7

Los placeres del cuerpo: la comida, la bebida, el sexo y las termas

¿LIRONES DE ENTREMÉS?

Un curioso objeto de cerámica descubierto a mediados de los años cincuenta en una casa pequeña no lejos del Anfiteatro de Pompeya, fue identificado casi de inmediato como una «lironera» (fig. 75). La idea es que el lirón vivía dentro, subiendo y bajando por los salientes en forma de espiral moldeados en al interior del recipiente (el equivalente romano a una rueda para hámsteres). Había un par de comederos que podían rellenarse desde el exterior, y una serie de agujeritos permitía la entrada de aire y de un poco de luz. En la parte superior se colocaba una tapa para que el animal no se escapara y, tal vez, con el fin de que confundiera su reloj biológico con la constante penumbra de modo que no se pusiera a hibernar, aunque por la misma razón habría cabido esperar que la oscuridad lo indujera precisamente al letargo.

Por inverosímil que parezca esta reconstrucción, la extraña vasija encaja de hecho casi exactamente con la descripción que nos ofrece un escritor del siglo I a. C., autor de un manual de agricultura: «Los lirones», dice, «son cebados en orzas que muchos tienen incluso en sus casas y que los alfareros fabrican con una forma especial, pues hacen carriles en los lados y un hueco para poner la comida. En dicha orza meten bellotas, nueces o castañas y con ellas, una vez puesta la tapa, los lirones van engordando en la oscuridad». Se han encontrado varios ejemplares en Pompeya y en sus alrededores. No cabe, por tanto, duda alguna de que un lirón bien cebadito podía ser todo un manjar de la cocina romana. El único libro de recetas de cocina romana que se conserva -una compilación del siglo IV o V d. C., atribuida a un célebre gastrónomo llamado Apicio, que vivió varios siglos antes y que casi con toda seguridad no tiene nada que ver con el recetario en cuestión- incluye una de lirones rellenos («Rellena los lirones con un picadillo de cerdo y con la carne de un lirón entero majada con pimienta, nueces, silphium [tal vez una variedad de hinojo] y salsa de pescado»). Yen el extravagante banquete de Trimalción, que constituye la parte más importante del Satiricón, la novela de Petronio, uno de los entremeses era «lirones salpicados con miel y semillas de amapola».

FIGURA 75. Una «lironera» pompeyana. De vez en cuando los romanos comían realmente lirones, como vemos que hacen en las películas. El animalito era metido en esta pequeña vasija de terracota (de unos 20 cm de altura), provista de tapa, para engordarlo antes de consumirlo. Los salientes en forma de espiral moldeados en el interior del recipiente hacían las veces de pista para que los pobres animales hicieran ejercicio.

Pero estas pobres criaturitas desempeñaban en la cocina romana un papel más insignificante que el que representan en las fantasías modernas acerca de los lujos y los excesos de los hábitos alimentarios de los romanos, que constituyen uno de los aspectos más célebres y mitificados de la vida de Roma. El dispendioso banquete en el que hombres y mujeres yacen juntos recostados en los lechos en diferentes grados de desnudez, comiendo uvas servidas por auténticos ejércitos de esclavos o picando lirones rellenos rociados de garum en grandes bandejas de plata, es una imagen bien conocida por las películas de romanos y los documentales televisivos. Y los aspectos más estrafalarios de la cocina romana suelen imitarse en las fiestas de estudiantes vestidos de toga y, a veces, en algunos atrevidos restaurantes modernos, casi todos de corta vida (en los que algún descolorido preparado a base de anchoa hace las veces de la verdadera salsa de pescado romana, y se ofrecen ratones de azúcar en vez de lirones de verdad).

El presente capítulo pretende explorar los diversos placeres pompeyanos, desde la comida y la bebida hasta el sexo y los baños. Descubriremos (como nos ha demostrado la vasija para guardar lirones) que la moderna imagen popular de las diversiones romanas no andan del todo descaminadas. Pero en todos los casos, resulta que la imagen es más complicada e interesante de lo que implican los estereotipos de hedonismo, exceso y lascivia.