Eragon miró al viejo dragón con la boca abierta.


-Pero ¿cómo? -exclamó. Antes de que Glaedr u Oromis respondieran, se dio la vuelta hacia Saphira y, tanto con la voz como con la mente, preguntó-: ¿Tú lo sabías? Tú lo sabías y, a pesar de ello, durante todo este tiempo permitiste que creyera que Morzan era mi padre, incluso aunque eso…, incluso aunque yo…

Eragon tartamudeó y se interrumpió, jadeando e incapaz de hablar con coherencia. Los recuerdos de Brom lo inundaron y borraron todos los demás pensamientos. Reconsideró el significado de cada palabra y expresión de Brom y, en ese instante, lo invadió una sensación de bienestar. Todavía deseaba obtener explicaciones, pero ya no las necesitaba para determinar la veracidad de la afirmación de Glaedr porque, en lo más profundo, Eragon sentía que éste le había dicho la verdad.

Se sobresaltó al notar que Oromis lo tocaba en el hombro.

-Eragon, tienes que calmarte -le dijo el elfo en tono tranquilizador-. Recuerda las técnicas que te enseñé para meditar. Controla la respiración y concéntrate en permitir que la tensión salga por tus piernas hacia la tierra… Sí, así. Ahora, otra vez, respira profundamente.

El pulso del chico se calmó y las manos dejaron de temblarle mientras seguía las instrucciones de Oromis. Cuando se le hubo despejado la cabeza, volvió a mirar a Saphira y, en voz baja, preguntó:

-¿ Lo sabías?

Saphira levantó la cabeza del suelo.

Oh, Eragon, yo quería decírtelo. Me dolía ver cómo las palabras de Murtagh te atormentaban, pero no podía hacerlo. Intenté ayudar, lo intenté tantas veces, pero igual que Oromis y Glaedr, yo también juré en el idioma antiguo mantener en secreto la identidad de Brom y no podía romper mi promesa.

-¿Cuándo…, cuándo te lo dijo? -preguntó Eragon, tan agitado que continuaba levantando la voz.

El día después de que los úrgalos atacaran las afueras de Teirm, mientras tú todavía estabas inconsciente.

-¿ Fue también entonces cuando él te dijo cómo contactar con los vardenos en Gil'ead?

Sí. Antes de escuchar lo que Brom deseaba decirme, me obligó a jurar que nunca hablaría de ello contigo a no ser que tú lo descubrieras por tu cuenta. A mi pesar, accedí.

-¿Te dijo alguna cosa más? -preguntó Eragon volviendo a sentir enojo-. ¿Algún otro secreto que yo debería saber, como que Murtagh no es mi único pariente, o quizá cómo derrotar a Galbatorix?

Durante los dos días que Brom y yo pasamos cazando a los úrgalos, Brom me contó los hechos de su vida para que, si moría, y si alguna vez tú averiguabas la relación que tenías con él, su hijo pudiera saber qué clase de hombre era y por qué había actuado como lo había hecho. Además, Brom me dio un obsequio para ti.

¿Un obsequio?

Un recuerdo de un momento en que te habló como padre y no como Brom, el cuentacuentos.

-Pero antes de que Saphira comparta este recuerdo contigo -dijo Oromis, y Eragon se dio cuenta de que había permitido que el elfo oyera su conversación-, creo que sería mejor que supieras cómo llegó a suceder todo esto. ¿Me escucharás, Eragon?

El dudó un momento, inseguro de qué era lo que quería. Pero luego, asintió con la cabeza.

Oromis levantó la copa de cristal, dio un sorbo de vino, volvió a dejar la copa encima de la mesa, y dijo:

-Como sabes, tanto Brom como Morzan eran mis aprendices. Brom, que era tres años más joven, tenía a Morzan en tan alta estima que permitió que Morzan lo menospreciara, le diera órdenes y que lo tratara de otras formas vergonzantes.

Eragon, con voz ronca, dijo:

-Es difícil imaginar que Brom hubiera permitido que alguien le diera órdenes.

