Catalina sabía que debía declararse culpable de algo.
—Es cierto que me excedí a este respecto y suplico el perdón de Vuestra Majestad. Pero puesto que mis cartas se hallan aquí, las tres os demostrarán que jamás le envié órdenes. En una de ellas, le conté lo que se estaba diciendo de su comportamiento.
Isabel la interrumpió.
—Y ¿por qué se lo escribisteis?
—Porque me tomaba interés por el general, a quien apreciaba mucho —repuso Catalina—. Le rogué que cumpliera vuestras órdenes. Las otras dos cartas solo contienen felicitaciones por el nacimiento de su hijo y por el Año Nuevo.
—Bestúzhev afirma que hay muchas más —añadió Isabel.
—Si dice eso, miente —contestó Catalina.
—Bien, entonces —dijo la emperatriz—. Puesto que miente sobre vos, tendré que someterlo a tortura.