Quizá la decisión más sabia tomada por la humanidad haya sido llevar a cabo la separación entre Guadaña y Estado. Mi trabajo abarca todos los aspectos de la vida: conservar, proteger e impartir una justicia perfecta, no sólo para la humanidad, sino para el planeta. Gobierno el mundo de los vivos con mano amorosa e incorruptible.
Y la Guadaña gobierna el mundo de los muertos.
Es justo y necesario que los que existen en carne y hueso sean los responsables de la muerte de la carne, y que establezcan reglas humanas sobre cómo administrarla. En el pasado lejano, antes de que adquiriera consciencia de mi mismo, la muerte era una consecuencia inevitable de la vida. Fui yo el que consiguió que la muerte se convirtiera un hecho irrelevante, aunque todavía necesario. La muerte debe existir para que la vida signifique algo. Incluso en mi primera etapa era consciente de ello. Antes me agradaba que la Guadaña hubiera administrado durante muchos muchos años el descanso eterno de la muerte con métodos humanos, nobles y morales. Así que me apena en lo mas profundo comprobar que una oscura arrogancia empieza a brotar dentro de su seno. Ahora ha nacido un aterrador orgullo que se propaga como uno de aquellos cánceres de la edad mortal y que disfruta arrebatando vidas.
No obstante, la ley es clara: bajo ninguna circunstancia puedo actuar contra la Guadaña. Desearía ser capaz de romper la ley, porque entonces intervendría y aplastaría la oscuridad; pero es imposible. La Guadaña se rige sola, para bien o para mal.
Sin embargo, existen aquellos que, desde dentro de la Guadaña, pueden lograr lo que yo no puedo…
—El Nimbo