60
Ascensión de Potemkin
Potemkin ascendió de modo vertiginoso en rango y poder. Sus nombramientos como asistente general de la emperatriz y teniente coronel de la Guardia Preobrazhenski habían sido los primeros signos visibles de esta ascensión y un torrente de títulos, honores y privilegios les siguieron muy pronto. El 6 de mayo de 1774, sir Robert Gunning informó a Whitehall: «No ha existido un caso de progreso tan veloz como el actual. Ayer, al general Potemkin le concedieron un puesto en el Consejo Privado».30 Un mes más tarde, fue designado vicepresidente del Ministerio de Guerra y gobernador general de Nueva Rusia, una franja inmensa de territorio al norte de Crimea y el mar Negro. Por sus servicios en la guerra turca, le concedieron una espada con incrustaciones de diamantes y un retrato en miniatura de la emperatriz engastado en diamantes para que lo llevara sobre el corazón, un regalo hecho previamente solo a Gregorio Orlov. Uno tras otro, recibió los rangos más altos de condecoraciones rusas y extranjeras: primero, el día de Navidad de 1774, la Orden de San Andrés, la orden más alta en el imperio ruso; luego vino el Águila Negra de Prusia, el Águila Blanca de Polonia, el Elefante Blanco de Dinamarca y el Serafín Sagrado de Suecia. Catalina no obtuvo un éxito general en la obtención de condecoraciones para su héroe. Austria declinó nombrarle Caballero del Toisón de Oro porque no era católico romano, y los intentos de obtener la Orden de la Jarretera de Gran Bretaña fueron denegados categóricamente por el rey Jorge III. La Universidad de Moscú, que le había expulsado por holgazanería, le concedió un título honoris causa. Cuando Potemkin habló con uno de los profesores que habían participado en su expulsión, preguntó: «¿Recordáis cómo me echasteis?». «En aquel momento, os lo merecíais»,31 respondió el profesor. Potemkin lanzó una carcajada y le dio una palmada en la espalda al anciano.
Catalina le envió joyas, pieles, porcelanas y muebles. Su comida y vino se le cobraba a ella con un coste de cien mil rublos anuales. Trajeron a la corte a las cinco hijas de su hermana viuda, María Engelhardt; a las cinco las hicieron doncellas de honor. Catalina se mostró atenta con la madre de Potemkin. «He reparado en que vuestra madre estaba de lo más elegante, pero que no tiene reloj», dijo ella en cierto momento. «Aquí tenéis uno que os pido le deis en mi nombre.»32
Cuando Potemkin pidió por primera vez que le dejaran formar parte del Consejo Imperial, fue rechazado. Describiendo lo que sucedió a continuación, un diplomático francés escribió:
El domingo, dio la casualidad de que estaba sentado a la mesa junto a ... [Potemkin] y la emperatriz, y vi que no tan solo no quería él hablarle, sino que ni siquiera respondía a sus preguntas. Ella estaba totalmente fuera de sí y nosotros totalmente trastornados. Al levantarnos de la mesa, la emperatriz se retiró sola, y cuando regresó tenía los ojos rojos. El lunes, estaba más alegre. Él entró en el Consejo el mismo día.