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En una escala del uno al diez

La alarma de Greyson se disparó antes de que saliera el sol. No la había configurado para eso. Desde su regreso a casa no tenía ningún motivo para levantarse temprano. No había nada urgente que hacer y, cuando despertaba, solía volver a meterse bajo las sábanas hasta que ya no podía justificarlo más.

Todavía no había empezado a buscar trabajo. Al fin y al cabo, trabajar era opcional. Cuidarían de él aunque no realizara ninguna contribución discernible a la sociedad; y en aquellos momentos lo único con lo que deseaba contribuir era con sus desechos corporales.

Apagó la alarma de un manotazo.

—¿Qué está pasando? —preguntó—. ¿Por qué me despiertas?

Tardó unos instantes de silencio en recordar que el Nimbo no iba a responder a la pregunta mientras fuera un indeseable. Así que se sentó y miró hacia la pantalla de al lado de la cama, donde un mensaje teñía de rojo el cuarto con su brillo airado.

«CITA CON AGENTE DE CONDICIONAL A LAS 8:00. SI NO COMPARECE, RECIBIRÁ CINCO DEMÉRITOS».

Greyson tenía una vaga idea de lo que eran los deméritos, aunque ni idea de cómo evaluarlos. ¿Acaso cinco deméritos añadirían cinco días más a su estatus de indeseable? ¿Cinco horas? ¿Cinco meses? No tenía ni idea. Quizá debiera apuntarse a una clase sobre indeseabilidad.

«¿Cómo se viste uno para ver a su agente de la condicional?», pensó. ¿Debía arreglarse o ir más informal? Aunque todo aquello le fastidiaba, se percató de que impresionar a aquel agente no le haría ningún mal, así que buscó una camisa y unos pantalones de vestir limpios, y se puso la misma corbata que usó para su cita en la Interfaz con la Autoridad de Fulcrum City, cuando pensaba que todavía tenía una vida. Paró a un publicoche (que de nuevo le advirtió sobre las consecuencias del vandalismo y el lenguaje ofensivo) y salió hacia la oficina local de la IA. Estaba decidido a llegar temprano y causar una buena impresión que quizá le librara de un par de días de su descenso de estatus.

El edificio de oficinas de la LA en Higher Nashville era mucho más pequeño que el de Fulcrum City. Sólo tenía cuatro plantas, y todas eran de ladrillo rojo, no de granito gris. Pero el interior se parecía mucho. Esta vez no lo llevaron a una cómoda sala de audiencias, sino directo a la Oficina de Asuntos Indeseables, donde se le indicó que cogiera número y esperara en un cuarto con docenas de indeseables que, a todas luces, no querían estar allí.

Al cabo de casi una hora apareció el número de Greyson, y este se acercó a una ventanilla en la que una agente del Cúmulo de bajo rango comprobó su identidad y le contó unas cuantas cosas, la mayoría de las cuales él ya sabía.

—Greyson Tolliver, expulsado de forma permanente de la Academia del Cúmulo y denigrado a estatus de indeseable durante un mínimo de cuatro meses por una violación extrema de la separación entre Guadaña y Estado.

—Ese soy yo —repuso Greyson. Al menos ahora sabía cuánto tiempo duraría aquello.

La agente levantó la mirada de la tablet y le ofreció una sonrisa tan falsa como la de un bot. Por un instante, el chico se preguntó si de verdad se trataría de un bot, pero entonces recordó que el Nimbo no tenía robots en sus oficinas. Se suponía que la LA era la interfaz humana con el Nimbo, al fin y al cabo.

—¿Cómo se encuentra? —le preguntó la agente.

—Bien, supongo —respondió, y le devolvió la sonrisa. Se preguntó si la suya se veía tan hipócrita como la de ella—. En fin, me fastidia que me hayan despertado tan temprano, pero una cita es una cita, ¿verdad?

Ella marcó algo en la tablet.

—Por favor, califique su estado de irritación en una escala del uno al diez.

—¿Lo dice en serio?

—No podemos proceder con la admisión hasta que responda a la pregunta.

—Pues… cinco. No, seis; la pregunta lo ha empeorado.

—¿Ha experimentado algún trato injusto desde que se le marcó como indeseable? ¿Alguien se ha negado a atenderlo o ha violado de algún modo sus derechos como ciudadano?

La forma en que citaba de memoria la pregunta le dio ganas de quitarle la tablet de un manotazo. Al menos podría haber fingido que le importaba su respuesta igual que fingía sonreír.

—La gente me mira como si acabara de matarle al gato.

Ella lo miró como si le hubiera dicho que había matado de verdad a varios gatos.

—Por desgracia no puedo hacer nada sobre la forma de mirarle de la gente. Pero si se han violado sus derechos es importante que lo sepa su agente de la condicional.

—Espere, ¿no es usted mi agente de la condicional?

Ella suspiró.

—Yo soy su agente de admisión. Se reunirá con su agente de la condicional cuando terminemos con la admisión.

—¿Tendré que volver a coger número?

—Sí.

—Entonces cambie mi nivel de irritación a nueve, por favor.

Ella le lanzó una miradita y lo apuntó en la tablet. Después se tomó un momento para procesar la información sobre él de la que disponía.

—Sus nanobots informan sobre una disminución de sus niveles de endorfina en los últimos días. Eso puede indicar el inicio de una depresión. ¿Desea un ajuste de estado de ánimo ahora o prefiere esperar a alcanzar el umbral?

—Esperaré.

