Un ruso dispuesto a colaborar
En mayo de 1942, los alemanes estaban preparando su ofensiva de verano en el frente oriental. Aunque los soviéticos habían logrado en diciembre de 1941 rechazar a la Wehrmacht a las puertas de Moscú, la línea del frente había resistido la respuesta del Ejército Rojo. Todo hacía pensar que al llegar el verano Hitler lanzaría una nueva ofensiva para tomarla, pero esta vez sin tener que enfrentarse al «general invierno».
En la noche del 30 al 31 de ese mes de mayo, el teniente soviético Piotr Ivanovich Shilo fue enviado a la retaguardia alemana del sector norte del frente al mando de una unidad de exploradores con la misión de calibrar las defensas enemigas. El pequeño grupo de combatientes fue descubierto por los alemanes, que abrieron fuego, matando a varios de ellos. Los rusos supervivientes se retiraron a sus propias líneas, pero su jefe, el teniente Shilo, vio llegado el momento de pasarse al campo alemán.
Durante los interrogatorios a los que fue sometido, el teniente alegó que había cambiado de bando por una razón que, a oídos de los alemanes, la justificaba plenamente: era hijo de un coronel zarista asesinado durante la revolución de 1917, cuando él contaba con apenas ocho años. Además, a su familia se le habían arrebatado las grandes extensiones de terreno de las que era propietaria desde hacía generaciones. Shilo había estado madurando su venganza, por lo que había esperado largo tiempo la ocasión de huir a las filas alemanas. De este modo, tendría la posibilidad de luchar contra los asesinos de su padre y, en caso de victoria germana, recuperar lo que había pertenecido a su familia.
Los sucesivos interrogatorios a los que el ruso fue sometido en Berlín parecían confirmar sus declaraciones, pero faltaba comprobar su sinceridad en unirse a la causa alemana. Así, el teniente Shilo indicó determinados detalles sobre las posiciones del Ejército Rojo que fueron de gran utilidad para los alemanes.
Un oficial ruso dispuesto a colaborar era una herramienta de gran valor en operaciones de contraespionaje, pero el servicio de inteligencia germano, el Abwehr, todavía no podía abrirle sus puertas de par en par. Durante la guerra era muy habitual que un bando pretendiese introducir a un doble agente en el contrario permitiéndole revelar algún dato secreto de importancia menor para, posteriormente, introducir una información falsa de mayor relevancia. Por lo tanto, para el servicio de espionaje alemán, el militar ruso sólo podía ser digno de crédito si accedía a trabajar incondicionalmente a favor de la causa germana durante el tiempo necesario para comprobar la sinceridad de su compromiso. El nombre en clave que se le asignaría para ese período de prueba fue «Politov».
Lo primera prueba a la que se le sometió fue la de convertirse en delator de sus propios compatriotas. Shilo fue introducido, como si se tratara de un detenido, en los campos de prisioneros y, en las cárceles en las que había internos rusos con la misión de descubrir a aquellos que se dedicaban a labores de resistencia o a tramar planes de fuga. El teniente Shilo trabajó al gusto de los alemanes, sin mostrar ningún escrúpulo sobre el destino de sus compatriotas y delatando sin dudar a todo sospechoso. Esa tarea de confidente se prolongaría durante un año.
El dosier perteneciente a «Politov» fue engrosándose con sus servicios a la causa germana; en él se fueron incluyendo las observaciones más positivas que hubieran podido hacerse sobre un agente. En las informaciones que facilitaban los agentes de la Gestapo encargados de valorar su trabajo se podía leer que era «un hombre inteligente, de una gran voluntad y (lo que resulta más llamativo) dotado de la capacidad innata de un terrorista».