Entierro con honores militares
De todos los comandos que participaron en la operación, tan sólo pudieron escapar con vida Laycock y Terry, que lograron contactar con las líneas británicas en Cirene tras un viaje a pie de treinta y siete días, y un soldado, que llegó tres días después. El resto estaban muertos o en un campo de prisioneros. Como es de imaginar, las condiciones en las que aquellos tres hombres cubrieron el trayecto, en su mayor parte por terreno desértico y bajo la amenaza perenne de ser descubiertos por el enemigo, fueron muy duras; a veces tuvieron que alimentarse únicamente de bayas silvestres aunque, afortunadamente, nunca carecieron de agua, gracias a que había llovido bastante en la región. Cuando Laycock y Terry alcanzaron a las fuerzas inglesas, casualmente el día de Navidad, lo primero que hicieron fue comerse cada uno un bote entero de mermelada.
Paradójicamente, Rommel ordenó que el cuerpo de Keyes recibiese sepultura en un cementerio militar de Bengasi con todos los honores, a pesar de que el militar británico había llegado hasta allí para matarle. Por su parte, el capitán Campbell fue atendido por los alemanes de sus graves heridas en la pierna en un pequeño hospital de Beda Littoria. Aunque los alemanes hicieron todo lo posible para salvar su pierna, al final esta le sería amputada en el campo de prisioneros en Italia al que fue trasladado.
Durante su estancia en el hospital de Beda Littoria, el capitán Campbell explicó al médico germano que trataba de curar su pierna que la misión que les había llevado hasta allí era la de capturar o matar a Rommel. El doctor, sorprendido por la información deficiente de que disponían los británicos, le dijo, para gran sorpresa de Campbell, que Rommel no había habitado nunca la casa atacada; la Prefettura era el cuartel general de los servicios de intendencia.
En realidad, por entonces Rommel vivía en una residencia secreta en la aldea de Susah, junto a las ruinas griegas de Apolonia. El Zorro del Desierto dormía allí acompañado sólo de un ayudante militar, el oficial Alex Ulrich, y de su asistente personal libio, Issa Kraim Budawa. Precisamente para impedir que los espías británicos pudieran saber que el general residía allí, Rommel iba siempre vestido de civil, y los oficiales alemanes solían decir que se trataba de un periodista, un maestro o un asesor militar. De hecho, el asistente libio no se dio cuenta de su auténtica identidad hasta que llevó seis meses a su servicio.
De todos modos, aunque los británicos hubieran sabido que Rommel dormía en Susah, el día en que Keyes y sus hombres irrumpieron en la Prefettura de Beda Littoria el Zorro del Desierto se encontraba muy lejos de allí: en Roma. Rommel se había desplazado a la capital italiana para planificar el futuro asalto a Tobruk, una operación en la que era fundamental contar con los suministros que debían de llegar de Italia, especialmente el combustible. Además, en la Ciudad Eterna se quedó veinticuatro horas más de lo previsto, ya que su esposa fue a reunirse allí con él para festejar el cumpleaños de este. Rommel regresó el 18 de noviembre por la tarde, acudiendo al cuartel general de Beda Littoria para interesarse por las víctimas y comprobar los destrozos causados en el asalto.