Oromis inclinó la cabeza un poco, en un gesto como de pájaro.

-A pesar de ello, así fue. Brom amaba a Morzan como a un hermano, a pesar de su comportamiento. Solamente cuando Morzan traicionó a los Jinetes por Galbatorix y los Apóstatas mataron a Saphira, su dragona, Brom se dio cuenta de la verdadera naturaleza del carácter de Morzan. A pesar de lo intenso que había sido su afecto, fue como la llama de una vela frente al Infierno, comparado con el odio que lo reemplazó. Brom juró desbaratar los planes de Morzan siempre que pudiera y de cualquier forma que pudiera, para deshacer sus logros y reducir sus ambiciones a un amargo arrepentimiento. Yo precaví a Brom contra un camino tan lleno de odio y de violencia, pero estaba loco de pena por la muerte de Saphira y no me escuchó.»Durante las siguientes décadas, el odio de Brom no se debilitó, ni tampoco desfalleció en sus esfuerzos por derrocar a Galbatorix, matar a los Apóstatas y, por encima de todo lo demás, devolverle a Morzan el dolor que le había causado. Brom era la persistencia personificada, su nombre era una pesadilla para los Apóstatas y una luz de esperanza para aquellos que todavía tenían ánimos de resistir al Imperio. -Oromis miró hacia la línea blanca del horizonte y dio otro trago de vino-. Estoy muy orgulloso de lo que consiguió por su cuenta y sin ayuda de su dragona. Siempre resulta alentador para un maestro ver que uno de sus alumnos destaca, aunque eso sea… Pero me estoy desviando. Resultó entonces que, hace unos veinte años, los vardenos empezaron a recibir informes de los espías que tenían en el Imperio en los cuales los informaban de las actividades de una misteriosa mujer conocida solamente como la Mano Negra.

-Mi madre -dijo Eragon.

-Tu madre y la de Murtagh -dijo Oromis-. Al principio los vardenos no sabían nada de ella, excepto que era extremadamente peligrosa y que era leal al Imperio. Con el tiempo, y después de verter mucha sangre, se hizo evidente que servía a Morzan, y solamente a él, y que éste dependía de ella para cumplir su voluntad en todo el Imperio. Al enterarse de tal situación, Brom decidió matar a la Mano Negra y, así, darle un golpe a Morzan. Dado que los vardenos no podían predecir dónde volvería a aparecer tu madre, Brom viajó hasta el castillo de Morzan y lo espió hasta que fue capaz de encontrar la manera de infiltrarse en la fortaleza.

-¿ Dónde estaba el castillo de Morzan?

-«Está», no «estaba»; el castillo todavía existe. Galbatorix lo utiliza ahora. Está situado entre las faldas de las Vertebradas, cerca de la costa noroeste del lago Leona, escondido y alejado del resto de las tierras.

Eragon dijo:

-Jeod me dijo que Brom se coló en el castillo fingiendo ser uno de los sirvientes.

-Lo hizo, y no fue una tarea fácil. Morzan había rodeado la fortaleza con cientos de hechizos diseñados para protegerlo de sus enemigos. También había obligado a todos los que lo servían a hacer juramento de lealtad, y a menudo con sus nombres verdaderos. De todas formas, después de experimentar mucho, Brom consiguió encontrar un fallo en los hechizos de Morgan que le permitió conseguir el puesto de jardinero en su propiedad, y así conoció a tu madre.

Eragon bajó la vista hasta las manos y dijo:

-Y entonces la sedujo para que traicionara a Morzan, supongo.

-En absoluto -contestó Oromis-. Quizás ésa fuera su primera intención, pero sucedió algo que ni él ni tu madre esperaban: se enamoraron. Cualquier afecto que tu madre hubiera podido sentir por Morzan ya se había desvanecido, agotado por su trato cruel hacia ella y hacia su hijo recién nacido, Murtagh. Yo no sé cuál fue la exacta secuencia de los sucesos, pero en algún momento Brom le reveló a tu madre su verdadera identidad. En lugar de traicionarlo, ella empezó a ofrecer información de Galbatorix, de Morzan y del resto del Imperio a los vardenos.

