Cuando Eragon apartó el cuenco vacío, Oromis dijo: -¿ Te gustaría ver un fairth de tu madre, Eragon? Eragon se quedó inmóvil un momento, asombrado. -Sí, por favor.


De entre los pliegues de la túnica blanca, Oromis sacó una fina placa de pizarra y se la dio a Eragon, que sintió la piedra fría y lisa entre los dedos. En el otro lado de la placa sabía que encontraría un retrato perfecto de su madre, realizado gracias a un hechizo con pigmentos que un elfo había depositado en la placa muchos años antes. Sintió un cosquilleo de intranquilidad. Siempre había deseado ver a su madre, pero ahora que tenía la oportunidad de hacerlo, tenía miedo de que el resultado lo decepcionara.

Con un esfuerzo, dio la vuelta a la placa de piedra y contempló una imagen -tan clara como una visión a través de una ventana- de un jardín de rosas rojas y blancas encendidas por los pálidos rayos del atardecer. Un camino de grava serpenteaba entre los lechos de rosas, en medio del cual había una mujer arrodillada que tenía una rosa entre las manos y la olía con los ojos cerrados y una media sonrisa en los labios. Eragon pensó que era muy guapa. Tenía una expresión suave y tierna, pero llevaba ropas hechas con trozos de piel acolchada, unos brazales ennegrecidos en los antebrazos, espinilleras en las piernas y una espada y una daga que colgaban de su cintura. En su rostro, Eragon detectó cierta semblanza con sus propias facciones, igual que cierto parecido con Garrow, su hermano.

La imagen le fascinó. Puso la mano sobre la superficie del fairth, deseando poder introducir la mano y tocarla en el brazo. «Madre.» Oromis dijo:

-Brom me dio el fairth para que lo guardara antes de irse a Carvahall, y ahora te lo doy a ti.

-¿Me lo guardarías también? -preguntó sin levantar la vista-. Se podría romper durante nuestro viaje o en alguna pelea.

El silencio de Oromis llamó la atención de Eragon. Apartó los ojos de su madre y vio que Oromis parecía triste y preocupado.

-No, Eragon. No puedo. Tendrás que buscar otra solución para proteger el fairth.

Quiso preguntar por qué se negaba, pero el dolor que vio en sus ojos se lo impidió.

-Tienes un tiempo limitado para estar aquí -intervino Oromis-, y todavía tenemos que hablar de muchos temas. ¿Debo adivinar qué cosas quieres preguntarme, o me lo dirás tú?

A su pesar, dejó el fairth en la mesa y le dio la vuelta para ocultar la imagen.

-Las dos veces que hemos luchado contra Murtagh y contra Espina, Murtagh ha sido más poderoso de lo que un humano puede ser. En los Llanos Ardientes nos derrotó a Saphira y a mí porque no nos dimos cuenta de lo fuerte que era. Si no hubiera cambiado de opinión, ahora mismo estaríamos prisioneros en Urü'baen. Una vez mencionaste que sabías por qué Galbatorix se había vuelto tan poderoso. ¿ Nos lo dirás ahora, Maestro? Por nuestra propia seguridad, necesitamos saberlo.

-No es cosa mía decírtelo -respondió Oromis.

-Entonces, ¿de quién es? -preguntó Eragon-. No podemos…

Detrás de Oromis, Glaedr abrió uno de sus ojos como de lava líquida, grande como un escudo:

Es cosa mía… -advirtió-. La fuente de poder de Galbatorix reside en el corazón de los dragones. Él roba la fuerza de nosotros. Sin nuestra ayuda, Galbatorix hubiera caído ante los elfos y los vardenos hace mucho tiempo.

Eragon frunció el ceño:

-No lo comprendo. ¿Por qué ayudáis a Galbatorix? ¿Cómo podéis hacerlo? Solamente hay cuatro dragones y un huevo en Alagaësia…, ¿no es así?

Muchos de los dragones cuyos cuerpos Galbatorix y los Apóstatas mataron todavía viven.

-¿Todavía viven? -Perplejo, Eragon miró a Oromis, pero el elfo permaneció callado; su rostro, inescrutable. Y lo que era incluso mas desconcertante: Saphira no parecía compartir la confusión de Eragon.

El dragón dorado apoyó la cabeza de lado sobre los pies para mirar mejor a Eragon.

