir al Santo Padre, etc. También mostró en imágenes a Jelena diferentes escenas de la acción de Satanás y de las destrucciones que él lleva a cabo en estos tiempos. ¡Los videntes se quedaron asombrados!
La suerte de Mirjana fue un poco diferente. Recién casados, sus padres tuvieron que irse de Medjugorje para trabajar en Sarajevo. Tenían que sobrevivir en condiciones sumamente precarias. Habían alquilado una pequeñísima habitación en la que nació Mirjana. Pero el propietario los amenazaba: “¡Si tienen otro hijo, tendrán que irse!” Ambos debían trabajar para poder pagar el alquiler. Por fin, ocho años más tarde, pudieron alquilar un apartamento más grande. Entonces nació el hermanito.
—Carecíamos de todo —me cuenta Mirjana—. Yo me quedaba sola en el cuarto todo el día. Mis padres se sacrificaban por mí. Compraban dos plátanos, fruta muy cara en la época, y para que me los comiera me decían: “A nosotros no nos gustan, ¡qué fruta más horrible!”. ¡Me alimentaban lo mejor que podían! Recibí de ellos mucho amor y nunca me afectaron las privaciones. Hoy en día, siento una inmensa gratitud hacia mis padres. Sé que yo no existiría si se hubieran dejado vencer por el miedo. La amenaza comunista era constante y la seguridad inexistente. Ellos confiaron en Dios y hoy les agradezco por el don de la vida. ¡Y mira cómo la Santísima Virgen manejó las cosas después...! ¿Quién lo hubiera pensado? ¡Nosotros no tenemos poder de decisión sobre la felicidad de nuestros hijos!
Para poder seguir estudiando, tuve que cambiar de escuela. Esa nueva escuela fue una prueba muy grande para mí, porque mis compañeros no conocían a Dios y vivían en grave pecado. El aborto y muchas otras cosas se practicaban a diario como algo totalmente normal, y esto me hacía sufrir enormemente. Las apariciones ya habían comenzado, pero yo no podía decir ni una sola palabra acerca de ellas. Me vigilaban, me espiaban y, con el menor traspié, mis padres hubieran podido perder su trabajo.
Una mañana, una compañera de clase me dijo: “Hoy voy a abortar y después iré al concierto”. Indignada al ver que ponía la muerte de un niño al mismo nivel que un concierto, se me escapó la mano y le di una bofetada. ¡En esa época, yo era así! Ella me devolvió la bofetada y nos peleamos tanto que nos mandaron a las dos al despacho del director.
—Y cuando la Santísima Virgen se te apareció después de este episodio, ¿te lo reprochó?
—Ella no mencionó la bofetada, pero me dijo que yo solo podía cambiar a esas personas con el ejemplo y la oración. Comprendí que no debía ni sermonearlos ni enfadarme con ellos...
—¿Y más adelante te habló del aborto, como lo hizo con Marija y con Vicka?
—Sí, porque muchas veces yo le hablaba de lo que veía a mi alrededor y le pedía que me ayudara. Ella me dijo que no juzgara a esas personas, sino que las amara y orara para que se reconciliaran con Dios. También me dijo que el padre y la madre del niño abortado tendrían que sufrir mucho. Y lloró copiosamente ( A veces, Jesús pide para el aborto sufrimientos de reparación a ciertas almas que se han ofrecido a su misericordia. Santa Faustina cuenta: “16 de septiembre de 1937. A las dieciocho, experimenté dolores tan violentos que tuve que acostarme inmediatamente. Me retorcí de dolor durante tres horas, es decir hasta las once de la noche. Ningún medicamento surtía efecto. Lo que yo tomaba, lo rechazaba. Por momentos esos dolores me hacían perder el conocimiento. Jesús me hizo saber que de esta manera yo acababa de participar de su agonía en el Huerto de los Olivos, y que El mismo había permitido esos sufrimientos en reparación ante Dios por los abortos. Tres veces padecí de esta manera. Le dije a mi médico que jamás en la vida había tenido tales dolores. Él me dijo que no sabía de qué se trataba. Ahora sí comprendo qué son estos sufrimientos, porque el Señor me lo ha revelado... Sin embargo, al pensar que tal vez un día tenga que volver a padecer así, un escalofrío de terror se apodera de mí. Pero ignoro si tendré que sufrir nuevamente de esta forma. Esto se lo dejo a Dios. Lo que a El le plazca enviarme, lo recibiré con resignación y amor. Dios quiera que por medio de estos sufrimientos yo pueda salvar del asesinato al menos a un niño”. Sor Faustina, Pequeño Diario, IV. 31).
La Virgen dice que abortar es un pecado muy grave, porque es matar. Dios perdona todos los pecados, pero para este en particular, Él pide al padre y a la madre que hagan una gran penitencia en reparación.
—¿Y qué dice de los niños abortados?
—Ella dijo: “Ellos me pertenecen”.
En Medjugorje, muchos peregrinos (padres o madres de niños abortados) han podido iniciar un hermoso camino de conversión, de sanación interior, reconciliándose con el pequeño ser que un día rechazaron. En lugar de borrar su recuerdo, empiezan a considerarlo al fin como una persona humana, viva en el Cielo, dotada de un corazón y de un alma, y deciden reconciliarse con él. Le piden perdón desde lo hondo de su corazón y desarrollan una unión con él cada día más fuerte, como miembro de la familia. Le ponen un nombre, le oran y oran por él. Esta reconciliación y este recibimiento en el seno de la familia son fuente de grandes gracias para los padres, y hasta para los demás hijos. Los padres solteros a quienes concierne esta situación viven un análogo “ensanchamiento” del corazón. Aunque las madres conserven cierto dolor, ellas están en paz y dejan de estar atormentadas o torturadas por la pérdida de su niño: lo han depositado en el corazón de María.
MENSAJE DEL 25 DE DICIEMBRE DE 1992
“Queridos hijos, hoy quiero cobijaros a todos bajo mi manto y protegeros de todo ataque satánico.
Hoy es el Día de la Paz, pero hay gran falta de paz en el mundo entero.
Por lo tanto, os llamo a todos a construir conmigo, por medio de la oración, un nuevo mundo de paz;
sin vosotros yo no lo puedo hacer. Por eso os llamo a todos con mi amor maternal, y Dios hará el resto.
Abríos al plan de Dios y a sus designios, a fin de que podáis colaborar con Él en la paz y el bien.
No olvidéis que vuestras vidas no os pertenecen, sino que son un don a través del cual debéis dar alegría a los demás y guiarlos hacia la vida eterna. Queridos hijos, que la ternura de mi pequeño Jesús os acompañe siempre.
Gracias por haber respondido a mi llamada.”