112

Lorena no alcanzaba a entender por qué se le había concedido el permiso de visita que tan contumazmente se le había denegado antes, pero lo cierto era que sólo una puerta la separaba de su esposo y que, al cabo de pocos instantes, se abriría. La alegría que sentía por poder abrazar a Mauricio venía acompañada de una enorme carga de temor e incertidumbre. ¿En qué estado lo encontraría? ¿Tendría la oportunidad de volver a compartir la vida con su marido o, por el contrario, sería condenado a morir en el cadalso como un criminal? Lucciano, el carcelero, introdujo la llave en el cerrojo y Lorena entró en la celda con el corazón galopando desbocado.

Mauricio estaba sentado en el suelo. Al verla, su rostro mostró el asombro de quien estuviera contemplando una alucinación. Emocionado, se levantó inmediatamente y corrió a abrazarla. Lorena apretó con fuerza su cuerpo contra el de su esposo, queriendo transmitir a través de aquel contacto el inmenso amor que sentía por él.

—¿Cómo te encuentras? —preguntó Lorena.

Mauricio lucía barba incipiente y ojeras pronunciadas. Por toda indumentaria portaba un humilde y delgado sayo de lana. Lorena no vio ninguna manta ni sábana en la pequeña celda. Su esposo debía de pasar muchísimo frío, aunque su aspecto general no era tan malo como pudiera temerse.

—Ya ves. Nada que no puedan arreglar un par de sopas calientes, un buen afeitado y un traje. Incluso me dan bien de comer en esta hospedería —bromeó Mauricio.

—Eso debemos agradecérselo a Sofia, a quien la esposa del carcelero le profesa un profundo afecto.

—¿Y a quién debemos agradecer tu presencia? Me alegro tanto de verte… —dijo mientras le acariciaba las mejillas.

—Solicité el derecho a visitarte la mañana siguiente a tu detención, pero me lo denegaron reiteradamente, pese a mis protestas. Esta mañana, contra todo pronóstico, me lo han concedido. Por desgracia, sólo disponemos de unos minutos. Un chambelán de palacio me ha escoltado hasta aquí y ha puesto en funcionamiento un reloj de arena. Cuando caiga el último grano, me tendré que marchar. Así que no podemos desperdiciar ni un instante. Escucha: esta tarde me recibirá Antonio Rinuccini, el más prestigioso jurista de Florencia. Ya me he reunido con él en un par de ocasiones. Posiblemente se haga cargo de tu defensa, pero antes debemos saber exactamente qué pruebas pueden tener contra ti.

—Ninguna. No he conspirado contra la República, más allá de las críticas que tanta gente profiere en privado para censurar el exceso de celo de Savonarola. Nada, por tanto, que ni remotamente pueda considerarse alta traición.

El corazón de Lorena se alegró y se acongojó a un tiempo. Las palabras de Mauricio confirmaban que no existía ninguna prueba incriminatoria con base real. Sin embargo, también implicaba que alguien muy poderoso había urdido un siniestro plan para acabar con su esposo.

—Te sacaremos de aquí —dijo ella con firmeza—. Con la ayuda de Bruno y de mi familia hemos movilizado al poderoso gremio del Arte y de la Lana, que exige transparencia en el juicio contra uno de los suyos. No estás solo, Mauricio. Estamos luchando ahí fuera.

—No me cabe la más mínima duda. No obstante, el destino es tan caprichoso como incierto, y si la fortuna nos resultara adversa, hay algo que debes saber: el anillo está escondido en el suelo de mármol ajedrezado del recibidor de nuestra casa, bajo la baldosa donde situarías al rey blanco.

Mauricio nunca le había dicho anteriormente donde ocultaba la esmeralda, y ella nunca se lo había preguntado. Aquella revelación parecía un testamento. A Lorena se le encogió el estómago.

