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Da comienzo la verdadera historia de Alonso, el músico sordo

Alonso es, como María la bailaora, originario del reino de Granada, no de la ciudad del mismo nombre, sino de Azarcoya, hacia el camino de la Plata. Su madre lo encomendó a los once años a un monje, con la pretensión de que los hábitos le infundieran el deseo de vestirlos, pero el religioso era un hombre desalmado y tacaño, y el único hábito que supo infundir al muchacho fue el de mentir. Comenzó a hacerlo como se empieza todo, como un novato, pero con el paso de los meses se convirtió en maestro, un verdadero maestro del mentir. Primero supo utilizar las mentiras para esquivar los frecuentes castigos, luego le fueron buenas para solaz y diversión, y con el tiempo se volvieron un placer tan grande que, si a la larga escapó del monje y huyó de su pueblo, fue más con el deseo de poder engañar a voz en cuello, que con el de dejar de padecer maltratos y mala vida. Porque Alonso era insensible a toda comodidad y placer; descubierto el gozo de mentir, todos los demás le parecían inferiores y sin encantos. Se hizo pasar por cualquier cosa, pero, como era muy despierto, al poco tiempo aquello que fingía pasaba a ser uso y costumbre y hasta habilidad. Hasta que encontró cómo mentir de manera que pudiera seguir mintiendo haciéndose pasar por músico, desde el día en que encontró desolado en el camino a un pobre guitarrista ciego, muerto su acompañante, al que dio confianza diciéndole era vecino de ahí y que lo acompañaría hasta donde encontrara comida y techo; prometiéndole que lo llevaría a su pueblo, lo condujo a un barranco sin más gracia que un inmundo riachuelo por el que corrían aguas puercas. Ahí lo tundió, le arrebató la guitarra, corrió al pueblo, dio voces diciendo que a su compañero músico le acababan de asaltar y abandonar en tal y tal barranco, y subiéndose al primer carromato que pudo, cargando la buena guitarra y la bolsa con monedas, abandonó el lugar en dirección contraria. Así descubrió que no tenía oído ninguno para la música y que con ese escudo pegado al pecho, con sólo hacer como que rasgaba las cuerdas, mentía. Porque Alonso es sordo como una tapia. Andará de falso músico hasta que se fastidie y necesite mentir de otra manera.

Fin de la historia del músico sordo.

La otra mano de Lepanto
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