¿FASCINADOS POR LOS ASTROS DE LA ESCENA?

Pompeya era una ciudad teatral. En 79 d. C. tenía dos teatros permanentes de piedra, los dos necesitados, aunque en distinto grado, de reparaciones. Uno se remontaba al siglo II a. C., pero había sido restaurado y ampliado por Marco Holconio Rufo para dar cabida a cerca de cinco mil espectadores (fig. 87). Partes del escenario permanente de ladrillo siguen siendo visibles, así como los accesorios del telón (en Roma el telón no caía, como en los teatros modernos, sino que era levantado desde el suelo). El otro teatro, situado directamente al lado de éste, era más pequeño y suele denominarse Teatro Cubierto. Su aforo era de unas dos mil personas y había sido erigido durante los primeros años de la colonia romana por los mismos hombres que construyeron el Anfiteatro (fig. 69). En la época en la que se construyó el primer teatro de piedra en Roma, en la década de 50 a. C., financiado con los despojos de las guerras de Pompeyo Magno en Oriente, la pequeña ciudad de Pompeya tenía ya dos teatros desde hacía casi dos décadas.

Es más, cuando recorremos las casas más ricas de la ciudad o las galerías de pinturas y mosaicos actualmente conservados en el Museo de Nápoles, nos encontramos una y otra vez ante imágenes de escenarios, dramas y representaciones teatrales. La Casa del Menandro debe su nombre, como hemos visto, al retrato de este célebre comediógrafo griego del siglo IV a. C. que ocupa el nicho central del peristilo, directamente enfrente de la entrada principal de la casa (fig. 44). Menandro aparece sentado con un rollo de papiro en la mano; su nombre está claramente escrito debajo de la silla y en el propio volumen. Enfrente había otra figura similar, en la actualidad apenas visible, que casi con toda seguridad representaba a otro autor dramático. Podría tratarse de Eurípides.

FIGURA 87. Vista del escenario del Teatro Grande… y de los espaciosos asientos reservados a la élite en las primeras filas. El escenario de madera que vemos en esta fotografía fue instalado para la realización de un espectáculo moderno.

Un buen complemento a la efigie de Menandro es la pareja de mosaicos de la Villa de Cicerón, situada extramuros a poca distancia de la ciudad. Hechos con teselas exquisitamente pequeñas, llevan la «firma» del artista que los elaboró: Dioscúrides de Samos. Uno muestra a tres mujeres bebiendo sentadas alrededor de una mesa, y el otro a un grupo de músicos tocando la pandereta, los címbalos y la flauta (lámina 1). Todos los personajes llevan máscaras teatrales (una de las mujeres es una impresionante «vieja bruja»), lo cual demuestra que son escenas no de la vida real, sino de obras dramáticas. Pero ¿de cuáles? Un afortunado hallazgo de mosaicos similares en la isla griega de Lesbos, esta vez provistos afortunadamente de títulos, deja casi perfectamente claro que pretendían representar escenas de dos comedias de Menandro: las mujeres fueron tomadas de la obra El almuerzo de las mujeres, y los músicos probablemente pertenezcan a La poseída por los dioses (obra en la que se utiliza la música para probar si una chica que asegura estar poseída por los dioses lo está realmente). Por otro lado, se ha identificado una escena de una tragedia de Eurípides, Heracles niño, en una pintura de la Casa de Casca Longo. Una vez más, los personajes aparecen portando máscaras, y el mural hace juego con una escena tomada de una comedia no identificada en la que aparece un esclavo asombrosamente barrigón echando una perorata delante de una pareja joven.

