CAPÍTULO 32
El plan maestro
Trento detuvo su caballo en los soportales de la Posada Múfler. Pasó la brida por el madero, con evidente prisa. Lo anudó y fue a encararse con los dos guardaespaldas que Cóster había tenido a bien contratar para proteger el local.
—¿Quién eres tú? —preguntó uno de los hombretones.
—La pregunta es… ¿quiénes sois vosotros? —Trento apartó su capa un poco con el ademán acostumbrado para mostrar su vestimenta militar. Los tipos se hicieron rápidamente a un lado. Vestía armadura ligera, pero sus insignias de maestre eran perfectamente visibles.
—¡Remo, Sala…! —gritó penetrando en el despacho. Pateó el suelo soltando plastas de barro sobre el felpudo para botas y, cuando estuvo seguro de no demacrar demasiado el suelo de madera barnizada, sus pasos resonaron hacia el salón. Allí Tena lo recibió malhumorada.
—¿Qué son esos gritos?
—Avisa a Remo y a Sala. ¡Y por los dioses ponme una jarra de cerveza!
Tena en el rostro de Trento debió de ver algo muy distinto a la bonachona actitud que siempre gastaba el militar, pues apretó el paso mientras se limpiaba las manos en el mandil y voceó los nombres ya desde la boca de la escalera. Al poco tiempo, Sala y más tarde un Remo con cara de dormido acudieron al salón.
—¿Qué sucede, Trento?
—Todo, viejo amigo. Vengo a traer rumores y malas nuevas. Dejadme disfrutar al menos de esta cerveza, con lo que quiera que la acompañemos.
—¿Lomo adobado, pan con manteca, tortilla? —gritó Tena desde las cocinas.
—Probaremos esa tortilla.
—Desayunemos pues. ¿Es grave? —preguntó Sala.
Trento no hizo más que asentir. Sala y Remo se miraron.
—No es hora de desayuno, ni de tomar cerveza… —acotó Remo escuetamente, pero se zampó una magdalena con pocos bocados cuando pasó cerca de la repisa que usaba Tena para mostrar su repostería.
Después de desayunarse los tres, Trento pidió a la posadera que cerrase las puertas del local.
—¿Quiénes son esos de la puerta?
—Es una larga historia, Trento, prefiero que nos cuentes primero tú la tuya —respondió Sala, que se abrigó con un mantel de lana, de los que usaban para cubrir las butacas cercanas a la chimenea, en invierno—. Voy a prender fuego en la chimenea, hace frío. Esta lluvia matutina…
Encendieron el fuego entre los tres. Como si tuvieran prisa por compartir aquellas nuevas que traía Trento, pero dada la aparente gravedad de los asuntos, buscaron el mejor acomodo para recibir esas noticias inquietantes.
—Primero, ¿qué sabéis del levantamiento?
—¿Levantamiento? —preguntó Sala—. ¿De qué demonios estás hablando?
—Ha sucedido algo tan increíble que me cuesta contarlo. Recuérdame antes de partir, pasarme por donde quiera que esté el malnacido que regente la Notaría de este barrio. ¿No visitas el poste del distrito? ¿Es posible que haya un Notario en toda Venteria que no tenga cientos de personas deseando esta información? No han voceado aquí la noticia, ¿estas calles no tienen voceros?
La perplejidad se contagiaba del rostro de Sala, mucho más expresiva con sus ojos, a un Remo prácticamente inmóvil que miraba el fuego crecer acariciando los maderos. Después del incidente en las termas de Umel se habían confinado en la pensión con puertas y ventanas bien cerradas. Los guardaespaldas de Cóster seguían a su servicio porque desconocían la suerte de su señor. Remo decidió que era lo mejor. Era una protección extra, aunque tenía fecha de caducidad. Habían arrojado el cadáver de Cóster al río Zema, cubierto con una tela de saco. Como tantas veces lo hacían los Furia Negra. La máscara del Nocturno se había quedado sin dueño al fin.
—¿No sabéis nada de nada? Preparad vuestros corazones…
—Empieza o te mato —sentenció Remo.
Trento cambió su faz amable y el peso de su historia pareció aplomarle los ojos y la boca, torciéndolos en desazón.
—Remo, estamos en guerra.
