78 Nikola en una madriguera
ES noche de Shabbat. Estamos ya sentados alrededor de la mesa cuando la puerta de entrada se abre de golpe y aparece la silueta de nuestro querido Nikola: el rostro negro de polvo, con una barba de cinco días, la mirada extraviada... Acaba de volver de la zona de combate de Mostar, herido en el brazo. Un bondadoso enfermero de Citluk le ha hecho una curación provisional...
Durante quince minutos, Nikola no hace más que repetir: “¡Mostar es un infierno! ¡Mostar es un infierno!”, y sus ojos fijos reflejan imágenes de horror. Pero poco a poco nos cuenta:
—La ciudad está repleta de francotiradores que disparan por todas partes. ¡Es una verdadera carnicería! Ya hemos perdido a varios hombres. Me encontraba con dos compañeros apuntando hacia un puesto musulmán, pero no habíamos reparado en uno de ellos, apostado detrás de nosotros. El tipo trató de bajarnos a tiros. Afortunadamente no me mató, pero la bala atravesó mi brazo. Entonces, para protegerme, me tiré en una zanja que justamente estaba delante de mí. El tipo seguía disparando. Sin esta improvisada trinchera yo me hubiera transformado en un colador. Mi brazo no paraba de sangrar.
—¿Tuviste miedo? —le pregunto.
—No. Mi primera reacción, allá en el fondo de mi madriguera, fue la de orar por el musulmán que me había disparado. Sentí verdaderamente la protección de Dios sobre mí, ¡porque mis compañeros la habían cavado solo dos horas antes!
Muchas veces somos evangelizados por la gente más sencilla.
Nikola es un amigo croata, criado en Francia, que se incorporó a las unidades de su país en Medjugorje. Se ha librado de unas cuantas y ha sufrido mucho. En cierta forma, lo hemos adoptado, y él sabe que nuestra casa es la suya. Nikola se encuentra en un proceso de verdadera conversión, al que no le faltan condimentos.
Durante el invierno, después de un ayuno de varios días a pan y agua para demostrarle a la Gospa que realmente se había decidido por la conversión, partió al frente. Volvió a los tres días y me anunció con orgullo:
—Sentí verdaderamente la conversión. Anteriormente, cuando veía el cuerpo de un serbio muerto en el frente, yo rezaba para que fuera al Infierno. Ahora le digo a Dios: “Señor, haz que vaya al Cielo. ¡Pero de todas formas encájale cien años de Purgatorio! Al fin y al cabo...¡¡es un serbio!!”.
Él era sincero. Le dijimos entonces:
—¿Sabes, Nikola, lo que dice Jesús? “Seréis medidos con la misma vara con la que midáis a los demás...”.
—¿Cómo? ¿Eso dijo?
Dos semanas más tarde, Nikola llegó triunfante:
—¡Esto es un verdadero milagro! ¿Sabes lo que ahora le digo a Dios cuando veo el cuerpo de un serbio? Le digo: “Señor, haz que vaya al Cielo, y sin ningún Purgatorio. ¡A pesar de que sea serbio!”. ¿Te das cuenta? ¡Solo puede ser por un milagro!
MENSAJE DEL 25 DE MARZO DE 1996
“Queridos hijos, os invito a decidiros nuevamente a amar a Dios por encima de todo. En estos tiempos, cuando, a causa del consumismo, se olvida lo que significa amar y apreciar los verdaderos valores, os invito nuevamente, hijos míos, a poner a Dios en el primer lugar de vuestras vidas. Que Satanás no os atraiga con cosas materiales.
Hijos, decidios por Dios, que es libertad y amor. Elegid la vida y no la muerte del alma.
Hijos míos, en estos tiempos en que meditáis la pasión y muerte de Jesús, os invito a decidiros por la vida, que florece nuevamente mediante Su resurrección. Que vuestras vidas hoy en día se renueven por medio de la conversión,
que os conducirá a la vida eterna. Gracias por haber respondido a mi llamada.