El informe Oslo
El profesor Jones contaría con una extraordinaria herramienta para calibrar los avances científicos germanos: un informe surgido de la propia Alemania que detallaba los progresos que se habían alcanzado en ese campo.
El camino por el que esos documentos habían llegado a manos aliadas había sido singular. El 4 de noviembre de 1939 se recibió una carta anónima en la embajada británica en la capital noruega en la que el remitente proponía hacerles llegar un informe sobre el verdadero desarrollo científico alemán. Si los británicos estaban interesados, lo único que debían hacer era modificar ligeramente la introducción de las emisiones de la BBC destinadas a Alemania, cambiando la frase de bienvenida; de este modo, harían saber al autor de la carta que estaban interesados en la información que él les podía aportar.
Así pues, la BBC modificó el anuncio de su emisión y al día siguiente el misterioso remitente hizo llegar a la embajada en Oslo un sobre con un documento mecanografiado de siete páginas. El envío incluía también el prototipo de un fusible. El agregado naval británico en Oslo se encargó de enviarlo a Londres extremando las medidas de seguridad y finalmente llegó a la mesa del despacho de Reginald Jones.
El documento aportaba una inestimable información sobre los últimos avances alemanes en el terreno científico. Las revelaciones eran de tal importancia que se hacía difícil pensar que aquellos documentos fueran auténticos. Había información relativa a una nueva espoleta que permitía que un proyectil estallase sin impactar en un avión, bastando con que alcanzase una distancia determinada del aparato. El fusible era una válvula termoiónica, que permitía esa explosión a distancia. También desvelaba que los alemanes disponían de dos clases de radar, con los que habían logrado derribar varios bombarderos británicos en unas incursiones recientes.
Gracias a esa filtración, que sería conocida como el Informe Oslo, el profesor Jones supo que el enemigo disponía de torpedos magnéticos o que contaba con un nuevo instrumento medidor de distancias para aviones que se podía manejar desde tierra. Pero la información que resultó especialmente interesante a Jones, por su posible relación con el amenazador discurso pronunciado por Hitler en Danzig, fue que en la ya referida base de Peenemünde se estaban llevando a cabo pruebas de gran importancia; el informante no decía en concreto de qué se trataba, pero en un párrafo de la nota se apuntaba a que podían estar trabajando en un cohete de gran alcance. Jones pensó que ese cohete podía ser perfectamente esa arma desconocida de la que, según las palabras de Hitler, el mundo tendría noticias.
A pesar de la gran importancia de esa documentación, los británicos la acogieron con escepticismo. Los datos filtrados eran demasiado relevantes, y abarcaban aspectos tan variados como el radar, los instrumentos de los aviones o los cohetes. Los especialistas británicos consideraban que era imposible que alguien en Alemania supiese tanto sobre materias tan dispares, por lo que eran proclives a pensar que se trataba de un engaño de los servicios secretos germanos.
El informe fue archivado, pero Reginald Jones confiaba en la autenticidad de los documentos. La precisión general de la información y el envío del fusible le hacía pensar que la fuente anónima era fiable y competente, por lo que optó por guardarse una copia. Años después, Jones manifestaría que «fue, probablemente, el mejor informe único recibido de cualquier fuente durante la guerra». Sin embargo, el Informe Oslo quedó aparcado, y no sería retomado hasta finales de 1942[11].