También se muestra interés por lo que pasa entre bambalinas. El mosaico que ocupaba el centro del tablinum de la Casa del Poeta Trágico mostraba a unos actores a punto de salir a escena (lámina 17). La función para la que estaban preparándose no era ni una tragedia tradicional ni una comedia, sino un «drama satírico», una especie de pieza burlesca que en el teatro de la Atenas del siglo V a. C. seguía a la representación de una trilogía de tragedias, ofreciendo al público con su argumento ligero el necesario alivio. En esta escena la pareja de la izquierda lleva el característico disfraz de macho cabrío que llevaba el coro en este tipo de espectáculos. (El coro estaba formado por sátiros, mitad hombres, mitad machos cabríos.) El resto de los integrantes de la compañía no están todavía listos del todo. El actor del fondo aún se está poniendo el traje (otro disfraz de macho cabrío), el flautista ensaya su melodía, mientras que el director, en el centro, da las últimas instrucciones a su compañía. A sus pies, y sobre la mesa situada en segundo plano, hay unas máscaras que aguardan a ser utilizadas, aunque sirven también como señal para el espectador de la naturaleza teatral de la escena. En efecto, en todo el repertorio de la decoración doméstica pompeyana las máscaras como éstas constituyen uno de los elementos más frecuentes, colgadas de esas fantásticas extravagancias arquitectónicas pintadas o flotando en medio de las paredes. Es casi como si el teatro proporcionara un modelo del espectáculo que es en sí la pintura mural pompeyana. La pintura convertía la casa en un teatro.

La gran cuestión consiste en saber cómo relacionamos estas pinturas y mosaicos con los restos que se nos han conservado de los propios teatros. En otras ocasiones hemos visto que la decoración de la casa o de la taberna podía reflejar, de manera idealizada o humorística, las actividades de sus habitantes y de los espectadores de las pinturas, ya estuvieran bebiendo, cenando, o jugando.

¿Sugieren acaso estas escenas de los clásicos del teatro griego plasmadas en los pavimentos y en las paredes de las casas de Pompeya que los teatros de la ciudad eran los centros en los que se reponían este tipo de obras? Cuando los duoviri patrocinaban representaciones dramáticas como parte de los actos de munificencia para la ciudad que se exigían de ellos, ¿decidían organizar reposiciones de sus obras antiguas favoritas, destinadas más bien a un público selecto, como las de Menandro y Eurípides, en griego o en traducción latina?

Unos pocos especialistas modernos han pensado que así era. Pero la respuesta más sencilla es que tenemos poca información directa y de peso acerca de las obras que se representaba en cualquiera de los dos teatros, y tampoco sabemos con cuánta frecuencia había función en ellos. A diferencia de los combates de gladiadores, de los cuales poseemos casi el equivalente antiguo de nuestros programas, en los teatros no se conservan carteleras ni anuncios pintados de los espectáculos. A la mayoría de los historiadores no les ha convencido la idea de que el drama griego apareciera con frecuencia en escena en los teatros de Pompeya. Al fin y al cabo, no hay ningún ejemplo de este tipo entre las citas literarias garabateadas en las paredes de la ciudad (de hecho, entre ellas no aparece ni una sola cita reconocible de ninguna obra dramática, excepto un solo verso de una tragedia de Séneca). Y muchas de las pinturas y mosaicos que representan dramas clásicos se basaban indudablemente en obras famosas del arte griego y tenían por objeto reflejar de una manera más general y simbólica el mundo cultural de la antigua Grecia y sus símbolos. No eran una referencia directa a las representaciones ejecutadas en la ciudad.

Los candidatos favoritos a aparecer en los escenarios de Pompeya habrían sido habitualmente diversos géneros de origen itálico. A menudo se ha hablado de la «atelana», un tipo de farsa de la que sólo se conservan unos pocos fragmentos, pero que se supone que originalmente habría sido invención de los oscos. Actuaban en ella personajes de repertorio como Manduco, el glotón, o Bucón, el jactancioso, y podrían compararse con las Moralidades de la Edad Media. Dentro de este mismo marco están también otros tipos de comedia latina, como los conservados en las obras de Plauto y Terencio, e incluso espectáculos que no son dramáticos en el sentido que damos hoy día a este término. Según cierta tesis, el Teatro Cubierto no estaba destinado ni mucho menos a las representaciones dramáticas, sino que fue construido como sede de la asamblea de los primeros colonos.

representaciones dramáticas, sino que fue construido como sede de la asamblea de los primeros colonos.

representaciones dramáticas, sino que fue construido como sede de la asamblea de los primeros colonos.