Pareció detenerse el tiempo. Sala abrió muchísimo los ojos y estiró la cabeza alargando su cuello hacia delante. Una de sus manos abandonó la manta para peinarse el cabello por encima de la oreja y después se mordió las uñas mientras preguntaba.
—Trento, ¿nos han invadido desde Nuralia?
—No. Nada de eso.
—Estamos en guerra —balbuceó Remo—. ¿Contra quién?
—Es complicado de explicar. Vestigia sufre por Vestigia. Lord Rosellón Corvian, el que fuera general de los ejércitos, fiel y leal servidor del rey, se ha levantado en armas. Agarión, su ciudad natal, despacha tropas, y desde hace semanas recibe voluntarios para la sublevación desde todas las partes del reino…, se calcula que, al menos, una cuarta parte del ejército apoya la revuelta. Remo, Nurín, mi ciudad natal, ha sido arrasada. Fue el principio.
Remo cerró los ojos apretando los párpados un instante.
—¿Cómo es eso posible? —preguntó Sala al borde de gritarlo.
—Nadie lo vio venir, pero desde hace años Rosellón ha estado trabando alianzas en secreto, y ha logrado el apoyo de varios militares. Siendo Consejero Real, ha tenido la ocasión y la oportunidad para llevar a cabo alianzas y conspirar contra el rey. Se proclama «el libertador de Vestigia».
—Está demasiado viejo para una guerra, el rey y sus generales lo aplastarán como a una sanguijuela.
Remo estaba sorprendido, pero al cabo de las noticias que no suponían más que la confirmación de sospechas, caminos sin salida en los que se había inmiscuido mentalmente cuando pensaba sobre el comportamiento extraño del Consejero Real. Muchas luces aparecían sobre los acontecimientos de su juicio, de aquel intento de chantaje que el propio Rosellón intentó hacerle en la celda.
—Confieso que no es algo que me sorprenda después de todo lo que ha pasado —dijo en un susurro.
—¿El qué?
—El secuestro de Patrio Véleron está relacionado con todo esto. ¿No os dais cuenta?
Sala lo miró paralizada.
—¿Tú crees?
—Estoy seguro. Patrio Véleron fue secuestrado para hacerle chantaje a Rolento. Rílmor trabajaba para Rosellón. Ese loco sabía de la importancia de las tropas de Lord Véleron y deseaba tenerlo controlado, no fue un secuestro por causa económica.
—Estoy de acuerdo —dijo Trento—. Máxime cuando se habla de que hubo un intento de secuestro, hace dos semanas, del hijo del gobernador de Mesolia, que precisamente no apoya a los rebeldes.
—Centrémonos en la guerra. ¿Qué ha sucedido exactamente? Rosellón no es un loco. Por muchos apoyos que tenga, jamás logrará poder hacer frente a Tendón. Dices que se han sublevado militares, una cuarta parte del ejército, eso no es suficiente, ni tan siquiera para mantener estable Agarión y Nurín. Cuando Tendón ordene hacer levas, multiplicará su ejército por tres o cuatro.
—Casi toda la Horda, con el capitán Sebla a la cabeza, toda la guarnición de su ciudad, los alguaciles de casi toda Meslán y Agarión, varias casas nobiliarias, algunas comarcas de Debindel, tres capitanes de los espaderos del Norte, y lo más importante, el general Gonilier.
—No es suficiente.
—Lo sé. Eso mismo pensaba yo antes de comprender lo que estaba sucediendo delante de mis narices. Ya hay quien lo llama «El Plan Maestro». Remo, cientos, miles de esclavos se han escapado de sus tierras en las últimas semanas.
—¿Y eso qué tiene que ver?
—Rosellón ha decretado la libertad para los esclavos de Agarión. Ha decretado el derecho de ciudadanía para todos ellos silo apoyan en su rebelión. Se hace llamar el libertador de Vestigia, y a su ejército lo llama «la Cadena de la Libertad». Durante meses ha ido infundiendo el rumor entre los esclavos de todo el país de que se organizaría una rebelión. Ahora nos están llegando informaciones sobre una organización silenciosa que animaba a la sedición. En un día concreto se escaparon tantos esclavos que llegaron avisos de todo el reino de comerciantes asustados, posaderos que habían sido asaltados por grupos organizados de libertos. Creen que Rosellón les dará la libertad si consiguen que gane esta guerra.