A diferencia de la mayoría de las criaturas -dijo-, la conciencia de un dragón no reside solamente dentro del cráneo. En el pecho tenemos un objeto duro, parecido a una joya, similar en su composición a las escamas, que se llama eldunarí, que significa «el corazón de corazones». Cuando un dragón sale del huevo, su eldunarí es claro y sin lustre. Normalmente permanece así durante toda su vida y se disuelve junto con el cuerpo del dragón cuando éste muere. Pero, si lo deseamos, podemos transferir nuestra conciencia al eldunarí. Entonces, éste adquiere el mismo color que nuestras escamas y empieza a brillar como un ascua. Si un dragón ha hecho esto, su eldunarí sobrevivirá a la decadencia de su cuerpo, y su esencia puede vivir de forma indefinida. Además, un dragón puede vomitar su eldunarí mientras vive. De esta manera, el cuerpo y la conciencia de un dragón pueden existir de forma separada y estar, al mismo tiempo, unidos, lo cual puede resultar muy útil en algunas circunstancias. Pero hacerlo nos expone a un gran peligro, porque quien tenga nuestro eldunarí tiene nuestra alma en sus manos. Con él, puede obligarnos a hacer lo que desee, por vil que sea.

Las implicaciones de lo que Glaedr acababa de decir asombraron a Eragon. Miró a Saphira y preguntó:

¿Tú ya sabías esto?

Saphira hizo un gesto sinuoso con la cabeza y todas las escamas de su cuello ondularon.

Siempre he tenido conciencia de mi corazón de corazones. Siempre lo he sentido dentro de mí, pero nunca pensé en mencionártelo.

¿Cómo es posible que no lo hayas hecho, cuando es tan importante?

¿A ti te parece necesario mencionar que tienes un estómago, Eragon? ¿O un corazón, o un hígado, o cualquier otro órgano? Mi eldunarí es una parte integral de quién soy. Nunca pensé que su existencia tuviera que ser mencionada… Por lo menos no hasta la última vez que vinimos a Ellesméra.

¡Así que lo sabías!

Sólo un poco. Glaedr insinuó que mi corazón de corazones era más importante de lo que yo creía en un principio, y me advirtió de que lo protegiera para no caer inadvertidamente en manos de nuestros enemigos.No me explicó más que eso, pero desde entonces, deduje muchas de las cosas que ha dicho.

¿Ya pesar de ello no te pareció importante mencionarlo?-preguntó Eragon.

Quería hacerlo -gruñó ella-, pero, igual que con Brom, le di mi palabra a Glaedr de que no hablaría de ello con nadie, ni siquiera contigo.

¿Accediste a hacerlo?

Confio en Glaedr y confio en Oromis. ¿Tú no?

Eragon frunció el ceño y volvió a dirigirse al elfo y al dragón dorado.

-¿Por qué no me hablasteis de esto antes?

Oromis destapó la jarra, volvió a llenar su copa de vino y dijo:

-Para proteger a Saphira.

-¿Protegerla? ¿De qué?

De ti -contestó Glaedr.

Eragon se sintió sorprendido e indignado, y no consiguió recuperar la compostura lo suficiente para protestar antes de que Glaedr continuara:

En estado salvaje, un dragón conoce su eldunaria través de uno de sus mayores cuando tiene edad suficiente para comprender el uso que tiene. De esa manera, un dragón no se transferirá a su corazón de corazones sin conocer las consecuencias de ese acto. Entre los Jinetes nació otra costumbre. Los primeros años de relación entre un dragón y un jinete son cruciales para establecer una relación sana entre ellos, y los Jinetes descubrieron que es mejor esperar a que ellos y los dragones que se habían unido recientemente se hubieran familiarizado bien el uno con el otro antes de informarlos del eldunarí. De otra forma, en la locura e insensatez de la juventud, un dragón puede decidir vomitar su corazón de corazones simplemente para impresionar a su Jinete. Cuando damos nuestro eldunarí, estamos dando la materialización física de nuestro ser completo. Y no podemos devolverlo a su lugar originario, dentro de nuestro cuerpo, cuando lo hemos hecho. Un dragón no debe tomarse a la ligera el separarse de su conciencia, porque eso puede modificar cómo vivirá el resto de su vida, aunque ésta perdure durante mil años.

-¿Tú todavía tienes tu corazón de corazones dentro de ti? -preguntó Eragon.

La hierba de debajo de la mesa ondeó bajo la ráfaga de aire caliente que Glaedr exhaló.

