CAPÍTULO 34
El Pacto de las Cinco Montañas
Así pronunció Mialco el Pacto de las Cinco Montañas:
«Huidón, señor del equilibrio, adquirió forma humana y subió a la montaña más alta de la tierra. Llenó de aire sus pulmones y sopló las nubes que se tiñeron de rojo. Viendo esta señal, los guardianes celestiales que lo servían emergieron de sus cuevas y golpearon con martillos la tierra para provocar un terremoto. Entonces, de las profundidades del océano, emergió Fundus. Adquirió también forma humana y trepó a lo alto de la isla más antigua, coronada por un volcán dormido. Sopló las nubes desde allí y las hizo retroceder el camino que su hermano les había dado y se tiñeron de color verde. Comenzó a llover y la diosa Okarín, entendiendo la llamada de los terremotos y las mareas de nubes, subió a lo alto de otra gran montaña. Envió a sus emisarios a las regiones donde habitaba Kermes. Kermes trepó como un coloso por un volcán y se encaramó a sus paredes. Allí decidió tomar forma humana y gritó el nombre de su hermana Senitra. Sintiendo cómo los demás habían procedido, Senitra ascendió a las nubes y desde allí divisó la quinta montaña. En esa cima invocó a los abisales, sus sirvientes, y desde allí contempló a sus hermanos. Cinco dioses en cinco montañas.
—Debemos detener nuestros trabajos —dijo Huidón, y su voz se escuchó en toda la tierra.
Sus hermanos contemplaron abajo, con su visión poderosa, los templos numerosos que habían erigido los humanos en su honor.
—Debemos detener nuestros conflictos —dijo Okarín desde su montaña.
Sembró en sus hermanos el recuerdo vivo de guerras y disputas.
—Debemos detener nuestros celos —dijo Huidón con voz atronadora volviendo negras las nubes que antes había soplado.
—Debemos detener las atrocidades humanas —dijo Kermes mirando debajo de su montaña, donde varios pueblos humeaban presos de las llamas provocadas por combates. Sopló sobre esas gentes y su aliento de fuego los devoró.
—Debemos volver a nuestra primera intención creadora.
—Liberemos a nuestros siervos —dijo Huidón.
—¿No serán terminados los templos? —preguntó Fundus.
—Los humanos construirán más templos —respondió Okarín.
—Liberemos a nuestros siervos —repitió Huidón.
—Tengamos paz entonces —dijo Kermes.
—¿Paz? —preguntó Senitra.
—Hoy debe hacerse un pacto —continuó Huidón.
—Hoy debe hacerse la paz —dijo Okarín.
—Dejemos libres a los hombres y sus instintos los matarán —dijo Senitra—. De todos los seres, son los más horribles, los más destructivos. Ahora nuestros perfumes los controlan, nuestra mirada les aterra… ¿Qué será de ellos? ¿Acaso ya no os complacen sus ofrendas?
—La servidumbre de las maldiciones debe desaparecer y así nuestra obra será completa —dijo Huidón.
—¿Sus instintos y su libertad acaso no son la razón por la que los creamos? —preguntó Okarín.
—Los siervos son preciosos, no nos deshagamos de todos —dijo Fundus.
—Los siervos deben ser convertidos en criaturas humanas —reafirmó Huidón y levantó su brazo.
—Dejemos de mirarlos —dijo Okarín llorando.
—¿Dejar de mirarlos? —preguntó Senitra—. ¿Y para qué entonces fueron creados por la luz y la calma? ¿Para qué conservarlos?
—Dejemos de mirarlos por este pacto para que ellos se vean a sí mismos.
—Palabras sabias. Los hombres deben tener libertad.
—La vida de los hombres necesita a los dioses. Es una vida mortal, breve.
—Tienen sombra inmortal. Podrán adorarnos entonces.
—Que vivan libres. No distingamos entre los que oran o los que nos prometen. Hagamos que todos sean libres.
—Hoy se firma un pacto. Cinco hermanos en cinco Montañas.
—El Pacto de las Cinco Montañas.
—El pacto debe ser respetado. Que el poder vuelva al poder y no se levanten armas sagradas, que los guardianes regresen y abandonen la vida en la tierra mortal, que los siervos sean humanos de nuevo y que los hombres sean libres.
—Los hombres lucharán entre sí.
—Los hombres se amarán.
—Los hombres cultivarán su espíritu.
—Los hombres nos adorarán o nos repudiarán. El Destino sea el rumbo.
—Cinco templos, con cinco estirpes de sabios. Cinco logias para cinco ciencias y cinco credos.
—Eso no será suficiente, los hombres necesitan el miedo.
—Siempre nos temerán.
—El pacto debe ser respetado. Los dones de los dioses, las maldiciones que los convierten en siervos, los favores de los semidioses. Los guardianes celestiales también deberán respetar el pacto. Los humanos serán, a partir de ahora, solamente humanos, libres de elegir, libres de equivocarse, y en su corta vida aprenderán o habrán de condenarse.
—Volvamos de lado la mirada.
—Dejemos a los hijos de la luz lejos de nuestra influencia.
—Quien falte al pacto faltará también de su vida en las Tierras Inmortales, sea escoria de espectros y demonios, sea siempre su vida ausente de lo bello. Quien falte al pacto será maldito por los otros cuatro y aniquilado.
—Aquí sellamos el Pacto de las Cinco Montañas.
—Aquí sellamos el Pacto de las Cinco Montañas.
—Aquí sellamos el Pacto de las Cinco Montañas.
—Aquí sellamos el Pacto de las Cinco Montañas.
—Aquí sellamos el Pacto de las Cinco Montañas.»