UNA CIUDAD DE SORPRESAS

Pompeya está llena de sorpresas. Hace que hasta los especialistas más severos y bien informados se replanteen sus ideas acerca de la vida en la Italia romana. Una gran vasija de barro con un letrero pintado anunciando su contenido y especificando que se trata de «Garum kosher» nos recuerda que a individuos como Umbricio Escauro podía ocurrírseles la idea de introducir sus productos incluso en el nicho comercial formado por la comunidad judía local (garantizando que no había moluscos entre los ingredientes actualmente irreconocibles de aquel preparado fermentado). Una maravillosa estatuilla de marfil de la diosa india Lakshmi, hallada en 1938 en una casa que actualmente lleva su nombre, la «Casa de la Estatuilla India», nos induce a pensar una vez más en los contactos de Roma con el Lejano Oriente (fig. 11). ¿Llegó a través de algún mercader pompeyano, como recuerdo de sus viajes? ¿O quizá a través de la comunidad de mercaderes nabateos (originarios de la actual Jordania) que vivían en la vecina Púzol (Puteoli)? Casi igualmente inesperado fue el reciente hallazgo de un esqueleto de mono cuyos huesos diseminados en los almacenes del yacimiento pasaron desapercibidos a los primeros excavadores. Quizá se tratara de una mascota un tanto exótica, o más probablemente fuera un animal amaestrado de algún teatro o circo callejero, destinado a entretener al público.

Es una ciudad de lo inesperado, que nos resulta muy familiar y muy extraña a un tiempo. Una ciudad de provincias de Italia, cuyos horizontes no iban más allá del Vesubio, pero que pertenecía también a un imperio que se extendía desde España hasta Siria, con toda la diversidad cultural y religiosa que suelen comportar los imperios. Las famosas palabras «Sodoma» y «Gomorra» escritas con grandes caracteres en las paredes del comedor de una casa relativamente mo- desta de la Via dell'Abbondanza (suponiendo que no sean la macabra observación de un saqueador de época posterior) nos proporcionan algo más que un comentario -o chiste- testimonial acerca de la moralidad de la vida social de Pompeya. Nos recuerdan que era un lugar en el que las palabras del libro del Génesis («E hizo Yavé llover sobre Sodoma y Gomorra azufre y fuego de Yavé, desde el cielo») y las obras de Virgilio debían de sonar en los oídos de al menos algunos de sus habitantes.

Esta comunidad provinciana con una ciudadanía -dejando fuera de la ecuación a mujeres, niños y esclavos- de unos cuantos millares de hombres, no mayor que una aldea o que el alumnado de una universidad pequeña, ha tenido, sin embargo, un impacto sobre el relato al uso de la historia de Roma más poderoso de lo que solemos imaginar. Y eso es lo que veremos en el capítulo 1.

FIGURA 11. Esta estatuilla de marfil de la diosa india Lakshmi nos ofrece un atisbo de los amplios lazos multiculturales que tenía Pompeya. Diosa de la fertilidad y la belleza, Lakshmi aparece representada casi desnuda, portando sólo sus costosas joyas.