-Pero -dijo Eragon-, ¿Morzan no le había obligado a jurarle fidelidad en el idioma antiguo? ¿Cómo pudo volverse contra él?

Los finos labios de Oromis dibujaron una sonrisa.

-Pudo hacerlo porque Morzan le había permitido tener mayor libertad que sus otros sirvientes para que ella pudiera utilizar su propia ingenuidad e iniciativa cuando cumplía sus órdenes. En su arrogancia, Morzan creyó que su amor hacia él le aseguraría su lealtad mejor que cualquier juramento. Además, ella ya no era la misma mujer que se había unido a Morzan; convertirse en madre y conocer a Brom modificaron su carácter hasta tal extremo que su verdadero nombre cambió, lo cual la dejaba libre de sus anteriores compromisos. Si Morzan hubiera sido más cuidadoso, si, por ejemplo, hubiera lanzado un hechizo que lo avisara si ella no cumplía sus promesas, hubiera conocido el momento exacto en que perdió el control sobre tu madre. Pero ése era un defecto típico de Morzan: inventaba un ingenioso hechizo, pero éste fallaba porque, en su impaciencia, él pasaba por alto algún aspecto crucial.

Eragon frunció el ceño.

-¿Por qué no abandonó mi madre a Morzan en cuanto tuvo oportunidad de hacerlo?

-Si hubiera estado en su poder hacerlo, estoy seguro de que lo hubiera hecho. Morzan se dio cuenta de que el niño le daba un gran control sobre tu madre. Él la obligó a entregar a Murtagh a una nodriza y sólo le permitía que lo visitara de vez en cuando. Lo que Morzan no sabía es que durante esas visitas también veía a Brom.

Oromis se dio la vuelta para mirar un par de golondrinas que retozaban en el cielo azul. De perfil, sus delicados rasgos le recordaban a Eragon los de un halcón o un gato. Oromis, sin apartar la vista de las golondrinas, dijo:

-Ni siquiera tu madre podía prever dónde iba a mandarla Morzan la siguiente vez, ni cuándo podría volver al castillo. Por eso Brom tenía que pasar largos periodos de tiempo en la propiedad de Morzan si quería verla. Durante casi tres años, Brom estuvo sirviendo como uno de los jardineros de Morzan. De vez en cuando se escapaba para mandar un mensaje a los vardenos o para comunicarse con los espías que tenía por todo el Imperio, pero, aparte de eso, no abandonó el castillo.

-¡Tres años! ¿No tenía miedo de que Morzan lo viera y lo reconociera?

Oromis apartó la vista del cielo y miró a Eragon:

-Brom era muy aficionado a disfrazarse; además, hacía muchos años que él y Morzan no habían estado cara a cara.

-Ah. -Eragon dio unas vueltas a la copa entre los dedos y observó el juego de la luz reflejado en el cristal-. Entonces, ¿qué pasó?

-Entonces -continuó Oromis-, uno de los agentes que Brom tenía en Teirm entró en contacto con un viejo erudito llamado Jeod, que deseaba unirse a los vardenos y que afirmaba haber encontrado pruebas de un túnel secreto que conducía a la parte del castillo construida por los elfos en Urü'baen. Brom se dio cuenta de que el descubrimiento de Jeod era demasiado importante para ignorarlo, así que preparó sus bolsas de viaje, presentó sus excusas a sus compañeros y partió hacia Teirm a toda prisa.

-¿ Y mi madre?

-Se había marchado un mes antes en una de las misiones de Morzan.

Esforzándose para unir en un todo coherente la información fragmentada que había recibido de personas distintas, Eragon dijo:

-Así que entonces… Brom se encontró con Jeod y, cuando estuvo convencido de que el túnel era real, acordó con uno de los vardenos intentar robar los tres huevos de dragón que Galbatorix tenía en Urü'baen.

El rostro de Oromis se ensombreció.

