Me fascina el concepto del ritual. Son esas cosas que hacen los humanos sin ningún propósito práctico, salvo obtener una gran sensación de continuidad y consuelo. Puede qué la Guadaña sermonee a los tonistas por sus practicas, pero sus propios rituales no son distintos.
Las tradiciones de los segadores están envueltas en pompa y ceremonia. Por ejemplo, la investidura de un nuevo verdugo mayor. Hay siete en el Consejo Mundial de Segadores (uno por cada continente) y, una vez nombrados, lo son de por vida. La única forma de dimitir es cribándose, aunque no es una mera criba personal, sino que todo su personal de segadores subordinados debe aceptar voluntariamente cribarse con ellos. Si alguno de los subordinados se niega, el verdugo mayor debe permanecer vivo y conservar su puesto. No es de extrañar, por tanto, que resulte muy poco habitual que un verdugo mayor logré el consenso de su personal para cribarse. Con un único individuo en rebeldía basta para evitarlo.
El asunto necesita de meses de preparación, y todo en absoluto secreto. El nuevo verdugo mayor debe estar presente porque, según la tradición, hay que quitarle el amuleto de diamante al verdugo muerto y colocarlo alrededor de los hombros del nuevo antes de que se enfríe.
Por supuesto, no he visto nunca el ritual. Pero abundan las historias al respecto.
—El Nimbo