—Para un ejército hacen falta armas, armaduras, adiestramiento, no se puede organizar en meses. Se necesita más tiempo. No sin levantar sospechas. Desde la Gran Guerra los tratados han impedido la fabricación de armas, ¿han saqueado los almacenes de guerra en Venteria o Batora? Si no están bien pertrechados te garantizo que esta rebelión durará menos de lo que imaginas.
—Cuando te cuente esto, entenderás de la maestría del general.
Trento miró las llamas. Una pequeña corriente de aire avivó los rescoldos y el fuego creció danzando al son de sus palabras.
—Los hornos de las montañas de Agar se abrieron después de que el mismo Rosellón prometiese recabar a los mejores escultores y artistas para ofrecer cinco colosales monumentos sobre los dioses, en hierro, que se colocarían en las ciudades más importantes de Vestigia. Cientos de esclavos fueron llevados a los hornos y las minas de Agarión. La obra se financió con las arcas del rey y nobles de la talla de Decorio. De eso hace ya lo menos tres años, Remo. Se supone que estaban trabajando en unas esculturas en hierro a las que habían llamado «los cinco colosos». Todo era una gran mentira. Con esos genios de su parte, Rosellón ha provisto a sus hombres de armaduras ligeras, de dureza extrema, negras como la noche y dúctiles como las alas de los pájaros. Desde Nurín llegan noticias, se dice que sus espadas son temibles, sus lanzas y sus escudos los mejores que jamás se hayan fabricado… Claro que todo esto puede que sea propaganda de guerra, pero el caso es que ese rumor está poniendo nerviosa a mucha gente. El embajador de Nuralia ha pedido explicaciones de todo esto, puesto que ellos consintieron la apertura de las minas y las fraguas con fines religiosos… En un principio no creían en el cisma, pensaban que era una maniobra del rey para armarse y reemprender otra Gran Guerra. Por lo que cuentan, entre esos hombres está «el arquitecto de los dioses», Tomei. Sus maestros de herrería son mucho mejores que los herreros leales que suelen fabricar para Tendón.
Remo y Sala cada vez palidecían más a tenor de la genialidad con que el general había traicionado al rey de Vestigia. La inteligencia con la que había conseguido atraer a los esclavos, los intelectuales que usaba para conseguir el favor de algunos nobles.
—Pero no tiene sentido, ¿cómo iba a recibir el apoyo de nobles, que son los amos de la mayoría de los esclavos?
—Rosellón les ofrece cargos y poder en la futura Vestigia… Te recuerdo, querido amigo, que fue precisamente Tendón quien les arrebató la mayor parte de los privilegios que poseían sobre los ejércitos y las leyes territoriales. Son ellos más que ningún otro quienes han debido conspirar durante años en contra del rey, hasta que Rosellón Corvian les mostró el camino para enfrentarlo. Ha elegido como causa justa y principal motivación de la guerra la del progreso del reino y dar justicia a la esclavitud. Si oyes hablar a sus reclutadores pensarías que no ha habido otra mente más misericordiosa y justa que la del leal Rosellón que, harto ya de observar la pasividad y la ignominiosa forma de oprimir al pueblo de un rey incapaz de hacer prosperar al reino, decide armarse de valor y talento para conquistar el corazón de los vestigianos. Te aseguro que ese hombre ha logrado una auténtica revolución ideológica. Sus huestes no son experimentadas, pero la fe que tienen, la convicción con la que luchan hace el resto. Nurín ha caído y mucho me temo que Rosellón esté ya caminando hacia Debindel.
—¿Y qué demonios hace Tendón?
—Cuentan que está en shock. Que le tiene pánico a Rosellón. Hay rumores de que no es capaz de decidir nada ya en su estado. Incluso dicen que Rosellón pudo haber asesinado él mismo al rey, pero que prefiere que siga en el poder porque está seguro de que le puede ganar la guerra, mientras que una lucha por la sucesión podría plantear un enemigo más joven y astuto. Hay mucho revuelo como puedes ver. Al principio, desde Venteria se negaba la insurrección, creo que no esperaban un ejército pertrechado y dispuesto, capaz de tomar Nurín. Hay más, Remo.