No es apropiado que le hagas esa pregunta a ningún dragón excepto a Saphira. No intentes hacérmela de nuevo, polluelo.

Aunque la amonestación de Glaedr hizo que a Eragon le escocieran las mejillas, todavía pudo encontrar la manera de responder como era debido, con serenidad y con las siguientes palabras:

-No, Maestro. -Luego, preguntó-: ¿ Qué…, qué sucede si vuestro eldunarí se rompe?

Si un dragón ha transferido su conciencia a su corazón de corazones, entonces morirá de verdad. -Glaedr parpadeó y se oyó el chasquido de ese gesto. Sus párpados interiores y exteriores pasaron un momento por encima de la esfera de su iris estriado-. Antes de que estableciéramos nuestro pacto con los elfos, teníamos nuestros corazones en Du Fells Nángoróth, las montañas que se encuentran en el centro del desierto de Hadarac. Luego, después de que los Jinetes se hubieran establecido en la isla de Vroengard y en ella construyeran un lugar donde depositar los eldunarí, los dragones salvajes y los dragones apareados confiaron sus corazones a los Jinetes para que los guardaran.

-Así que entonces -dijo Eragon-, ¿Galbatorix capturó los eldunarí?

Al contrario de lo que Eragon esperaba, fue Oromis quien respondió:

-Lo hizo, pero no todos a la vez. Hacía tanto tiempo que nadie amenazaba a los Jinetes que muchos de los integrantes de nuestra orden se habían vuelto descuidados en la protección de los eldunarí. Cuando Galbatorix se volvió contra nosotros, no era poco frecuente que el dragón de un Jinete vomitara su eldunarí solamente por una cuestión de conveniencia. -¿ Conveniencia?

Cualquiera que tenga en su posesión uno de nuestros corazones -dijo Glaedr- se puede comunicar con el dragón del cual procede el corazón sin que la distancia sea un obstáculo. Puede ser que un Jinete y un dragón estén separados por Alagaësia entera, pero si el Jinete tiene el eldunarí de su dragón, pueden compartir los pensamientos con tanta facilidad como Saphira y tú lo hacéis ahora.

-Además -dijo Oromis-, un mago que posee un eldunarí puede utilizar la fuerza de un dragón para lanzar sus hechizos, sin preocuparse de dónde se encuentre el dragón. Cuando…

Un colibrí multicolor interrumpió la conversación y cruzó por delante de ellos a gran velocidad. Sus alas eran una mancha temblorosa, y se sostuvo en el aire encima de los cuencos de fruta para beber el jugo que rezumaba de un arándano partido. Luego se elevó, se alejó y desapareció entre los troncos del bosque. Oromis continuó hablando:

-Cuando Galbatorix mató a su primer Jinete, también robó el corazón de su dragón. Durante los años que pasó escondido en el bosque a partir de ese momento, quebró la mente del dragón y la doblegó a su voluntad, probablemente con la ayuda de Durza. Y cuando Galbatorix inició su insurrección, con Morzan a su lado, ya era más fuerte que la mayoría de los Jinetes. Su fuerza no era solamente mágica, sino mental, porque la fuerza de la conciencia del eldunarí aumentaba la suya propia.

»Galbatorix no sólo intentó matar a los Jinetes y a los dragones. Tenía el objetivo de hacerse con tantos eldunarís como pudiera, tanto robándolos a los Jinetes como torturando a un Jinete hasta que su dragón vomitara su corazón de corazones. Cuando nos dimos cuenta de lo que Galbatorix estaba haciendo, él ya era demasiado poderoso para que pudiéramos detenerlo. A Galbatorix le fue de ayuda el hecho de que muchos Jinetes no sólo viajaran con el eldunarí de su propio dragón, sino también el eldunarí de los dragones cuyos cuerpos ya no existían, porque estos dragones a menudo se aburrían de estar sentados en una habitación y deseaban aventuras. Y, por supuesto, cuando Galbatorix y los Apóstatas saquearon la ciudad de Doru Araeba en la isla de Vroengard, él se hizo con todos los eldunarí que se guardaban allí.

»Galbatorix consiguió el éxito utilizando la voluntad y la sabiduría de los dragones contra toda Alagaësia. Al principio, era incapaz de controlar más que a unos cuantos de los eldunarí que había capturado. No es una tarea fácil obligar a un dragón a rendirse, sin importar lo poderoso que uno sea. En cuanto Galbatorix hubo acabado con los Jinetes y se hubo instalado como rey de Urü'baen, se dedicó a subyugar al resto de los corazones, uno a uno.

