DISPUTAS MÁS ALLÁ DE LA TUMBA
No sólo las desigualdades de la vida pompeyana dejaron su huella permanente en los cementerios existentes a las afueras de la población. Ocasionalmente los litigios y disputas de la ciudad de los vivos se prolongaron más allá de la tumba. En efecto, uno de los atisbos más vívidos de las crudas realidades de la sociedad antigua, una triste historia del nacimiento y la pérdida de una amistad, nos los ofrece un gran sepulcro situado fuera de la Puerta de Nuceria, cerca del monu- mento de Eumaquia. Se trata de la tumba de un liberto, Publio Vesonio Fílero, que la construyó con mucha antelación, estando todavía vivo, para sí mismo y para otras dos personas. Es un buen indicio de la fluidez de las relaciones y los afectos, fenómeno que sobrepasaba las jerarquías formales de la sociedad pompeyana. Pues Fílero construyó un sepulcro que debía acoger también los restos de su antigua ama, una mujer llamada Vesonia, y los de su «amigo», un liberto llamado Marco Orfelio Fausto. Sendas estatuas de tamaño natural de los tres individuos -aunque por desgracia faltan todas las cabezas- siguen viendo pasar a los viandantes desde una hornacina situada en el piso superior de la fachada.




FIGURA 113. La tumba de Publio Vesonio Fílero y sus amigos de otro tiempo. Las circunstancias siguen siendo un misterio, pero cuando ya habían encargado la tumba, los dos hombres perdieron las amistades y acabaron entablando un pleito (como especifica la lápida añadida en la fachada). Lo que pretendía ser un monumento a la amistad se convirtió en el vestigio bimilenario de una disputa.
Fílero hizo dos arreglos en el monumento cuando ya estaba acabado. Al final de su vida debió de ser nombrado augustal, y parece que estaba tan orgulloso de haber alcanzado esta dignidad que decidió añadir este detalle en la inscripción ya existente en la que figuraban los nombres de los tres. No quedaba demasiado espacio, de modo que la palabra Augustalis aparece escrita en letras más pequeñas. El otro arreglo consistió en añadir otra lápida explicando que luego había roto la relación con su antiguo amigo, Fausto. La inscripción dice así:
Detente, forastero, si no es mucha molestia, y aprende qué es lo que debes evitar. Este hombre, al que yo creía amigo mío, fue el que buscó los acusadores contra mí y me puso un pleito. Agradezco a los dioses y a mi inocencia haberme visto libre de este disgusto. Que ni los Lares ni los Manes acojan al hombre que mintió acerca de nuestros asuntos.
Las circunstancias siguen estando oscuras. Por ejemplo, ¿por qué añadir esta advertencia, en vez de eliminar simplemente el nombre del otro individuo de la primitiva lápida y deshacerse de su estatua? ¿Y podemos estar seguros de que el que la encargó fue Fílero? ¿No es acaso posible que la parte ofendida no fuera Fílero, sino Fausto, que añadió esta advertencia al monumento construido por su antiguo amigo? Pero sean cuales sean los detalles concretos, es una extraña historia de amistad entre dos pompeyanos corrientes y molientes, que acabó no sólo en recriminaciones mutuas, sino ante los tribunales.
Incluso los monumentos a los difuntos pueden arrojar una luz valiosísima sobre la vida de una ciudad romana.