-Por desgracia, y por razones que nunca han estado del todo claras, el hombre que eligieron para llevar a cabo la tarea, un tal Hefring de Furnost, consiguió solamente llevarse un huevo, el de Saphira, del tesoro de Galbatorix; después huyó tanto de los vardenos como de los sirvientes de Galbatorix. A causa de su traición, Brom tuvo que pasar los siete meses siguientes persiguiendo a Hefring en un intento desesperado de recuperar a Saphira.

-¿Y durante este tiempo mi madre viajó en secreto a Carvahall, donde me dio a luz al cabo de cinco meses?

Oromis asintió con la cabeza.

-Fuiste concebido justo antes de que tu madre se marchara en su última misión. Como resultado, Brom no sabía nada de su estado mientras perseguía a Hefring y el huevo de Saphira… Cuando Brom y Morzan finalmente se enfrentaron en Gil'ead, Morzan le preguntó a Brom si él había sido el responsable de la desaparición de su Mano Negra. Es comprensible que Morzan sospechara que Brom tuviera algo que ver, dado que él había sido el responsable de la muerte de varios de los Apóstatas. Brom, por supuesto, llegó de inmediato a la conclusión de que algo terrible le había sucedido a tu madre. Más tarde me dijo que esa creencia le dio la energía y la fortaleza que necesitaba para matar a Morzan y a su dragón. Cuando estuvieron muertos, Brom cogió el huevo de Saphira que Morzan llevaba encima, porque éste había localizado a Hefring y le había quitado el huevo, y entonces Brom abandonó la ciudad, deteniéndose solamente para esconder a Saphira donde sabía que los vardenos la encontrarían finalmente.

-Entonces, por esa razón, Jeod creyó que Brom había muerto en

Gil'ead -dijo Eragon.

-Atenazado por el miedo, Brom no se atrevió a esperar a sus compañeros. Aunque tu madre estuviera sana y salva, Brom tenía miedo de que Galbatorix decidiera convertir a Selena en su propia Mano Negra, y que ella nunca más tuviera oportunidad de escapar de su servicio al Imperio.

Eragon notó que se le llenaban los ojos de lágrimas: «Cuánto debió amarla Brom para abandonar a todo el mundo en cuanto supo que ella estaba en peligro».

-Desde Gil'ead, Brom cabalgó directamente hasta las propiedades de Morzan; sólo se detuvo para dormir. A pesar de toda la prisa que se dio, fue demasiado lento. Cuando llegó al castillo descubrió que tu madre había regresado la noche anterior, enferma y agotada, de su misterioso viaje. Los sanadores de Morzan intentaron salvarla, pero, a pesar de sus esfuerzos, falleció unas horas antes de que Brom llegara al castillo.

-¿Nunca la volvió a ver? -preguntó Eragon con un nudo en la garganta.

-Nunca más. -Oromis hizo una pausa y la expresión de su rostro se suavizó-. Creo que para Brom perderla fue casi tan difícil como perder a su dragona, y eso apagó gran parte del fuego de su alma. Pero no se rindió ni se volvió loco, como le había sucedido cuando los Apóstatas mataron a su dragona Saphira. En lugar de ello, decidió descubrir el motivo de la muerte de tu madre y castigar a los responsables. Interrogó a los sanadores de Morzan y los obligó a describirle la enfermedad de tu madre. Por lo que ellos dijeron, y también por los rumores que corrían entre los sirvientes de la finca, Brom adivinó el embarazo de tu madre. Poseído por esa esperanza, cabalgó hasta el único sitio en el que, sabía, podía buscar: la casa de tu madre en Carvahall. Y allí te encontró, bajo los cuidados de tus tíos.

»Pero Brom no se quedó en Carvahall. Tan pronto como se aseguró de que nadie de aquel lugar sabía que tu madre había sido la Mano Negra y tras averiguar que tú no corrías peligro inmediato, volvió en secreto a Farthen Dür, donde se identificó a Deynor, que era el líder de los vardenos en esa época. Deynor se quedó asombrado al verlo, porque hasta ese momento, todos habían creído que Brom había fallecido en Gil'ead. Brom le convenció para que mantuviera su presencia en secreto para todo el mundo, excepto para unos cuantos elegidos, y entonces…

Eragon levantó un dedo.

