CAPÍTULO 31

Levantamiento de Batora

La tercera noche de un nuevo ciclo lunar, en la ciudad de Batora se instaló un rumor. Consistía en que ciertos soldados poseían un documento firmado nada más y nada menos que por el general Gonilier en el que se les instaba a abandonar la ciudad, los asentamientos de sus órdenes militares, portando armas y aparejos de campaña. Nadie acertaba a recordar exactamente el documento, ni tan siquiera se estaba seguro en algunos destacamentos de qué significaba el mensaje, pero en la cuarta noche de la primavera en la ciudad de Batora se produjeron alborotos impropios en tiempos de paz.

Provocados principalmente por los que afirmaban fuera de toda duda que acababa de organizarse una revuelta en las principales órdenes militares, y que el ejército estaba vacío de poder. Tendón, viejo y sin carisma en su senectud, no podría arreglárselas para dominar a los generales, y estos parecían dispuestos a dar un golpe al poder militar establecido con ayuda de algunos nobles. Ese rumor se deformó hasta el punto que hubo quien lloró una noticia falsa sobre la muerte del rey por enfermedad, o se hablaba de una invasión de tropas nurales que motivaba los desplazamientos ordenados por el general Gonilier.

Los espaderos de la orden de los Caballeros Rojos de Vestigia trataban de contener las informaciones que se propagaban entre capitanes, maestres y demás mandos intermedios. Otro documento, firmado también por el general Gonilier, ordenaba a los Caballeros Rojos dejar Batora y acudir a Agarión sin demora. Sucedía que, precisamente, la orden militar de los Caballeros Rojos poseía una bicefalia en el mando, sí, por un lado estaba el general Gonilier, pero todos sabían que gran parte de las fuerzas de la orden era prestada por nobles como Lord Véleron y Lord Decorio, y los capitanes y maestres que rendían vasallaje a dichos nobles no estaban dispuestos a cumplir la orden hasta que no fuese confirmada por sus propios mandos. El revuelo era tal, que varios capitanes solicitaron ayuda a los lanceros y a los hacheros, y todos, al conocer la existencia de este segundo documento, montaron un alboroto excesivo, puesto que no se ponían de acuerdo sobre a quienes dar la razón. Para colmo, los hombres que defendían la orden directa del general Gonilier comenzaron a subir el tono y congregaron en la puerta sur de la ciudad de Batora a todas las secciones militares de los Caballeros Rojos para una partida inminente sin querer esperar a que se confirmasen las órdenes. Entonces comenzaron disputas entre capitanes y, sin previo aviso, el contingente que defendía por bueno el documento cargó contra los otros que trataban de impedir que los mandos obligaran a soldados vasallos de los nobles a secundarlo. Al principio fueron un par de peleas, tres a lo sumo, donde los hombres se separaron y el buen juicio de compañeros de toda la vida ganó la partida a los nervios.

—¡El general Gonilier es un traidor!

Ese fue el grito del capitán Colles cuando llegó otro aviso a la notaría central de Batora dando una orden expresa de que ningún hombre saliese de la ciudad. Esta orden la firmaba Lord Véleron y aludía en el mensaje a la sospecha de rebelión y traición del general Gonilier junto a otros desertores aún desconocidos. Los nervios estaban a tal temperatura que comenzó un combate fraticida. Para colmo de males, la Horda del Diablo recibía en ese momento un comunicado por paloma mensajera inequívoco, de su fundador Lord Rosellón Corvian, que les urgía a presentarse en Agarión y a aplacar cualquier sedición provocada dentro de sus filas, y citaba expresamente una lista de nobles y de tropas. La Horda ahora estaba gobernada por el general Górcebal y él siempre había rendido cuentas a Rosellón en el pasado, pero era consciente de que Rosellón se había retirado y ahora ejercía como consejero real… ¿era una orden del rey, la de acudir a Agarión y sumarse a las fuerzas del general Gonilier? ¿Y si era así… por qué demonios no estaba refrendada por el rey? A Górcebal no le bastaba la firma de Rosellón para algo tan grave. Veía con desconfianza todo lo que estaba sucediento en la plaza central de Batora, entre unos y otros en el contingente de los Caballeros Rojos… comenzaba a sospechar que algo se orquestaba tras esos mensajes y avisos tan cercanos en el tiempo.

Górcebal residía en Batora la mayor parte del año, y se jactó al principio de las disensiones, de poseer una facción del ejército sólida y sin división. De pronto aquella carta entregada con el sello real y firmada por Lord Corvian lo cambiaba todo. Dudaba y con razón, puesto que él tan solo debía obedecer órdenes directas del rey.

Las dudas, las incertidumbres… dividieron la Horda en pedazos. Entre los que no deseaban mover un dedo hasta que se aclarase todo, los partidarios de obedecer a Rosellón y los partidarios de no hacerlo, pues Górcebal cometió la imprudencia de leer la nota junto a sus capitanes.

—¡Mi señor, no puede darle la espalda a una orden directa de nuestro fundador! —gritaba el capitán Sebla mientras esgrimía en su mano la orden de partir.

Con las revueltas en las demás órdenes Górcebal no deseaba inmiscuirse en una batalla campal y ordenó a sus capitanes que si entendían que debían partir de Batora, que así lo hicieran, pero que si no era el rey en persona quien lo ordenaba él seguiría en Batora. Finalmente, pese al esfuerzo por no tener conflicto, los cuchilleros de la Horda, organizados por el Capitán Sebla, curiosamente de visita casual en Batora, desobedecieron la orden de Górcebal y decidieron acudir a Agarión. Los lanceros se dividieron en dos y los hacheros apoyaron a Górcebal. No hubo lucha en la Horda pero faltó bien poco. De los cuchilleros quedaron menos de un tercio, puesto que la mayoría secundó a Sebla.

Entonces en el atardecer, antes de la quinta noche de primavera, una paloma mensajera proveniente de Venteria, traía un mensaje escueto. «Rebelión contra el rey, Rosellón Corvian lidera un grupo sedicioso que se ha levantado en armas contra el rey, Nurín ha caído». Y la alarma, los rumores, la paz conseguida en algunas secciones, a base de negociar la espera de nuevas noticias… saltó por los aires… Los hombres desconcertados no sabían qué hacer ni a quién obedecer y se instaló el caos. Los asesinatos, los enfrentamientos, las escaramuzas se sucedían en toda la ciudad y cierto grupo organizado de hombres con pañuelos negros anudados en el brazo calentó el caos propagando incendios por doquier. Los señores de Batora se peleaban entre sí y más de cincuenta hombres murieron en las reyertas que provocaron la salida forzosa y voluntaria de los ahora rebeldes contra la corona.

«No puedo creer lo que está sucediendo… No puedo creer que no hayamos visto venir a esa bestia negra. Batora se ha partido en dos y un río de sangre se ha abierto en sus calles. Los hombres se pelean sin saber siquiera si atacan o defienden la causa que debe guiarles. Miles de rebeldes viajan a Agarión».

Ese fue el comunicado que el general Górcebal envió por mensajera al Notario Real de Venteria.