Un fiasco absoluto
Pese a haber fracasado en su intento de capturar a Rommel, Keyes fue condecorado a título póstumo con la Cruz Victoria por haber dirigido la misión. Sin duda, su padre debió sentirse orgulloso de él, pero nada podía maquillar el tremendo fiasco de la operación dirigida por su vástago. Aunque se trató de dotarla de una pátina de gloria, seguramente la realidad fue aún más lamentable de lo que reflejaba la versión oficial, ya que es probable que las heridas mortales sufridas por Keyes fueran a consecuencia de «fuego amigo» producido en el caos del tiroteo.
Los errores en la planificación de la misión se revelaron mayúsculos. El primero fue permitir que Keyes hijo dirigiera la operación por recomendación de su insigne progenitor, cuando no reunía ninguna de las aptitudes que requería ese actor fundamental. Los hombres que tenía a su cargo no confiaban en él, pues eran conscientes de sus escasos méritos para guiarles en tan difícil y arriesgado cometido. La responsabilidad de su elección recaería en el almirante Keyes, pero sobre todo en Churchill, que era quien tenía la última palabra en la organización del golpe de mano.
También fue incomprensible el hecho de que se lanzase la operación cuando Rommel no se encontraba en Beda Littoria, sino en un lugar tan alejado de allí como la capital italiana. Los servicios de información fallaron estrepitosamente y condenaron al fracaso la acción antes de tener lugar. La manipulada versión oficial británica apuntaba a que Rommel se encontraba en Beda Littoria ese día, pero que había acudido a la boda de un jeque sobre las ocho de la tarde, regresando sólo media hora después del asalto; de este modo se pretendía salvaguardar la reputación de sus informadores, que en este caso no estuvieron especialmente acertados. También se aseguró que los comandos habían matado a decenas de alemanes, cuando en realidad fueron sólo cuatro.
Otro error inexplicable fue llevar a cabo la misión bajo unas condiciones meteorológicas tan adversas, por otra parte habituales en la región durante esa época del año y, por tanto, previsibles; la imposibilidad de desembarcar a todos los hombres en la costa mermaría considerablemente las posibilidades de éxito de la misión, incluso en el caso de que Rommel se hubiera encontrado en el lugar esperado.
Ante esas dificultades sobrevenidas, lo más lógico hubiera sido aplazar la operación, pero quizás el hecho de que esa decisión dependiese en último término del teniente coronel Keyes, más interesado en pasar a la historia acabando con el mítico Zorro del Desierto para reivindicarse ante su padre que por rendir un buen servicio a la causa aliada, hizo que la misión se pusiera en marcha bajo cualquier circunstancia, aumentando así las posibilidades de acabar en un sonoro fracaso, como así sería.
Las consecuencias de la deficiente dirección de Keyes del asalto al cuartel general de Rommel las pagaría él mismo con la vida, pero también las pagó el Ejército británico con la pérdida de algunos de los mejores hombres con que contaba entonces el Long Range Desert Group.
La frustrada operación tuvo un efecto ambivalente en la moral de las tropas británicas. Por un lado, se había demostrado que los alemanes no podían sentirse seguros en la retaguardia, y que los comandos eran lo suficientemente audaces para intentar cazar a Rommel allá donde se encontrase. Pero, por otro lado, el aura mítica del Zorro del Desierto, al haber logrado escapar a ese intento de captura o asesinato, quedó firmemente asentada en la mente de los soldados británicos. Para intentar contrarrestarla, sir Claude Auchinlek rubricaría su firma bajo este orden del día:
A todos los directores y jefes del Estado mayor de los cuarteles generales y servicios de las fuerzas del Oriente Medio. Es de temer mucho el que nuestros soldados tomen a nuestro amigo Rommel por una especie de bruja o coco de niños, pues hablan demasiado de él. No es en modo alguno un superhombre, aunque sea realmente muy enérgico y capaz. Incluso si fuera un superhombre, sería extremadamente sensible que nuestros hombres lo considerasen como una fuerza sobrenatural.
Por todo ello, les pido que intenten por todos los medios borrar esa impresión de que Rommel pueda ser algo más que un simple general alemán. En primer lugar, es importante el evitar que se siga citándole por su nombre constantemente para hablar de nuestro enemigo en Libia. Hay que decir «los alemanes» o «las fuerzas del Eje», o simplemente «el enemigo», sin colocar constantemente su nombre por delante.
La figura de Rommel se engrandecería aún más tras la toma de Tobruk en junio de 1942; la captura de esa plaza estratégica dejaba expedito el camino a El Cairo. Al final, la falta de material y suministros en el Afrika Korps, unida a la firmeza y tenacidad británica y la llegada masiva de aprovisionamientos para el VIII Ejército, lograría frenar por primera vez al Zorro del Desierto, pero su mito perduraría para siempre entre todos aquellos que sirvieron a sus órdenes o tuvieron el honor de enfrentarse a él.