-Pero ¿por qué? ¿Por qué fingir que estaba muerto?

-Brom esperaba vivir el tiempo suficiente para instruir al nuevo Jinete, y sabía que la única manera que tenía de evitar que lo asesinaran como venganza por haber matado a Morzan era que Galbatorix creyera que él estaba muerto y enterrado. Además Brom esperaba no atraer la atención hacia Carvahall. Intentó instalarse allí para estar cerca de ti, y lo hizo, pero estaba decidido a que el Imperio no conociera tu existencia.

«Mientras se encontraba en Farthen Dür, Brom ayudó a los vardenos a negociar el acuerdo con la reina Islanzadí sobre cómo los elfos y los humanos iban a compartir la custodia del huevo y sobre cómo sería instruido el nuevo Jinete cuando el huevo se abriera, si es que lo hacía. Entonces Brom acompañó a Arya cuando ésta llevó el huevo desde Farthen Dür hasta Ellesméra. Cuando llegó, nos contó a Glaedr y a mí lo que te acabo de contar a ti, para que la verdad sobre tu origen no se perdiera si él moría. Ésa fue la última vez que lo vi. Desde aquí, Brom volvió a Carvahall, donde se presentó a sí mismo como bardo y cuentacuentos. Lo que sucedió a continuación, tú lo sabes mejor que yo.

Oromis se quedó en silencio y, durante un rato, nadie dijo nada.

Con la vista clavada en el suelo, Eragon repasó todo lo que Oromis le había contado e intentó aclarar sus sentimientos.

-¿Y Brom fue realmente mi padre, y no Morzan? Quiero decir que, si mi madre era la consorte de Morzan, entonces… -Se interrumpió, demasiado incómodo para continuar.

-Eres el hijo de tu padre -dijo Oromis-, y tu padre es Brom. De eso no hay ninguna duda.

-¿Ninguna duda?

Oromis negó con la cabeza.

-Ninguna.

Un sentimiento vertiginoso le invadió, y se dio cuenta de que había estado aguantando la respiración. Exhaló y dijo:

-Creo que comprendo por qué… -hizo una pausa para llenarse los pulmones-, por qué Brom no dijo nada de esto antes de que yo encontrara el huevo de Saphira. Pero ¿por qué no me dijo nada después? ¿Y por qué os hizo jurar a ti y a Saphira que guardarais el secreto? ¿Es que no quería reconocerme como hijo? ¿Se avergonzaba de mí?

-No pretendo conocer los motivos de todo lo que Brom hizo, Eragon. De todas maneras, estoy seguro de que no deseaba nada tanto como nombrarte hijo suyo y criarte; sin embargo, no se atrevía a revelar que erais padre e hijo para que el Imperio no lo descubriera e intentara hacerle daño a través de ti. Su prudencia estaba justificada. Piensa en cómo Galbatorix se ha esforzado en capturar a tu primo para poder utilizar a Roran para que tú te rindas.

-Brom se lo hubiera podido contar a mi tío -protestó Eragon-. Garrow no hubiera delatado a Brom al Imperio.

-Piensa, Eragon. Si hubieras estado viviendo con Brom, y si la noticia de su supervivencia hubiera llegado a oídos de los espías de Galbatorix, los dos hubierais tenido que huir de Carvahall para siempre. Al ocultarte esa información, Brom esperaba protegerte de esos peligros.

-No tuvo éxito. Tuvimos que huir de Carvahall de todas formas.

-Sí -dijo Oromis-. Uno de sus errores, por así decirlo, aunque creo que hizo más bien que mal, fue que no podía soportar separarse del todo de ti. Si hubiera tenido la fuerza de voluntad suficiente para aguantar el deseo de regresar a Carvahall, nunca hubieras encontrado el huevo de Saphira, los Ra'zac no hubieran asesinado a tu tío y muchas cosas que no son hubieran sido, igual que muchas cosas que son, no hubieran sido. El no podía arrancarte de su corazón.

