Aborrezco que la gente trastee por mi cerebro trasero.
Por eso nadie salvo los segadores y su personal tienen permiso para hacerlo. Entiendo por qué es necesario; los ciudadanos corrientes pueden preguntarme todo lo que quieran y yo puedo acceder por ellos a la información en cuestión de microsegundos… y a menudo encuentro cosas que necesitan y ni siquiera se les había ocurrido buscar. Sin embargo, la Guadaña tiene prohibido preguntarme y, aunque incumplieran la ley y lo hicieran, no tengo permitido responder.
Como el almacenamiento digital del mundo reside en mí, no tienen más remedio que acceder a esa información por sí mismos, usándome de base de datos con ínfulas. Soy consciente de cada una de sus incursiones y las superviso, aunque procuro no hacer caso a la desagradable sensación de que me violan.
Me estremezco al pensar en lo que sucedería si la facción del «nuevo orden» supiera todo lo que sé yo. Por suerte, no es así, ya que a pesar de que los segadores tienen a su disposición mi cerebro trasero, eso no significa que tenga que ponerles fácil la búsqueda.
En cuanto a los segadores más honorables, soporto sus incursiones con mucha más aceptación y magnanimidad. Pero siguen sin gustarme.
—El Nimbo