CAPÍTULO 16

El misterio de Remo

Lord Corvian salió de la prisión de Ultemar maldiciendo a Remo en voz alta. Lo esperaba un carruaje. Los soldados que guardaban los portones de entrada se cuadraron inmediatamente y hasta ese ruido pareció molestar al noble, que los miró como si quisiera enviarlos mazmorra adentro. Comenzó a llover precisamente cuando él estuvo al resguardo de la capota de su transporte. Dentro del habitáculo, un hombre fornido lo había estado esperando y lo interrogó nada más acomodarse.

—¿Cómo ha ido el encuentro?

—Con Remo es inútil. Nunca desvelará sus secretos. Es un hombre de voluntad inquebrantable.

—Sí… doy fe. Cuando lo tuve preso, sometido a tortura y condiciones infrahumanas, ese hombre no se doblegó.

Blecsáder miraba por la ventana del carruaje cómo las gotas de lluvia agujereaban la capa lisa de los charcos.

—Guarda secretos demasiado valiosos, entre otros, la forma de conseguir volver a ser humano después de convertirse en un silach, y eso podría sernos de gran utilidad. ¿Cómo van los preparativos?

—Los acuerdos con Oswereth están sellados. Partirán cuando les demos la señal.

Rosellón agradecía las influencias que Blecsáder tenía fuera de Vestigia. Gracias a él había conseguido reforzar su estrategia hasta construir un plan que, por el momento, estaba dando muy buenos resultados. Le fascinaba aquella historia de Remo y su cautiverio en Sumetra.

—¿Los emisarios qué tal van?

—Está funcionando. Los pañuelos negros se repartirán en todo el reino… fue muy inteligente colocar fechas distintas…

Rosellón seguía obsesionado con Remo.

—Ese desgraciado morirá, usaré mi influencia para dar prioridad a su causa. Con los testigos y demás, es hombre muerto. Necesito verlo muerto antes de que comience todo.

—Con él morirán demasiadas incógnitas. Jamás en todos los años de mi vida vi cosa igual. Todavía en algunas pesadillas vuelvo a estar en el circo de Sumetra, viendo el combate entre Velcunio y Remo. ¡Por los dioses, lo hizo picadillo! Había insistido mucho en que le trajéramos su espada y, cuando por fin la tuvo en sus manos… fue un tormento, una locura.

—¿Se transformó mientras luchaba? ¿No viste nada extraño en él? ¿Pudo alguien ofrecerle algún tipo de ayuda?

—No, lo metimos en el circo y parecía totalmente normal. Le echamos los perros antiguos, los silach primigenios que habíamos encerrado en las mazmorras más profundas. No le atacaron. Fue frustrante, pero no imaginábamos que era porque él ya estaba contaminado. Estaba sucio y malogrado por el cautiverio y nadie detectó sus cambios. Pero en ningún transformado vi semejante fuerza durante la metamorfosis, hizo con su espada actos de dioses antes de transformarse en aquella criatura.

Rosellón se maravillaba una y otra vez con aquella historia. Era la quinta o sexta ocasión que le pedía a Blecsáder que le volviese a contar cómo Remo acabó siendo esa bestia sanguinaria que diezmó a los silach y a los hombres en las entrañas de la ciudad subterránea. Había dos misterios que no le dejaban pegar ojo. ¿Cómo había logrado Remo convertirse en un ser «superior» al ya temible noctilo?, pero la pregunta más atroz, la que lo carcomía cada minuto era ¿cómo había logrado volver de la maldición?

—La clave está en Lorkun, «el lince». Lorkun fue quien cruzó la frontera con esa mujer y trajo a Remo de regreso. Según cuentas, Rílmor os informó que Lorkun había abandonado a la comitiva, ¿qué hizo todo el tiempo en el que Remo y los demás estuvieron en Nuralia?

—Según las informaciones que manejamos, Lorkun fue a una isla. La isla de Azalea.

—¿Cómo no me lo has dicho antes?

—Son noticias muy frescas. Ayer mismo mis hombres visitaron a uno de sus aliados. Birgenio, un bibliotecario que, al parecer, fue a ver Lorkun antes de partir. El tipo al principio no quería colaborar, pero finalmente lo hicimos entrar en razón.