Eragon sintió un temblor por todo el cuerpo y apretó las mandíbulas.

-¿Y cuando supo que Saphira me había nacido a mí? Oromis dudó y su expresión tranquila mostró cierta inquietud. -No estoy seguro, Eragon. Pudo ser que Brom todavía intentara protegerte de sus enemigos, y no te lo dijo por la misma razón por la que no te llevó con los vardenos directamente: porque eso hubiera sido más de lo que tú estabas preparado para afrontar. Quizá tenía pensado decírtelo justo antes de que te fueras con los vardenos. Pero si tuviera que adivinarlo, diría que Brom no lo dijo, no porque estuviera avergonzado de ti, sino porque se había acostumbrado a vivir con sus secretos y detestaba compartirlos. Y porque, aunque no es más que una especulación, porque no estaba seguro de cómo reaccionarías a esa revelación. Por lo que me dijiste, no conocías tanto a Brom antes de que te marcharas de Carvahall con él. Es bastante posible que tuviera miedo de que lo detestaras si te decía que él era tu padre.

-¿Detestarlo? -exclamó Eragon-. No lo hubiera detestado. Aunque… quizá no lo hubiera creído.

-¿Y hubieras confiado en él después de una revelación así? Eragon se mordió el interior de la mejilla. «No, no lo hubiera hecho.»

Oromis continuaba:

-Brom lo hizo lo mejor que pudo en unas circunstancias increíblemente duras. Por encima de todo, era responsabilidad suya manteneros a vosotros dos vivos y enseñarte y darte consejo, Eragon, para que no utilizaras tu poder con fines egoístas, como ha hecho Galbatorix. En eso, Brom se desenvolvió excelentemente. Quizá no fue el padre que tú hubieras querido que fuera, pero te dio una herencia tan grande como la que cualquier hijo ha recibido.

-No fue más de lo que hubiera hecho por cualquiera que se hubiera convertido en Jinete.

-Eso no disminuye su valor -señaló Oromis-. Pero estás equivocado: Brom hizo por ti más de lo que hubiera hecho por cualquier otro. Sólo tienes que pensar en cómo se sacrificó para salvarte la vida al no saber la verdad.

Eragon clavó la uña del dedo índice en la mesa y resiguió la leve marca de uno de los anillos de la madera.

-¿ Y de verdad fue un accidente que Arya me enviara a Saphira? -Lo fue -confirmó Oromis-. Pero no fue una coincidencia por completo. En lugar de enviar el huevo al padre, Arya lo hizo aparecer delante del hijo.

-¿Cómo es eso posible si ella no sabía nada de mí?

Los delgados hombros de Oromis subieron y bajaron.

-A pesar de los miles de años de estudio, todavía no podemos predecir ni explicar todos los efectos de la magia.

Eragon continuó resiguiendo la marca de la madera de la mesa.

«Tengo un padre -pensó-. Le vi morir, y no tenía ni idea de quién era…»

-Mis padres -dijo-, ¿se casaron alguna vez?

-Sé por qué lo preguntas, Eragon, y no sé si mi respuesta te satisfará. El matrimonio no es una costumbre de los elfos, y sus sutilezas se me escapan a menudo. Nadie unió las manos de Brom y de Selena en matrimonio, pero sé que ellos se consideraban marido y mujer. Si eres listo, no te preocuparás de que otros de tu raza te llamen bastardo, sino que estarás satisfecho de saber que eres hijo de tus padres y que ambos dieron sus vidas para que tú pudieras vivir.