«Creemos que esta tarea le ocupó durante la mayor parte de los cuarenta años siguientes, tiempo en el que prestó muy poca atención a los asuntos de Alagaësia, y por eso la gente de Surda fue capaz de separarse del Imperio. Cuando terminó, Galbatorix salió de su reclusión y empezó a afirmar su control en todo el Imperio y en las tierras de más allá. Por algún motivo, después de dos años y medio de masacre y dolor, se retiró a Urü'baen de nuevo, y allí ha morado desde entonces, no tan solitario como antes, pero evidentemente concentrado en algún proyecto que solamente él conoce. Sus vicios son numerosos, pero no se ha abandonado al libertinaje; por lo menos, eso han podido averiguar los espías de los vardenos. Pero no hemos sido capaces de descubrir nada más.

Eragon, perdido en sus pensamientos, miraba hacia la lejanía. Por primera vez, todas las historias que había oído acerca del poder sobrenatural de Galbatorix cobraban sentido. Se dejó llevar por un ligero optimismo y se dijo: «No estoy seguro de cómo, pero si pudiéramos liberar a los eldunarí del control de Galbatorix, no sería más poderoso que cualquier Jinete de Dragón». A pesar de que esa posibilidad parecía improbable, Eragon se sintió animado de saber que el rey tenía un punto vulnerable, por pequeño que fuera.

Mientras continuaba pensando sobre aquello, se le ocurrió otra pregunta:

-¿ Cómo es que nunca he oído hablar de los corazones de los dragones en las historias antiguas? Seguro que, si son tan importantes, los bardos y los eruditos hablan de ellos.

Oromis puso una mano sobre la mesa y dijo:

-De todos los secretos de Alagaësia, el de los eldunarí es uno de los más celosamente guardados, incluso entre mi propia gente. A lo largo de la historia, los dragones se han afanado en esconder sus corazones del resto del mundo. Nos revelaron su existencia solamente después de que se estableciera el pacto mágico entre nuestras dos razas, e incluso entonces solamente lo hicieron a unos pocos.

-Pero ¿porqué?

Ah -intervino Glaedr-, a menudo desdeñamos la necesidad del secreto, pero si los eldunarís hubieran sido de conocimiento público, cualquier sinvergüenza descerebrado de la Tierra hubiera intentado robar uno, y al final algunos habrían conseguido su objetivo. Era una situación que evitábamos por encima de todo.

-¿No hay ninguna manera de que un dragón se defienda a través de su eldunarí? -preguntó Eragon.

El ojo de Glaedr pareció brillar con más fuerza que nunca.

Una pregunta acertada. Un dragón que ha vomitado su eldunarí pero que todavía disfruta de su cuerpo puede, por supuesto, defender su corazón con las garras, los colmillos, la cola y el batir de las alas. Pero un dragón cuyo cuerpo está muerto no posee ninguna de estas ventajas. Su única arma es su mente y, quizá, si el momento es el oportuno, la magia, que no puede dirigir a voluntad. Esta es una de las razones por las que muchos dragones decidieron no prolongar su existencia más allá del deceso de su cuerpo. Ser incapaz de moverse por propia voluntad, ser incapaz de percibir el mundo de alrededor si no es a través de la mente de otros, ser capaz de influir en el curso de los eventos sólo con los pensamientos y con raros e impredecibles destellos de magia… sería una existencia difícil de aceptar para casi cualquier criatura, pero especialmente para los dragones, que son los seres más libres de todos.

-¿Por qué lo hacían, entonces? -preguntó Eragon.

A veces sucedía por accidente. Cuando su cuerpo fallaba, un dragón podía caer presa del pánico y refugiarse en su eldunarí. O si un dragón había vomitado su corazón antes de que su cuerpo muriera, no tenía más opción que continuar aguantando. Pero, en su mayoría, los dragones que eligieron vivir en su eldunarí eran los inmensurablemente viejos, más viejos de lo que Oromis y yo somos ahora, tan viejos que las preocupaciones de la carne habían dejado de importarles; se habían vuelto hacia el interior de sí mismos y deseaban pasar el resto de la eternidad reflexionando sobre preguntas que los jóvenes no podían comprender. Nosotros reverenciamos y atesoramos los corazones de esos dragones por su vasta sabiduría e inteligencia. Era común que los dragones salvajes se emparejaran con dragones igual que con Jinetes para buscar consejos sobre temas importantes. El hecho de que Galbatorix los haya esclavizado es un crimen de una crueldad y maldad inimaginable.