—No te quiero ver triste, Lorena. Yo también espero salir absuelto de esta farsa, pero en caso de que me condenaran por un delito de alta traición, todos mis bienes serían confiscados. Al menos podrías vender el anillo. Hay muchos coleccionistas que pagarían una fortuna por él. ¿Sabes?, me parece estar repitiendo las palabras de mi padre en la prisión del castillo de Cardona: acusado injustamente de un crimen, también salvó la esmeralda del olvido entregándosela a la persona que más quería en este mundo. ¿Es que acaso los hados se complacen en recrear idéntica situación, dándome a probar del mismo cáliz que tomó mi padre? ¿O acaso el anillo es el hilo conductor de una venganza contra la familia que lo usurpó de sus legítimos dueños?

—Basta ya, Mauricio. No quiero escuchar supersticiones relacionadas con la esmeralda. Saldrás absuelto de este juicio. Resiste: no te declares culpable. Con la ayuda de todos, saldrás de aquí. Te lo prometo.

Lorena oyó que el guardián introducía su pesada llave en la cerradura y la hacía girar. Su tiempo en la celda había acabado. Abrazó a su esposo con lágrimas en los ojos, le acarició los cabellos y le despidió con un beso al que no deseaba poner fin.

La alianza del converso
cubierta.xhtml
sinopsis.xhtml
titulo.xhtml
info.xhtml
dedicatoria.xhtml
personajes.xhtml
01.xhtml
02.xhtml
03.xhtml
04.xhtml
05.xhtml
06.xhtml
07.xhtml
08.xhtml
09.xhtml
010.xhtml
011.xhtml
012.xhtml
013.xhtml
014.xhtml
015.xhtml
016.xhtml
017.xhtml
018.xhtml
019.xhtml
020.xhtml
021.xhtml
022.xhtml
023.xhtml
024.xhtml
025.xhtml
026.xhtml
027.xhtml
028.xhtml
029.xhtml
030.xhtml
031.xhtml
032.xhtml
033.xhtml
034.xhtml
035.xhtml
036.xhtml
037.xhtml
038.xhtml
039.xhtml
040.xhtml
041.xhtml
042.xhtml
043.xhtml
044.xhtml
045.xhtml
046.xhtml
047.xhtml
048.xhtml
049.xhtml
050.xhtml
051.xhtml
052.xhtml
053.xhtml
054.xhtml
055.xhtml
056.xhtml
057.xhtml
058.xhtml
059.xhtml
060.xhtml
061.xhtml
062.xhtml
063.xhtml
064.xhtml
065.xhtml
066.xhtml
067.xhtml
068.xhtml
069.xhtml
070.xhtml
071.xhtml
072.xhtml
073.xhtml
074.xhtml
075.xhtml
076.xhtml
077.xhtml
078.xhtml
079.xhtml
080.xhtml
081.xhtml
082.xhtml
083.xhtml
084.xhtml
085.xhtml
086.xhtml
087.xhtml
088.xhtml
089.xhtml
090.xhtml
091.xhtml
092.xhtml
093.xhtml
094.xhtml
095.xhtml
096.xhtml
097.xhtml
098.xhtml
099.xhtml
0100.xhtml
0101.xhtml
0102.xhtml
0103.xhtml
0104.xhtml
0105.xhtml
0106.xhtml
0107.xhtml
0108.xhtml
0109.xhtml
0110.xhtml
0111.xhtml
0112.xhtml
0113.xhtml
0114.xhtml
0115.xhtml
0116.xhtml
0117.xhtml
0118.xhtml
0119.xhtml
0120.xhtml
0121.xhtml
0122.xhtml
0123.xhtml
0124.xhtml
0125.xhtml
0126.xhtml
0127.xhtml
0128.xhtml
0129.xhtml
0130.xhtml
0131.xhtml
0132.xhtml
0133.xhtml
0134.xhtml
0135.xhtml
0136.xhtml
0137.xhtml
0138.xhtml
0139.xhtml
0140.xhtml
0141.xhtml
0142.xhtml
0143.xhtml
notas.xhtml