Eragon estaba sorprendido de lo tranquilo que se sentía. Toda su vida había especulado sobre la identidad de su padre. Cuando Murtagh dijo que era Morzan, esa revelación lo conmocionó tan profundamente como la muerte de Garrow. Ahora, la afirmación de Glaedr de que su padre era Brom también lo había conmocionado, pero esa conmoción no parecía haber durado mucho tiempo, quizá porque, esta vez, la noticia no era preocupante. Pero, a pesar de que se sentía tranquilo, Eragon pensó que quizá tardara varios años en saber lo que sentía por sus padres. «Mi padre era un Jinete y mi madre era la consorte de Morzan y la Mano Negra.»

-¿Se lo puedo decir a Nasuada? -preguntó.

Oromis abrió las manos.

-Díselo a quien desees: el secreto es tuyo ahora y puedes hacer lo que te plazca. Dudo que estuvieras en mayor peligro aunque el mundo entero supiera que eres el heredero de Brom.

-Murtagh -dijo Eragon-. Él cree que somos hermanos. Me lo dijo en el idioma antiguo.

-Estoy seguro de que Galbatorix también lo cree. Fueron los Gemelos quienes se imaginaron que la madre de Murtagh y la tuya eran la misma persona, y eso le comunicaron al rey. Pero no pudieron informarle de la relación con Brom, porque no había nadie entre los vardenos que lo supiera.

Eragon levantó la vista hacia dos golondrinas que bajaron en picado cerca de ellos y se permitió sonreír un poco.

-¿ Por qué sonríes? -le preguntó Oromis. -No estoy seguro de que lo entiendas. El elfo juntó las manos sobre el regazo.

-Quizá no; es verdad. Pero no puedes saberlo a no ser que intentes explicarlo.

Eragon tardó un poco en encontrar las palabras que necesitaba. -Cuando yo era más joven, antes de… todo esto -hizo un gesto hacia Saphira, Oromis, Glaedr y hacia el mundo en general- acostumbraba a divertirme imaginando que, a causa de su gran inteligencia y belleza, mi madre había sido admitida en la corte de nobles de Galbatorix. Me imaginaba que ella había viajado de ciudad en ciudad y que cenaba con condes y damas en salones y todo eso…, bueno, que ella se había enamorado desesperadamente de un hombre poderoso, pero que, por algún motivo, se había visto obligada a ocultarle mi existencia, así que me llevó con Garrow y Marian para que me cuidaran hasta el día en que ella volviera y me dijera quién era yo y que nunca me había querido abandonar.

-Eso no es muy distinto de lo que sucedió -dijo Oromis. -No, no lo es, pero… me imaginaba que mis padres eran gente importante y que yo también lo era. El destino me ha dado lo que quería, pero la verdad es que no es tan grandioso ni feliz como pensé… Sonreía por mi propia ignorancia, supongo, y también por lo increíble que es todo lo que me ha sucedido.

Una ligera brisa se levantó en el pequeño claro. La hierba que tenían a sus pies ondeó y las ramas del bosque susurraron a su alrededor.

Eragon observó los rizos de la hierba un momento.

-¿Era una buena persona mi madre?

-No lo puedo decir, Eragon. Los sucesos de su vida fueron complicados. Sería estúpido y arrogante por mi parte pretender juzgar a alguien de quien sé tan poco.

-Pero ¡necesito saberlo! -Eragon juntó las manos y se apretó los dedos entre los callos de los nudillos-. Cuando le pregunté a Brom si él la había conocido, él me dijo que era orgullosa y digna, y que siempre ayudaba a los pobres y a los que eran menos afortunados que ella. ¿Cómo pudo? ¿Cómo pudo ser esa persona y ser también la Mano Negra? Jeod me contó historias de algunas de las cosas, cosas horribles, terribles, que ella hizo mientras estaba al servicio de Morzan. ¿Era mala, entonces? ¿No le importaba si Galbatorix gobernaba o no? ¿ Por qué se fue con Morzan?

Oromis hizo una pausa.

-El amor puede ser una maldición terrible, Eragon. Puede hacer que uno pase por alto incluso los mayores defectos del comportamiento de una persona. Dudo que tu madre fuera completamente consciente de la verdadera naturaleza de Morzan cuando se fue de Carvahall con él, y cuando lo fue, él no permitió que ella lo desobedeciera. Ella se convirtió en su esclava en todo excepto por su nombre, y fue sólo cambiando su misma identidad que ella fue capaz de escapar de su control.