—Puede que necesite acudir a su centro de bienestar local.

—Esperaré.

—Muy bien.

La mujer barrió la pantalla, cerró su ficha y le pidió que siguiera la línea azul del suelo, que lo condujo al pasillo y a otra habitación grande donde, como se le había prometido, tuvo que coger número.

Al final, después de una espera que se le hizo eterna, apareció su número y lo enviaron a una sala de audiencias que no tenía nada que ver con la agradable habitación en la que había estado la última vez. Al fin y al cabo, se trataba de una sala para recibir a indeseables. Las paredes eran de un color beis institucional, el suelo tenía unas feas baldosas verdes y la mesa (en la que no había nada) era de gris pizarra, con dos sillas duras a cada lado. La única decoración consistía en el desangelado cuadro de un barco de vela, muy apropiado para un cuarto como aquel.

Esperó otros quince minutos hasta que entró su agente.

—Buenos días, Greyson —lo saludó el agente Traxler.

Era la última persona que esperaba ver ese día.

—¿Usted? ¿Qué hace aquí? ¿No me ha arruinado la vida lo suficiente?

—No tengo ni remota idea de lo que me hablas.

Por supuesto. Negación creíble. No le había pedido a Greyson que hiciera nada. De hecho, le había explicado expresamente lo que no debía hacer.

—Mis disculpas por la espera. Si te sirve de algo, el Nimbo también nos hace esperar a los agentes antes de reunirnos con vosotros.

—¿Por qué?

—Es un misterio —respondió el agente, encogiéndose de hombros.

Se sentó frente a Greyson y examinó el desangelado barco de vela con el mismo asco que él; después, le explicó su presencia allí.

—Se me ha transferido desde Fulcrum City y me han degradado de agente de rango superior a agente de condicional en estas instalaciones regionales. Así que no eres el único que ha bajado de estatus en este asunto.

Greyson cruzó los brazos sin sentir ni un ápice de empatía por él.

—Confío en que te estés adaptando a tu nueva vida.

—En absoluto —respondió el chico sin más—. ¿Por qué me marcó el Nimbo?

—Creía que eras lo bastante listo para imaginártelo.

—Supongo que no.

Traxler arqueó las cejas y dejó escapar un lento suspiro con el que enfatizaba su decepción por la falta de perspicacia de Greyson.

—Como indeseable se te exige asistir a reuniones de condicional periódicamente. Estas reuniones nos permitirán comunicarnos sin despertar sospechas en quien te esté vigilando. Por supuesto, para que esto funcione, tenían que trasladarme aquí y nombrarme tu agente de la condicional.

¡Ah! ¡Así que existía un motivo para su estatus de indeseable! Formaba parte de un plan mayor. Creía que se sentiría mejor después de conocer el porqué, pero no.

—Lo siento por ti —dijo Traxler—. La indeseabilidad es una carga difícil para los que no la desean.

—¿Puede evaluar su lástima en una escala del uno al diez?

El agente Traxler dejó escapar una risita.

—El sentido del humor, por muy negro que sea, siempre es bueno. —Después fue al grano—: Entiendo que te has pasado casi todos los días con sus noches en casa. Como tu amigo y consejero, te sugiero que empieces a frecuentar lugares en los que conocer a otros indeseables y, quizá, hacer nuevas amistades que te faciliten estos meses.

—No quiero.

—Quizá sí que quieras —insistió el agente con amabilidad, casi con servilismo—. Quizá quieras encajar tanto que empieces a comportarte como un indeseable y a vestirte como un indeseable y a modificarte el cuerpo de algún modo indeseable para demostrar lo mucho que aceptas tu nuevo estatus.

Greyson guardó silencio un momento. Traxler esperó a que la sugerencia calara del todo.

—Y… ¿si aceptara mi estatus?

—Entonces estoy seguro de que aprenderás muchas cosas. Quizá cosas que no sepa ni siquiera el Nimbo. Tiene sus puntos ciegos, ya sabes. Pequeños, sin duda, pero existen.

—¿Me está pidiendo que sea un agente del Cúmulo encubierto?

—Claro que no —respondió Traxler, sonriente—. Los agentes del Cúmulo deben asistir cuatro años a la academia y hacer un año extra de aburrido trabajo de campo antes de que se les asigne una misión real. Pero tú eres un indeseable… —Le dio una palmadita en el hombro—. Un indeseable que resulta tener muy buenos contactos. —El agente se levantó—. Nos vemos dentro de una semana, Greyson.

Después se fue sin mirar atrás.

El chico estaba mareado. Estaba enfadado. Estaba emocionado. Se sintió usado y después bien empleado. No era lo que quería… ¿o sí? «Tú, Greyson, eres más especial de lo que imaginas», le había dicho el Nimbo. ¿Era aquel el plan del Nimbo desde el principio? Todavía tenía elección. Podía evitar meterse en líos, como había hecho toda la vida. Podía seguir con su existencia tal y como estaba.

… O podía bajar por aquella espiral descendente. Una espiral que era lo contrario de todo lo que creía ser.

La puerta se abrió y un agente anónimo le dijo:

—Perdona, pero ya se ha terminado la reunión y tienes que desocupar la sala de inmediato.

El instinto de Greyson le decía que se disculpara y saliera. Pero sabía cuál era el camino que debía seguir, así que se retrepó en la silla, sonrió al agente y respondió:

—Que te den.

El agente lo penalizó con un demérito y regresó con un guardia de seguridad para expulsarlo de allí.