FIGURA 88. ¿Actor y benefactor? Aunque pertenecía a una profesión «vergonzosa» (véase p. 331), vemos aquí uno de los dos retratos de bronce con los que se honró públicamente en Pompeya al actor de mimo Gayo Norbano Sórice. Se conoce otro retrato del mismo personaje encontrado en Nemi, cerca de Roma.

Todas estas teorías son perfectamente posibles, pero nada más que eso. Cierta minuciosa labor detectivesca, sin embargo, nos per-mite acercarnos un poco más a los materiales de los que se nutrían principalmente los escenarios de Pompeya. Sólo en tiempos recientes los estudiosos han prestado atención a dos géneros teatrales, una vez más perdidos en gran medida, que fueron popularísimos, lo mismo entre los emperadores que entre los pobres, en toda Italia durante más o menos los últimos cien años de vida Pompeya. Se trata del mimo y la pantomima. El mimo adoptaba múltiples formas, y se representaba como espectáculo callejero, en las casas particulares, como entremés o breve intervalo en los teatros, y como espectáculo principal. Comedia de carácter escabroso, con obras como La boda, El batanero o Las tejedoras (quizá, según la teoría propuesta por un estudioso moderno, el equivalente antiguo de un título como, por ejemplo, Las masajistas suecas), era interpretada por actores de ambos sexos que, cosa harto insólita, no utilizaban máscaras. A veces improvisaban siguiendo las líneas de una trama inventada por el «archimimo», y a veces se atenían a un guión. A pesar de su nombre y de lo que nosotros podamos entender por «mimo», no era un espectáculo mudo, sino una mezcla de palabras, música y danza.

La pantomima era un género totalmente distinto, generalmente de carácter más trágico que cómico, y desde luego no debe confundirse con los espectáculos modernos a los que damos ese nombre. La pantomima antigua es más el antepasado del ballet moderno que el de nuestra «pantomima». Se dice que fue introducida en Roma en el siglo I a. C., y constaba de un intérprete estrella que hacía una demostración virtuosística de sus dotes como bailarín y como mimo (en el sentido que damos actualmente a este término) con arreglo a un libreto cantado por los demás miembros de la compañía, tanto hombres como mujeres. Estos intérpretes formaba un «grupo de apoyo» vocal, junto con otros artistas que ponían la música. El scabellum o grandes castañuelas de pie, constituía un elemento característico y ruidoso del espectáculo. La estrella interpretaba todos los papeles de la trama, de ahí su nombre, «panto-mimo», o sea «el que lo mima todo». Para ello cambiaba de máscara (que llevaba la boca cerrada, en vez de abierta, según la convención del teatro antiguo), indicando así los distintos papeles que iba adoptando. Se representaban temas de todo tipo, sacados del repertorio de la tragedia griega clásica, por ejemplo Las Bacantes de Eurípides o el mito de Ifigenia. Los historiadores suponen hoy día que la pantomima era algo más que teatro degenerado. Probablemente fuera una de las principales vías a través de las cuales la población general del mundo romano adquirió su conocimiento del mito y la literatura griega.

Hay claros signos de que el mimo y sobre todo la pantomima constituían las principales atracciones de Pompeya, tanto en el teatro como en otros escenarios. Un retrato erigido en el Templo de Isis conmemora a un hombre llamado Gayo Norbano Sórice, «actor de papeles secundarios». En el Edificio de Eumaquia, en el Foro, había otra estatua del mismo personaje (se conserva el plinto con la inscripción, no el retrato propiamente dicho), y había otra en el santuario de Diana en Nemi, a las afueras de Roma, en la que era llamado «mimo de papeles secundarios». Presumiblemente pertenecía a una compañía ambulante de mimos, que trabajaba en distintas ciudades del centro y del sur de Italia. Aunque no era el principal intérprete de la compañía, algo hizo en Pompeya (tal vez contribuyera a la restauración del Templo de Isis tras el terremoto) que lo hizo merecedor de dos bustos de bronce. El hecho de que, en su calidad de actor, fuera legalmente infamis («indigno») parece que no supuso ningún obstáculo para la conmemoración pública «en terreno concedido por decisión del consejo municipal» en el centro de Pompeya.

