Sin tener muy claro cómo afectaría el cambio de comportamiento de Catalina a su futuro, los Shuválov buscaron el apoyo de Pedro. Un miembro del Gobierno de Holstein, llamado Christian Brockdorff, acababa de llegar a Rusia para servir a Pedro como chambelán, en su calidad de duque de Holstein. Brockdorff oyó cómo los Shuválov se quejaban de Catalina ante el gran duque y apremió al esposo para que disciplinase a su mujer. Cuando Pedro lo intentó, Catalina estaba esperándolo, preparada:
Un día, Su Alteza Imperial entró en mis habitaciones y me dijo que me estaba volviendo insoportablemente orgullosa y él sabía cómo hacer para que recuperase la cordura. Cuando le pregunté en qué consistía mi orgullo, me respondió que se me veía siempre muy erguida. Yo le pregunté si, para agradarle, debía agacharme como un esclavo. Montó en cólera y me repitió que sabía cómo hacerme entrar en razón. Le pregunté cómo lo haría. Acto seguido, se colocó con la espalda contra la pared, sacó media espada de su vaina y me la mostró. Le pregunté qué quería decirme con aquello; si quería retarme a un duelo, yo también necesitaría una espada. Volvió a enfundar la mitad de la hoja y me dijo que yo era terriblemente maliciosa.
—¿En qué modo? —le pregunté yo.
—Con los Shuválov —tartamudeó.
A esto le repliqué que yo solo tomaba represalias por lo que ellos me habían hecho y que más le valía no meterse en asuntos que desconocía por completo y que no podría comprender aunque quisiera. Él contestó:
—Esto es lo que pasa cuando no se confía en los amigos de verdad; todo sale mal. Si hubierais confiado en mí, todo estaría en orden.
—Pero ¿qué os tendría que haber confiado? —le pregunté yo.
Entonces empezó a hablar de un modo tan extravagante y falto de sentido común que lo dejé terminar sin interrumpirlo ni tratar de responder. Al final, le sugerí que se fuera a la cama porque estaba declaradamente bebido. Siguió mi consejo. Me quedé más tranquila no solo porque sus palabras eran confusas, sino también porque estaba empezando a despedir un acre e incesante olor a vino mezclado con tabaco, que resultaba insoportable para cuantos se encontraban cerca de él.