Ahora soy yo la que tiene una pregunta -dijo Saphira. Eragon sentía en la mente el profundo retumbar de los pensamientos de la dragona-. Una vez que uno de los nuestros se confina en su eldunarí, ¿debe continuar existiendo o es posible, si no puede soportar esa condición, que se suelte de la vida y pase a la oscuridad del más allá?

-No por su cuenta -dijo Oromis-. No, a no ser que la inspiración de utilizar la magia lo embargue y eso le permita romper su eldunarí desde dentro, lo cual, que yo sepa, sí ha sucedido, aunque pocas veces. La otra opción sería que el dragón convenciera a otro para que rompiera el eldunarí. Esa falta de control es otro de los motivos por el que los dragones eran extremadamente recelosos de transferirse a su corazón de corazones, para no quedar atrapados en una prisión de la que no hay escapatoria.

Eragon sintió el desagrado de Saphira ante esa posibilidad. Pero ella no dijo nada de eso, sino que preguntó:

¿Cuántos eldunarí tiene Galbatorix subyugados?

-No sabemos la cifra exacta -dijo Oromis-, pero estimamos que tiene centenares de ellos.

Un estremecimiento recorrió el brillante cuerpo de Saphira.

¿Asíque nuestra raza no está al borde de la extinción?

Oromis dudó un momento, y fue Glaedr quien respondió:

Pequeña -dijo, y el uso del apelativo sorprendió a Eragon-/ aunque la Tierra estuviera cubierta de eldunarís, nuestra raza seguiría maldita. Un dragón que se preserva dentro de un eldunarí sigue siendo un dragón, pero no siente las urgencias de la carne ni tiene los órganos para saciarlas. No puede reproducirse.

Eragon sintió un dolor en la base del cráneo y empezó a darse cuenta del cansancio cada vez mayor que sentía después de los cuatro días de viaje. Su agotamiento le dificultaba recordar los pensamientos más que unos momentos: a la menor distracción, se le escapaban. Saphira retorció la punta de la cola.

No soy tan ignorante de creer que un eldunarí puede tener descendencia. De todas maneras, me consuela saber que no estoy tan sola como pensaba… Quizá nuestra raza esté maldita, pero por lo menos hay más de cuatro dragones vivos en el mundo, estén encarnados en su cuerpo o no.

-Eso es verdad -dijo Oromis-, pero son tan cautivos de Galbatorix como Murtagh y Espina.

Liberarlos me da un motivo para esforzarme, así como rescatar el último huevo -dijo Saphira.

-En eso tenemos que esforzarnos los dos -dijo Eragon-. Somos su única esperanza. -Se frotó la frente con el pulgar derecho y añadió-: Hay una cosa que todavía no comprendo.

-¿ En qué consiste tu confusión? -preguntó Oromis. -Si Galbatorix extrae el poder de esos corazones, ¿ cómo producen la energía que él usa? -Eragon hizo una pausa, buscando una manera mejor de formular la pregunta. Señaló hacia las golondrinas que volaban en el cielo-: Todo ser vivo come y bebe para mantenerse, incluso las plantas. La comida ofrece la energía que nuestros cuerpos necesitan para funcionar de forma adecuada. También ofrece la energía que necesitamos para hacer magia, tanto si dependemos de nuestra propia fuerza para lanzar un hechizo como si utilizamos la fuerza de otros. ¿ Cómo puede ser, entonces, para esos eldunarís? No tienen huesos, ni músculos, ni piel, ¿verdad? No comen, ¿verdad? Así que, ¿cómo sobreviven? ¿De dónde proviene su energía?

Oromis sonrió y sus largos dientes brillaron como porcelana. -De la magia.

-¿Magia?

