La emperatriz y su séquito desembarcaron en Simbirsk para regresar a Moscú. Un siglo y medio más tarde, Alexandr Kérenski, primer ministro del gobierno provisional ruso de 1917, describiría así la primera de estas ciudades, que lo vio nacer:
Se erguía en lo más alto de una colina desde la que dominaba el río y los prados de hierba rica y fragante que se perdían en el horizonte oriental. Desde allí hasta el agua se extendían exuberantes huertos de manzanas y cerezos. En primavera, toda la falda estaba blanca de flores aromáticas, y por la noche sobrecogía el canto de los ruiseñores.