Perdura y Nod La Isla del Corazón Perdurable (también conocida como Perdura) es un imponente logro de la ingeniería humana. Y cuando digo humana, me refiero justo a lo que digo. Aunque se construyó usando tecnologías de las que yo era pionero, fueron manos humanas las que lo diseñaron y levantaron, sin intervención mía. Supongo que para la Guadaña era una cuestión de orgullo crear un lugar tan asombroso sin ayuda.
Como cabría esperar, es un monumento al ego colectivo de los segadores, lo que no tiene por qué ser malo. La arquitectura del ánima, las estructuras concebidas en el horno de las pasiones biológicas tienen un lado positivo: una audaz sensibilidad que es tan hermosa como impresionante, a la par que algo ofensiva.
La isla flotante, ubicada en el Atlántico, al sudeste del mar de los Sargazos, entre África y las Méricas, es más un navío enorme que una masa geográfica. Tiene estructura circular, de cuatro kilómetros de diámetro; está repleta de relucientes agujas, parques exuberantes y espectaculares diseños con agua. Desde arriba parece el símbolo de la Guadaña: el ojo siempre abierto entre largas hojas curvas.
No tengo cámaras en Perdura. Es adrede: una consecuencia necesaria de la Separación entre Guadaña y Estado. Aunque cuento con cámaras en forma de boya a lo largo del Atlántico, las más cercanas se encuentran a treinta kilómetros de la costa de la isla. Por lo tanto, lo único que de verdad sé sobre Perdura es lo que entra y lo que sale.
—El Nimbo