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Nota escrita en una caligrafía muy diferente, definitivamente posterior
Cervantes, junto con los demás heridos de la Marquesa, convaleció en Calabria, no en Mesina, de los tres arcabuzazos, por uno de los cuales quedó inutilizada su mano izquierda, según él mismo escribe en varios de sus textos, y como lo confirman diversos testigos de la época: (los nombres han sido tachados). Lo acompañó en todo el trance su hermano Rodrigo, compañero con él de la compañía del capitán Diego de Urbina, vecino de los Cervantes en Henares, quien también peleó heroicamente en la guerra de las Alpujarras contra los alzados moriscos. Otros Cervantes presentes en Lepanto fueron: Alonso de Cervantes Sotomayor, su hermano Gonzalo de Cervantes Saavedra —un poeta nada mediocre, al que mucho ensalzó Cervantes—, primos los dos del autor de El Quijote. También estaban ahí otros cercanos amigos poetas de Cervantes, Pedro Laínez, a quien Cervantes reconoce su maestro en el arte poético, chambelán del infeliz infante don Carlos; Gabriel López Maldonado; Cristóbal de Virrúez; Antón Rey de Artieda, valenciano, que como Cervantes fue herido tres veces. Con ellos departió en Mesina —y probablemente también con Juan Rufo, el autor de la célebre Austriada— antes de la insigne batalla de Lepanto. A Cervantes le sobró compañía y apoyo de sus muchos amigos literarios para sobreponerse de sus heroicas heridas cristianas, nada tenía que estar haciendo al lado de una barragana. Si quien escribió estos papeles quería enlodar la memoria de la máxima figura de la cultura hispana, no lo consigue. No existió la tal María la bailaora, quien no pudo haber estado a bordo de la Real, donde el orden cristiano era absoluto, porque don Juan de Austria prohibió expresamente que las damitas acompañaran a los soldados en esta campaña. Si algunos cronistas de su tiempo así lo afirman es respondiendo a malsanas imaginaciones. La sarta de mentiras que el autor de estas páginas hilvana —de seguro un pervertido, y a ojos vistas un antipatriota, protestante prevaricador, un enemigo de España— no hierven la sangre de nadie. Invitan al desprecio.
Para confirmar lo de Calabria, cito un manuscrito anónimo contemporáneo que no es apócrifo ni mentiroso como estas páginas: «Después del dicho vencimiento, la dicha armada de su magestad fue á la dicha ciudad de Mezina donde fue curado el dicho proponente, y de allí fueron á Rijols (que yo deduzco es Reggio de Calabria) en la Calabria, donde invernó dicha companya». ¡Texto de la época!
Cualquier niño de escuela sabe que Cervantes perdió la mano en Lepanto. Por eso se llama «El manco de Lepanto». Cito al propio Cervantes (¿a quién mejor que a él hemos de creer?), que llamándose autor de uno de sus libros, se describe como el que perdió «el movimiento de la mano izquierda, para gloria de la diestra».
Por otra parte, para rebatir que el llamado Miguel de Cervantes del dicho documento que decreta se le corte una mano es Cervantes, no basta sino el sentido común: ¿no pudo haber dos Miguel de Cervantes en su año y en su ciudad? El apellido Cervantes es bastante común, ¿y quién no se llama Miguel?