Ya hemos visto unos cuantos indicios de la representación de pantomimas en la ciudad. Según dice

textualmente su lápida funeraria, los espectáculos donados por Aulo Clodio Flaco durante los juegos en honor de Apolo (p. 278) contaron con la actuación de «pantomimos, incluido Pílades». Así se llamaba el pantomimo favorito de Augusto, que llegó a actuar en algunos banquetes privados del emperador. Es posible que ese artista eximio fuera llevado a Pompeya por la generosidad de Flaco o tal vez se trate de una estrella de época posterior que habría adoptado un nombre escénico famoso, práctica habitual, aunque confusa para nosotros, entre los actores antiguos. Otra inscripción funeraria, el epitafio de Décimo Lucrecio Valente (véase p. 221), nos ofrece una alusión de pasada a la estridente música de la pantomima. Pues, si mi traducción es correcta, los «taconeadores» o «tocadores de castañuelas de pie» (scabiliari) eran uno de los colegios que habían honrado al difunto con estatuas.

El entusiasmo de los pompeyanos por la pantomima puede detectarse en un puñado de grafitos mal conservados, difíciles de interpretar, pero sumamente intrigantes. Parece que aluden a diferentes miembros de una compañía de pantomimos dirigida por un tal Accio Aniceto, al que encontramos también en la vecina Púzol (Puteoli) con el nombre de «Gayo Umidio Accio Aniceto, el pantomimo». «Accio, astro de la escena», dice un posible mensaje de uno de sus admiradores, garabateado en una tumba extramuros de la ciudad. «¡Va por Accio! ¡Vuelve pronto con los tuyos!», dice otra. Y puede que los que ocasionalmente se denominan «anicetianos» sean los admiradores de Aniceto, y no los demás miembros de su compañía. En cualquier caso, podemos seguir la pista a algunos de esos partidarios del artista en otros grafitos de Pompeya. En los baños privados de una gran mansión alguien escribió las palabras: histrionica Actica, es decir «la actriz de Accio»; quizá fueran obra de algún admirador de una artista de la compañía, cuyo nombre exacto no conocía. En otro lugar un indivi duo llamado Castrense aparece en algunos grafitos junto con Accio Aniceto suficientes veces como para que pensemos que se trata de otro actor de su compañía. Y lo mismo ocurre con un tal «Horo»: «¡Va por Aniceto! ¡Va por Horo!», como dice un grafito. Parece que estamos ante un grupo bastante popular de quizá siete u ocho artistas en total.

FIGURA 89. Este mural de una casa particular de Pompeya quizá evoque un espectáculo de pantomima. Los diversos personajes son representados ante una fachada similar a la que mostraba el escenario del Teatro Grande.

Teniendo in mente la popularidad de la pantomima, podemos volver ahora a las pinturas de las paredes de las casas de Pompeya. Pues perdidas entre esas evocaciones del lejano mundo del teatro griego clásico hay una o dos que tal vez recojan de hecho el repertorio habitual de los escenarios de Pompeya. Una candidata verosímil es una pomposa imagen de un escenario, actualmente tan descolorida que apenas puede reconocerse su contenido. Pero en los dibujos realizados en otro tiempo vemos algo que se parece mucho al elaborado telón de fondo arquitectónico del escenario que aún podemos ver en el Teatro Grande de Pompeya, con su gran puerta central (fig. 89). Una teoría muy perspicaz dice que esta imagen en particular refleja una pantomima sobre el tema del mito de Marsias, que recogió la flauta arrojada por la diosa Minerva y desafió a Apolo a un certamen musical. De ser así, veríamos en las principales puertas del escenario, de izquierda a derecha, a Minerva, Apolo y Marsias, tal como serían sucesivamente interpretados por el astro de la danza. El coro, mientras tanto, asoma apenas en segundo plano.

Tal vez eso sea lo más cerca del teatro de Pompeya que podemos llegar.