Cambio de planes

Tal como se relataba al principio del capítulo, el viaje que debía llevar a Kovner y los cuatro miembros de la Haganá desde Alejandría a Toulon atravesando el Mediterráneo transcurrió con total normalidad. Los cinco hombres, vistiendo el uniforme británico y mezclados entre los miles de soldados que regresaban a Europa tras pasar un período de permiso en tierras egipcias, no despertaron ninguna sospecha. Disponían de documentación falsa y habían recibido un entrenamiento militar básico para poder pasar completamente desapercibidos.

Sin embargo, cerca del puerto de Toulon, inesperadamente el buque se detuvo. Para consternación del grupo de Kovner, por los altavoces del barco se pidió a cuatro de ellos, incluyendo al lituano, que se presentasen de inmediato en la oficina del capitán del barco. Los miembros del grupo se quedaron de piedra; no había duda de que habían sido descubiertos. Kovner decidió entregarse, puesto que la huida desde el barco era imposible. Antes de acudir a la llamada, el lituano entregó la bolsa que contenía las latas con el veneno al único de ellos que no había sido llamado a presencia del capitán. Más tarde, temiendo que el barco fuera registrado, el miembro de la Haganá depositario del veneno decidió a su vez deshacerse de las latas, arrojándolas al mar.

Al bajar al muelle, Kovner y los otros tres hombres fueron detenidos por la policía militar británica. Se desconoce cómo fueron descubiertos, pero todo apunta a que fueron traicionados por algún confidente de los británicos en la Haganá, aunque no hay que descartar que fueran las propias autoridades sionistas las que los hubieran delatado a los británicos, al considerar que el atentado podía representar un obstáculo en la consecución de sus objetivo de ver nacer el Estado de Israel.

Kovner fue enviado a una prisión británica en Alejandría. Desde su celda, logró hacer llegar un mensaje a sus camaradas de París, informándoles del fracaso del plan. Joseph Harmatz, otro lituano, asumió el mando de los Vengadores. Poco después, un soldado de la Brigada Judía que Kovner había conocido durante el viaje y a quien le había confiado su propósito llegó a París y les explicó en detalle lo que había ocurrido. Los Nokim quedaron desolados; para seguir adelante con el plan A era necesario hacerse de nuevo con ese veneno altamente concentrado, por lo que alguien debía viajar otra vez a Palestina, lo cual iba a suponer un importante retraso en la ejecución del plan.

Los abatidos hombres de Harmatz sintieron que, si esperaban más tiempo, la oportunidad de esa venganza a gran escala habría pasado. Las condiciones en Alemania estaban cambiando; había cada vez más soldados aliados en territorio germano debido a la tensión provocada por la incipiente Guerra Fría y, por otro lado, judíos liberados de los campos de concentración estaban regresando a sus ciudades de origen en territorio alemán, intentando reconstruir su vida anterior. El proyecto de acabar con la vida de seis millones de civiles alemanes tenía cada vez menos sentido. La constatación de que el tiempo de esa venganza indiscriminada había pasado causó una crisis muy fuerte en el seno de los Nokim, pero de todos modos estaban decididos a castigar a quienes habían causado tanto dolor a su pueblo.

Los Vengadores decidieron entonces poner en práctica el plan B, aunque repararon que, igualmente, seguían sin contar con el veneno necesario para ejecutar esa operación. Mientras trataban de obtenerlo, localizaron sus dos objetivos: el campo de concentración de Dachau, cercano a Múnich, y uno más pequeño próximo a Núremberg, el Stalag 13, que había sido utilizado por los alemanes como campo de prisioneros durante la guerra.

El recinto de Dachau, que había sido el primer campo de concentración creado por los nazis, era ahora utilizado por el Ejército norteamericano para retener a treinta mil oficiales de las SS. Dos miembros del Nakam, de nacionalidad polaca, lograron entrar a formar parte del personal civil del campo para anotar las rutinas de la alimentación de los prisioneros. Allí pudieron saber que toda la comida era elaborada en el propio campo, excepto el pan, que procedía del exterior.

El campo de Núremberg, por su parte, acogía a quince mil internos de los que la mayoría habían sido miembros de las odiadas SS. Al igual que se había hecho en Dachau, los Nokim lograron introducir a dos miembros del grupo entre el personal civil del campo, que estaba también vigilado por los norteamericanos. Una vez dentro, comprobaron que, al igual que en Dachau, toda la comida era elaborada en el propio campo a excepción del pan, que era traído de fuera. Los Nokim averiguaron la fábrica que se encargaba de elaborar el pan, y uno de ellos, Leipke Distel, se dirigió a la oficina de empleo de Núremberg para pedir trabajo de panadero, asegurando que le interesaba esa en concreto, al estar situada muy cerca de su casa. El vengador obtuvo el empleo y entró a trabajar en esa fábrica sin despertar sospechas.

Para conseguir el veneno, los Vengadores recurrieron a un químico también hebreo que residía en Milán, al que proporcionaron documentación falsa para que se trasladara a París. En la capital gala, el químico elaboró una solución con dos kilos de arsénico que debía ser suficiente para envenenar la comida destinada a los prisioneros.

Todo parecía que estaba saliendo bien, pero unos días antes de la fecha señalada para llevar a cabo la operación, prevista para el 13 de abril de 1946, Domingo de Pascua, los miembros del grupo que habían conseguido infiltrarse en el campo de Dachau fueron descubiertos por los norteamericanos. Pese a la decepción, los Nokim decidieron seguir adelante con el plan en el campo de Núremberg.

Al verse reducido el alcance de la misión a la mitad, surgió entonces la idea de acompañar la acción con un asalto a la sala de juicios de Núremberg en la que se estaban procesando a los principales jerarcas del régimen nazi y disparar contra ellos, pero fue descartada debido a las grandes medidas de seguridad que existían en torno al edificio.

El hecho de que las propuestas de actuación tuvieran siempre como escenario Núremberg se debía a que esta ciudad ejercía una atracción especial sobre los Vengadores para ejecutar su venganza. Del mismo modo que esta ciudad había sido escogida por los aliados por su simbolismo, al ser el lugar elegido por los nazis para celebrar su congreso anual, los judíos también querían golpear a Núremberg por haber sido el principal foco de antisemitismo en Alemania. Allí se había publicado el diario violentamente antisemita Der Stürmer, encargado de atizar el odio contra los judíos en todo el país.

Operaciones secretas de la Segunda Guerra Mundial
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