En el otoño de 2016, estrenaron en un pequeño teatro de Nueva York una obra que se titulaba La noche negra de Stephanie Mailer. El autor era Meta Ostrovski y la dirección corría a cargo de Kirk Harvey; no tuvo ningún éxito. Ostrovski se quedó muy satisfecho. «Lo que no tiene éxito es forzosamente espléndido, palabra de crítico», le aseguró a Harvey. Los dos están en la actualidad de gira por todo el país, encantados consigo mismos.
A Steven Bergdorf, durante el año siguiente a su tétrico viaje a Yellowstone, lo anduvo persiguiendo la imagen de Alice. La veía por todas partes. Le parecía oírla. Se le aparecía en el metro, en su despacho, en el cuarto de baño.
Para descargar la conciencia, decidió confesárselo todo a su mujer. Al no saber cómo hacerlo, redactó la confesión por escrito. Lo contó todo sin escatimar detalles, desde el hotel Plaza hasta el Parque Nacional de Yellowstone.
Remató el texto una noche, en su casa, y se abalanzó hacia su mujer para dárselo a leer. Pero ella estaba a punto de salir a cenar con unas amigas.
—¿Qué es esto? —preguntó, mirando el mazo de hojas que su marido le daba.
—Tienes que leerlo. Enseguida.
—Llego tarde a cenar. Lo leo luego.
—Empiézalo ahora. Ya entenderás por qué.
Intrigada, Tracy leyó la primera página de la confesión de pie en el pasillo. Luego comenzó la segunda antes de quitarse el abrigo y los zapatos y de sentarse en el sofá del salón. No se movió de allí en toda la velada. No podía apartar la vista del texto. Se lo leyó de un tirón, olvidándose de la cena. Desde el momento en que empezó a leer, no dijo ya ni una palabra. Steven se había ido al dormitorio. Se había sentado en el lecho conyugal, postrado. No se sentía capaz de enfrentarse con la reacción de su mujer. Acabó por abrir la ventana y asomarse al vacío. Se hallaba en el undécimo piso. Moriría en el acto. Tenía que saltar. Ya.
Estaba a punto de pasar una pierna por encima de la barandilla cuando se abrió de golpe la puerta de la habitación. Era Tracy.
—Steven —le dijo con tono maravillado—, ¡tu novela es genial! No sabía que estuvieras escribiendo una novela policíaca.
—¿Una novela? —farfulló Steven.
—Es la mejor novela policíaca que he leído desde hace mucho.
—Pero si no es…
Tracy se encontraba tan entusiasmada que ni siquiera atendía a su marido.
—Voy a dársela enseguida a Victoria. Ya sabes que trabaja en una agencia literaria.
—No creo que…
—¡Steven, hay que publicar este libro!
En contra de la opinión de su marido, Tracy le dio el texto de Steven a su amiga Victoria, que se lo enseñó a su jefe; este se quedó con la boca abierta al leerlo y se puso en contacto de inmediato con las editoriales más prestigiosas de Nueva York.
El libro se publicó un año después y tuvo muchísimo éxito. Lo están adaptando al cine.
Alan Brown no volvió a presentarse a las elecciones municipales en septiembre de 2014. Se fue con Charlotte a Washington y entró en el gabinete de un senador.
A Sylvia Tennenbaum la eligieron alcaldesa de Orphea. Los vecinos la aprecian mucho. Desde hace un año ha puesto en marcha, en primavera, un festival literario que goza de un éxito creciente.
Dakota Eden ha empezado una carrera de letras en la universidad de Nueva York. Jerry Eden ha dimitido de su puesto. Él y su mujer, Cynthia, se han mudado de Manhattan a Orphea, en donde se han hecho cargo de la librería del añorado Cody. Le han puesto de nombre El Mundo de Dakota. Ahora la conocen en todos los Hamptons.
En cuanto a Jesse, Derek y Anna, tras resolver el caso de la desaparición de Stephanie Mailer, el gobernador los condecoró.
A Derek lo trasladaron a petición propia de administración a la brigada criminal.
Anna dejó la policía de Orphea e ingresó en la policía estatal con grado de sargento.
A Jesse, tras tomar la decisión de prolongar su carrera en la policía, quisieron nombrarlo mayor, pero lo rechazó. A cambio, solicitó poder trabajar, en un equipo de tres, con Anna y Derek. En la actualidad es el único equipo de la policía estatal que funciona así. Desde que empezaron, han resuelto todas las investigaciones que les han encargado. Sus compañeros los llaman «el equipo cien por cien». Les dan prioridad para las investigaciones más complicadas.
Cuando no están trabajando, están en Orphea, en donde viven ahora los tres. Quien los necesite los encontrará seguramente en ese restaurante encantador del número 77 de Bendham Road, en donde hubo hace tiempo una ferretería hasta cierto incendio, a finales del mes de junio de 2014. Se llama La Cocina de Natasha y lo regenta Darla Scott.
Si pasas por allí, lector, di que vas a ver al «equipo cien por cien». Les hará gracia. Están siempre en la misma mesa, al fondo del local, debajo de una foto de los abuelos y de un retrato grande de Natasha, sublime por toda la eternidad, cuyos espíritus velan por el restaurante y por sus clientes.
Es un lugar donde la vida parece más dulce.