Un oportuno accidente
A partir de noviembre de 1943 se incrementaría la actividad en los terrenos de Blizna. Llegaban ferrocarriles a diario y se aumentaron aún más las medidas de seguridad en torno al recinto, en cuyos alrededores figuraba el siguiente aviso: «Zona de pruebas artilleras de Blizna».
Los informes de estos acontecimientos iban llegando a Varsovia, para ser desde allí enviados a Londres. Los resistentes pensaban que se estaba construyendo en Blizna una fábrica de aviones hasta que, a finales de 1943, ocurrió un accidente de tráfico en una plaza de la capital polaca. Un automóvil se estrelló contra un árbol y sus tres ocupantes, alemanes todos ellos, resultaron gravemente heridos. Fueron conducidos rápidamente a un hospital, y al poco rato de ingresar se presentaron varios altos funcionarios germanos interesándose por su estado.
Los tres heridos fallecieron al cabo de unas horas. El extraordinario interés mostrado hacia ellos, junto con el auténtico pesar que su muerte parecía haber causado a los alemanes, sorprendió al personal del hospital. La resistencia polaca no tardó en tener conocimiento de esa circunstancia y enseguida comenzaron a investigar para conocer la identidad de los ilustres accidentados.
El servicio de información polaco descubrió que los tres eran técnicos especialistas que trabajaban en el campo de Blizna. Estaba claro que allí se estaba llevando a cabo una labor que tenía gran importancia para los alemanes, confirmando la impresión que se tenía después de comprobar los esfuerzos realizados para camuflar la base. Así pues, la resistencia polaca señaló a Blizna como objetivo de primer orden. El encargado de coordinar las labores de información sería el ingeniero polaco Antoni Kocjan, un reconocido constructor de aviones. Kocjan envió un emisario a Blizna, cuyo nombre en clave era Makary, con la misión de averiguar lo que allí estaba sucediendo.
El informador desplazado a Blizna consiguió ganarse la confianza de un guardabosques cuya casa lindaba con los terrenos del campo de pruebas. El hombre refirió a Makary que desde el otoño venían sucediendo allí cosas muy extrañas. Según relató, cada mañana un avión trazaba unos círculos sobre los bosques de Blizna y desaparecía en el horizonte; al instante se escuchaba una explosión y un gran proyectil se elevaba lentamente por encima del bosque, estallando en el aire.
Al cabo de unos días, el agente de la resistencia ya había obtenido unas fotografías del artefacto en pleno ascenso. Tanto las fotos como los informes se mandaron de inmediato a Varsovia. Pero el resuelto Makary no dio por concluida su labor, sino que buscó un escondite en el edificio de la estación ferroviaria de la que partía el ramal que se adentraba en el campo de Blizna. Desde allí pudo observar la llegada de un convoy formado por grandes vagones, en los que se transportaban —según sus propias palabras— unos «monstruosos torpedos» cubiertos por toldos. En los vagones figuraba un letrero indicando que el tren procedía de la ciudad polaca de Wroclaw, a la que los alemanes denominaban Breslau.
La resistencia realizó pesquisas en Wroclaw y averiguó que allí los vagones sólo habían sido acoplados a la locomotora y que en realidad procedían de algún lugar de Turingia. Poco a poco, los polacos iban consiguiendo todos los elementos del rompecabezas que los expertos británicos debían hacer encajar.