La hora de la venganza: Un plan para matar a seis millones de alemanes
El 16 de diciembre de 1945, cinco jóvenes judíos estaban a punto de llegar al puerto mediterráneo francés de Toulon. Viajaban a bordo de un vapor inglés que había zarpado tres días antes de Alejandría. Vestían uniformes del Ejército británico, pero en realidad no eran militares; se trataba de un convincente disfraz para pasar desapercibidos, ya que el buque transportaba dos mil soldados que regresaban a Europa tras haber disfrutado de un permiso en Egipto.
El viaje, ya muy próximo a su fin, había discurrido con total normalidad. Los cinco hombres se disponían a bajar a tierra con un cargamento muy especial, que habían custodiado celosamente a lo largo del viaje; una bolsa de tela conteniendo varias latas de leche condensada que en realidad contenían un potente veneno muy concentrado, que les había sido proporcionado por un prestigioso instituto químico de Tel Aviv.
El ambicioso objetivo de esos hombres que estaban a punto de poner un pie en Europa no era otro que provocar la muerte de seis millones de alemanes. El método elegido para ese asesinato masivo era envenenar el agua potable de cuatro grandes ciudades germanas: Hamburgo, Fráncfort, Múnich y Núremberg. Para ello, disponían de toda la información relativa a sus redes de conducción de agua y conocían los lugares exactos en los que introducir el veneno para causar esa matanza indiscriminada.
Si los nazis habían asesinado a seis millones de judíos por el solo hecho de ser judíos, ellos acabarían con la vida de seis millones de alemanes sólo por ser alemanes. Estaban dispuestos a aplicar al pueblo germano la ley del talión, el «ojo por ojo y diente por diente» recogido en la ley mosaica.
Con el puerto a la vista, la primera fase del plan, consistente en llegar al continente europeo con el veneno, estaba a punto de culminar con éxito. Desde Toulon debían dirigirse a París, en donde les esperaban sus colaboradores para poner en práctica la parte decisiva del plan.
Aquellos jóvenes judíos que estaban a punto de poner pie en suelo francés sentían que el momento de la venganza contra los que se habían ensañado de manera tan brutal e implacable con su pueblo estaba cada vez más cerca. Había llegado el momento de ajustar cuentas.