-Pero Jeod dijo que a ella le gustaba lo que hacía como Mano Negra.

La expresión de Oromis adquirió un acento de desdén.

-A menudo, las atrocidades del pasado se exageran y se distorsionan. Eso debes recordarlo. Nadie excepto tu madre sabe exactamente lo que hizo, y el porqué, y cómo se sentía al respecto, y ella no está entre los vivos para dar explicaciones.

-¿A quién debo creer, entonces? -preguntó Eragon en tono de ruego-. ¿A Brom o a Jeod?

-Cuando le preguntaste a Brom sobre tu madre, él te contó lo que para él eran sus cualidades más importantes. Mi consejo sería que confíes en lo que él sabía de ella. Si eso no aplaca tus dudas, recuerda que sean cuales sean los crímenes que ella pudo haber cometido mientras actuaba como la Mano de Morzan, al final tu madre se puso de parte de los vardenos y llegó a extremos extraordinarios para protegerte. Sabiendo esto no deberías atormentarte sobre la naturaleza de su carácter.

Impulsada por la brisa, una araña que colgaba de un sedoso hilo pasó flotando por delante de Eragon, subiendo y bajando impulsada por los invisibles remolinos de aire. Cuando la araña desapareció de su vista, Eragon dijo:

-La primera vez que visitamos Tronjheim, Angela, la adivina, me dijo que el destino de Brom era fracasar en todo lo que intentara, excepto en matar a Morzan.

Oromis inclinó la cabeza.

-Algunos pueden pensar eso. Otros pueden llegar a la conclusión de que Brom consiguió cosas importantes y difíciles. Depende de cómo uno elija ver el mundo. Las palabras de los adivinos pocas veces son fáciles de descifrar. Mi experiencia me dice que sus predicciones nunca conducen a tener paz interior. Si deseas ser feliz, Eragon, no pienses en lo que ha de venir ni en aquello sobre lo cual no tienes ningún control, sino en el ahora y en aquello que sí puedes cambiar.

Entonces a Eragon se le ocurrió una cosa:

-Blagden -dijo, refiriéndose al cuervo blanco que era el compañero de la reina Islanzadí-. El también sabe cosas de Brom, ¿verdad?

Oromis arqueó una ceja.

-¿Ah, sí? Nunca hablé de eso con él. Es una criatura voluble y nada fiable.

-El día en que Saphira y yo partimos hacia los Llanos Ardientes, él me recitó una adivinanza… No recuerdo cada una de las frases, pero era algo acerca de dos que son uno, mientras que uno puede ser dos. Creo que podía estar pensando en que Murtagh y yo sólo compartimos a uno de los padres.

-No es imposible -dijo Oromis-. Blagden estaba aquí, en Ellesméra, cuando Brom me habló de ti. No me sorprendería que ese ladrón de pico afilado hubiera estado posado en una rama cercana durante nuestra conversación. Escuchar es un triste hábito que tiene. También podría ser que esa adivinanza fuera resultado de uno de sus esporádicos ataques de intuición.

Al cabo de un momento, Glaedr cambió de posición y Oromis se dio la vuelta para mirar al dorado dragón. El elfo se levantó de la silla con un movimiento ágil y dijo:

-Fruta, nueces y pan son una buena comida, pero después de tu viaje, deberías tomar algo con más sustancia y que te llene el estómago. En mi casa, tengo una sopa que hay que ir a vigilar, pero, por favor, no te molestes. Te la traeré cuando esté lista.

Con pasos suaves sobre la hierba, Oromis se dirigió a su casa cubierta de corteza y desapareció dentro. Cuando la puerta de madera tallada se cerró, Glaedr emitió un suspiro y cerró los ojos, como si se quedara dormido.

Y salvo por el rumor de las ramas mecidas por el viento, todo quedó en silencio.