-Si uno define la magia como una manipulación de energía, que es lo que es, entonces sí, es magia. De dónde sacan exactamente la energía los eldunarís es un misterio tanto para nosotros como para los dragones; nadie ha identificado nunca la fuente. Es posible que absorban la luz del sol, como hacen las plantas, o que se alimenten de las fuerzas de vida de las criaturas que tienen más cerca. Sea cual sea la respuesta, se ha demostrado que cuando un dragón experimenta la muerte de su cuerpo y su conciencia toma como única residencia su corazón de corazones, se lleva con él la energía sobrante de la que disponía en su cuerpo cuando éste dejó de funcionar. A partir de ese momento, sus reservas de energía aumentan a un ritmo continuo durante los siguientes cinco o siete años, hasta que llegan a la cumbre de su poder, que, desde luego, es inmenso. La cantidad total de energía que un eldunarí puede tener depende del tamaño del corazón; cuanto más viejo es el dragón, más grande es su eldunarí y más energía puede absorber antes de quedar saturado.

Recordando el momento en que él y Saphira se habían peleado con Murtagh y con Espina, Eragon dijo:

-Galbatorix debe de haberle dado a Murtagh varios eldunarís. Es la única explicación de su fuerza, cada vez mayor.

Oromis asintió con la cabeza.

-Tienes suerte de que Galbatorix no le hubiera dado más corazones, porque entonces hubiera sido muy fácil para Murtagh vencerte a ti, a Arya y a todos los otros hechiceros que había entre los vardenos.

Eragon recordó que las dos veces que él y Saphira se habían encontrado con Murtagh y con Espina, le pareció que la mente de Murtagh contenía múltiples seres.

Debieron de ser los eldunarís lo que noté… Me pregunto dónde los habrá guardado Murtagh. Espina no llevaba alforjas y no vi ningún bulto raro en las ropas de Murtagh.

No lo sé -respondió Saphira-. Date cuenta de que Murtagh debía de estar refiriéndose a sus eldunarís cuando te dijo que en lugar de arrancarte el corazón, sería mejor arrancarle los suyos. Corazones, y no corazón.

¡Tienes razón! Quizás intentaba advertirme.

Eragon inspiró profundamente, movió los hombros para relajar la tensión que sentía entre ellos y se recostó en la silla.

-Aparte del corazón de corazones de Saphira, y del de Glaedr, ¿hay algún eldunarí que Galbatorix no haya capturado?

Unas finas líneas se dibujaron en las comisuras de los labios de Oromis.

-No, que sepamos. Después de la caída de los Jinetes, Brom fue a la búsqueda de los eldunarís que Galbatorix hubiera pasado por alto, pero no tuvo éxito. Tampoco, durante todos los años en que he estado registrando Alagaësia entera con la mente, he detectado nada más que un susurro de pensamiento de un eldunarí. Los eldunarís fueron escrupulosamente contados cuando Galbatorix y Murtagh iniciaron el ataque contra nosotros, y ninguno de ellos desapareció sin ninguna explicación. Es inconcebible que una cantidad importante de eldunarís que pueda ayudarnos esté escondida en alguna parte, esperando a que la localicemos.

Aunque Eragon no había esperado una respuesta distinta, lo encontró descorazonador.

-Una última pregunta. Cuando un Jinete, o un dragón de Jinete, muere, el miembro de la pareja que sobrevive pronto se apaga o se suicida. Y los que no lo hacen, se vuelven locos a causa de la pérdida, ¿es así?

Así es -respondió Glaedr.

-¿ Qué sucedería, entonces, si un dragón transfiriera su conciencia a su corazón y luego su cuerpo muriera?

Glaedr cambió de postura y Eragon sintió el temblor de la tierra en la planta de los pies. El dragón dorado dijo:

Si un dragón experimenta la muerte de su cuerpo y, a pesar de ello, el Jinete sigue viviendo, juntos se conocen como un Indlvarn. La transición no es agradable para un dragón, pero muchos Jinetes y dragones se han adaptado con éxito a ese cambio y han continuado sirviendo a los Jinetes de manera distinguida. Pero si es el Jinete de un dragón quien muere, entonces muchas veces es el dragón mismo quien rompe su eldunarí, o busca a otro que lo rompa en su lugar si su cuerpo ya no existe, y así sigue a su Jinete al vacío. Pero no todos lo hacen. Algunos dragones han sido capaces de superar su pérdida, igual que lo han sido algunos Jinetes como Brom, y de continuar sirviendo a nuestra orden durante muchos años, tanto a través de su cuerpo como a través de su corazón de corazones.

Nos has dicho muchas cosas en las que tenemos que pensar, Oromielda -afirmó Saphira.

Eragon asintió con la cabeza, pero permaneció en silencio, ocupado en reflexionar sobre todo lo que se había dicho.