El robo del plano
En el espionaje la suerte desempeña un papel no desdeñable y fueron una serie de coincidencias las que condujeron a Hollard al secreto mejor guardado de Hitler. Uno de sus colaboradores habituales, que proporcionaba información del aeródromo en el que trabajaba, persuadió a otro amigo, llamado André, a ofrecerse a trabajar en uno de los lugares donde se estaban levantando las extrañas construcciones: Bois Carré. Una semana después de ocupar su nuevo puesto en las oficinas, André hizo llegar a Hollard bocetos de los planos que habían pasado por sus manos. Este pidió entonces a André que obtuviese un calco del plano maestro.
En Bois Carré, el alemán encargado de los trabajos guardaba el plano maestro en un bolsillo interior de su capote, el cual llevaba puesto incluso dentro de la oficina. La única vez que se lo quitaba era puntualmente a las nueve de la mañana para ir al lavabo. Durante varios días, André observó el tiempo que duraban las ausencias matinales del alemán, que duraban entre tres y cinco minutos. Teniendo esto en cuenta, un día, cuando el alemán se quitó el capote, André entró furtivamente en su despacho, sacó el plano maestro del bolsillo de su capote y lo calcó rápidamente. Cuando apenas cinco minutos después el alemán regresó a su despacho, el plano ya se encontraba en el bolsillo de su capote.
André tenía ya en su poder esa valiosísima información, pero no podía ausentarse del campo para poder hacérsela llegar a Hollard. Ante la importancia del documento, y la necesidad de entregársela a Hollard lo más pronto posible, al día siguiente André se decidió a ingerir un brebaje que el propio Hollard le había proporcionado, y que provocaba los síntomas de una afección digestiva aguda. Así, André acudió al médico alemán del campo quejándose de fuertes dolores de estómago. El doctor restó importancia a esa indisposición y le conminó a reincorporarse al trabajo, pero cuando André, completamente pálido, comenzó a toser y vomitar, le firmó un pase para que pudiera ir a París a consultar a su médico.
Una vez en París, André y Hollard empezaron a comparar el calco del plano maestro con los otros esquemas y bocetos que el Réseau Agir había conseguido. Después confrontaron sus dibujos con observaciones hechas sobre el terreno. Fue una tarea enormemente laboriosa, pero finalmente llegaron a colocar en su sitio todas las piezas del rompecabezas, confeccionando un estudio completo y detallado de esas enigmáticas construcciones que los alemanes ponían tanto empeño en que permanecieran secretas.