—¿Más?
—En Batora ya se ha derramado sangre. La sublevación dividió la ciudad entre los partidarios de Rosellón y los del rey. Han llegado noticias desalentadoras. Las tropas aliadas de Rosellón escaparon de Batora arrasando los almacenes de grano e incendiando el mercado. Hubo combates y finalmente lograron escapar. El factor sorpresa hundió las posibilidades de reacción de nuestro general Górcebal. Por lo visto le llegó un mando real de salir de la ciudad y acudir a Agarión, como si presumiera Rosellón que al ver el sello real Górcebal le haría caso. Cuando las órdenes contrarias llegaron a Batora, los insurgentes ya estaban provocando el caos.
—No me lo creo…
Remo se acercó al fuego para calentarse las manos.
—No me creo que Rosellón pueda vencer con esas fuerzas de las que hablas.
—Ni yo, ¡pero esas informaciones locas nos están acobardando! Lord Decorio ha entrado en cólera pidiendo una reacción inmediata. Tendón ordenará hacer levas y pienso que irá a buscar a las tropas de Rosellón para una batalla a campo abierto, puede que en el norte de Meslán o en Debindel. No se sabe aún. Hay mucho descontrol, no cesan los desertores que se pasan de bando por la seducción de esos principios que explotan los insurrectos. Por lo visto nuestro rey tiene pánico a que esta revuelta consiga que Nuralia despierte y decida invadirnos mientras nos peleamos entre nosotros. Así que no sabemos a qué espera para sacar las tropas de Batora y Venteria.
—De todas las formas de guerra, la guerra civil es la peor —dijo Sala—. ¿No hemos aprendido los vestigianos sobre guerra? ¿Cuánto tardarán en invadirnos los nurales si ven que esta revuelta no se aplaca de inmediato?
—¿Tienes noticias de Lorkun? —preguntó de repente Remo saliendo de un trance belicoso en el que sus ojos parecían estar contemplando batallas futuras—. Partió hacia Nurín, para embarcarse hacia la isla de Azalea.
—¿Cuánto hace de eso?
—Cuatro semanas.
—Pues yo creo que se libró por muy poco… Según mis informadores Nurín se tomó gracias a la invasión del puerto… Rosellón ha logrado aliados extranjeros. Creo que son Órdalos. Pero no puedo respaldar esa noticia como fiable. Los barcos extranjeros incendiaron el puerto por sorpresa y no dieron tiempo a que nuestros navíos pudieran plantarles cara. Desde allí fueron tomando Nurín hasta la plaza central. Las tropas de Agarión vencieron la resistencia de la puerta este de la ciudad y así lograron penetrar hasta el corazón de Nurín. Fue una masacre.
Trento retenía el peso de sus últimas palabras todavía en sus labios temblorosos.
—La mayoría de las órdenes religiosas apoyan la libertad para los esclavos y no ven con malos ojos la revuelta del general. ¿Te lo puedes creer? Al menos eso dice la propaganda. Creo que Rosellón ha comprado a muchos notarios que desinforman a las gentes.
—Lorkun no caerá en esas propagandas —sentenció Sala.
—¿Y por qué has venido aquí?
La pregunta de Remo sorprendió a la mujer. Sala no la esperaba y casi le pareció descortés, como si Remo le recriminase a Trento que quizá perdía su tiempo allí narrándoles la historia. En cambio, el efecto de la pregunta en Trento fue inmediato y una sonrisa de oreja a oreja dividió su barba canosa.
—¿Por qué en lugar de irte a palacio a organizar a tus hombres vienes aquí a contarme todo esto? Además, te has dado mucha prisa. ¿Qué pasa? Lo que me has contado tú suponías que yo ya lo sabía. ¿Qué te traes entre manos, viejo?
Remo también sonreía ahora. Parecían necesitar aliviar la presión de aquellas noticias sombrías.
—Remo…, no sé cómo contarte esto, ni sé qué pensarás. Después de todo lo que nos ha sucedido últimamente. Remo, quieren que el que sobrevivió al agua hirviendo… sea capitán en el ejército de Vestigia para esta guerra que acaba de nacer.